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Crítica de "La bestia en la jungla": la parálisis del sueño ★★★★★

Director: Patric Chiha. Guion: P. Chiha, Jihane Chouaib y Axelle Ropert (novela de Henry James). Intérpretes: Anaïs Demoustier, Tom Mercier, Béatrice Dalle, Mara Taquin, Martin Vischer. Francia, 2023. Duración: 103 minutos. Drama.
Un fotograma de "La bestia en la jungla"
Un fotograma de "La bestia en la jungla"Imdb
La Razón
  • Sergi Sánchez

    Sergi Sánchez

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La parálisis es esto, claro: un tiempo que va hacia adelante mientras parece quedarse quieto, suspendido en el aire como una mota de polvo. ¿Es posible representar esa doble temporalidad en una sola imagen, o en una película entera? Tal vez habría que volver a Resnais para entender la magia de “La bestia en la jungla”, pero lo cierto es que Patric Chiha ha conseguido captar la convivencia de lo real y lo irreal en un espacio-mundo como lo es esta discoteca sin nombre en la que un amor se enquista, si tenemos en cuenta que lo real es aquello que, como decía el filósofo Henri Bergson, es cambio y movimiento, y lo irreal, su proyección estática.
Del 1979 al 2004, a lo lejos, la Historia sigue su curso: no solo lo notaremos por la evolución de los estilos musicales que suenan en la pista de baile, o por el vestuario de los que bailan como si no hubiera un mañana, sino porque vemos imágenes de la caída del muro de Berlín o el 11S, o se hace alusión a la pandemia del SIDA. Allí está lo real, que no tiene nada que ver con lo que experimentan May (Anaïs Demoustier) y John (Tom Mercier), siempre arrinconados en un amor que es una promesa y una amenaza, una oleada de miedo a que se termine la noche, que será perpetua o no será. En la oscuridad satinada del club pasan los años y nunca envejecen, y sus diálogos se enroscan en un reiterado y elusivo tira y afloja, que aplaza la consumación del deseo a la espera de que ocurra algo, una catástrofe, un giro afectivo, una llave que desbloquee el alma de John y arrastre consigo a la de May.
Tal vez la bestia en la jungla del título, también la de la novela breve de Henry James en que se basa, es el mismo deseo. Y así Chica parece aislarlos del tiempo cuando más sumergidos están en él: es fascinante el modo en que la película logra hipnotizarnos, como si quisiera trasladarnos al estado de trance de este ‘amour fou’ inexplicable, obsesivo, que entiende la negativa, la interrupción, la convulsión estática del espíritu, como una forma, quizás estéril, de resistencia. Tal vez el filme de Chiha, que pronto competirá en la cartelera con una muy diferente versión del texto de James dirigida por Bertrand Bonello, también quiere ser el retrato de una generación abocada a revivir las crisis del sujeto moderno y, con ello, la misteriosa puesta en duda de cómo contar hoy una historia.
Lo mejor:
Imposible explicar con más atino la parálisis del deseo, el miedo a que nos empujen a equivocarnos, el placer terrible de una noche que parece perpetua.
Lo peor:
Que se la compare con la (también estupenda) adaptación de la novela de James que estrenará Bertrand Bonello.