Crítica de "Las cuatro hijas": destrozados por el terrorismo ★★ 1/2

¿Para qué sirve realmente un dispositivo? Si un dispositivo es la red que produce sentidos entre el sujeto y el discurso, ¿para qué sirve entonces el dispositivo del documental «Las cuatro hijas»? Parece que la directora Kaouther Ben Hania quiere descubrirlo poniéndolo en práctica, como si desenmascarar las estrategias del género del docu-drama pudiera valer para encontrar una verdad que, de lo contrario, permanecería oculta. Se trata, pues, de reconstruir la historia de dos chicas tunecinas que acaban abducidas por el integrismo islámico, encarnadas por dos actrices que a su vez conviven con las hermanas reales de las desaparecidas, y con la madre de las cuatro, Olfa Hamrouni, que también dialoga con la actriz que la interpreta.

Suena exactamente tan alambicado como lo que se acaba viendo en pantalla, que, lejos de trabajar una fértil tensión entre lo real y su representación (algo que el mejor Abbas Kiarostami habría resuelto con mucha más fluidez), provoca una confusión poco productiva para el espectador. Se supone que la brechtiana propuesta metaficcional del filme se despliega para revelar el tormento de una familia entera destruida por el Estado Islámico, pero el artificio del dispositivo neutraliza la eficacia emocional de lo que habría funcionado mucho mejor como un documental. Ahora solo nos queda un marco sociopolítico –la radicalización ideológica de países como Túnez o Libia después de la revolución de la Primavera Árabe– que no es suficiente para vestir de gala a una película menos sofisticada de lo que aparenta.

Las confesiones de Olfa, la madre de las hijas desaparecidas.

Está organizada alrededor de un dispositivo que no aporta nada relevante a lo que cuenta.