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Historia

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El complot contra un santo

Como al padre Pío, a Luigi Orione también lo acusaron de pecar con mujeres y hasta fabricaron pruebas en su contra

El padre Luigi Orione fue canonizado en 2004 por el Papa Juan Pablo II
El padre Luigi Orione fue canonizado en 2004 por el Papa Juan Pablo IIlarazon

Hay un episodio tan terrible, como desconocido, relacionado con el Padre Pío que sale a relucir por primera vez en la película «El misterio del Padre Pío», a punto de convertirse en el documental católico más visto en la historia de México con más de 100.000 espectadores.

Hay un episodio tan terrible, como desconocido, relacionado con el Padre Pío que sale a relucir por primera vez en la película «El misterio del Padre Pío», a punto de convertirse en el documental católico más visto en la historia de México con más de 100.000 espectadores. Permítame el lector que haga un breve inciso para consignar cómo, durante el pontificado del Papa Roncalli, el visitador apostólico monseñor Carlo Maccari, funcionario del Vicariato de Roma, manifestó en su informe que el Padre Pío, canonizado años después por Juan Pablo II, confesaba mal, mantenía relaciones sexuales con sus hijas espirituales e incluso que sus grupos de oración fomentaban el cisma.

Para colmo, monseñor Terenzi, vicario de la parroquia del Divino Amor de Roma, se erigió en el principal instigador para la colocación de micrófonos en la celda y en el confesonario del Padre Pío, incurriendo así en un grave pecado de sacrilegio al violar el secreto de confesión.

Tampoco debemos pasar por alto las horribles calumnias contra el Padre Pío difundidas por monseñor Girolamo Bortignon, Obispo de Padua, de quien monseñor Loris Capovilla, mano derecha de Roncalli, era amigo íntimo. Guiado por su odio visceral al fraile estigmatizado, monseñor Bortignon le acusó de conspirar contra la autoridad del Sumo Pontífice, de intentar sublevar a los fieles contra sus superiores, de cisma y herejía, de superstición e idolatría, de falso misticismo, y hasta de malversación de los fondos destinados a su gran obra, el Hospital Alivio del Sufrimiento. Al final, claro está, ninguno de esos gravísimos cargos pudo probarse por la sencilla razón de que eran completamente falsos. Pero del sufrimiento del Padre Pío, perseguido sin la menor piedad por quienes estaban en su mismo barco, solo pudo resarcirle el mismo Dios.

El Padre Pío se limitó a guardar silencio hasta el mismo instante de su muerte, ofreciendo todo el sufrimiento por la salvación de las almas. No era extraño así que Juan XXIII cayese en la trampa de algunas personas en las que confiaba. Hasta el extremo de que el cardenal Antonio Bachi, alarmado por lo que sucedía en San Giovanni Rotondo, visitó al Papa para defender el buen nombre del Padre Pío. Y entre tanto, Luigi Orione (1872-1940), hoy canonizado también, había sufrido un verdadero calvario por salir en auxilio del Padre Pío, a quien conocía únicamente gracias al don de la bilocación, es decir, la posibilidad de estar en dos lugares distintos al mismo tiempo. En los años veinte, don Orione defendió a capa y espada el buen nombre del capuchino ante el Santo Oficio, convencido de su santidad; igual que muchos eclesiásticos estaban también persuadidos de la santidad de don Luigi por sus obras de caridad y por los hechos extraordinarios que le rodeaban.

Confinado bajo vigilancia

En el ocaso de su vida, don Orione bebió también del amargo cáliz de la calumnia. Lo mismo que al Padre Pío, le acusaron de pecar con mujeres. Extenuado por su frágil naturaleza, le convencieron para que visitase al médico. Él accedió, obediente hasta la sepultura. Más tarde, el galeno dictaminó la causa de su agotamiento: ¡La sífilis! Era mentira, claro. Pero hacía falta fabricar por escrito la prueba médica que zanjase el escepticismo ante la retahíla de calumnias, pues si de algo tenía fama don Orione era precisamente de santidad. Don Luigi fue confinado bajo estrecha vigilancia en una casa de religiosas en San Remo, donde falleció sin saber cómo era posible que le hubiesen contagiado una enfermedad venérea sin mantener relaciones con una sola mujer. ¿Canonizarlo tras su muerte? Ni en pintura. ¿Cómo iban a subir a los altares a un viejo verde, que para colmo había contraído la sífilis? Cuando ya nadie se acordaba de él, un barbero de Messina reclamó en su lecho de muerte la presencia de un sacerdote y de dos testigos para revelarles la cruda verdad. Resultaba que aquel hombre, ahora moribundo, había afeitado y cortado el pelo a menudo a don Luigi Orione cuando era barbero de la Obra de la Divina Providencia, trasladada a Messina tras el terremoto de 1908. Pero, habiendo aceptado el soborno de un miembro de la congregación, el peluquero accedió finalmente a hacerle una pequeña herida a don Luigi en la nuca, en apariencia involuntaria, para proceder enseguida a «desinfectarla» con un frasquito que contenía ni más ni menos que pus sifilítico. Era el alto precio de la santidad.

Juan XXIII y el Padre

Juan XXIII manifestó al principio gran afecto al Padre Pío, pero engañado por algunos colaboradores suyos cambió de opinión. En Venecia había autorizado, de hecho, a los sacerdotes la participación en los grupos de oración del Padre Pío; tampoco dudó en presidir en persona una conferencia impartida por el padre Maximiliano a cuarenta sacerdotes sobre la Misa del Padre Pío y su apostolado ejemplar. Desde el mismo mes de octubre de 1958 en que fue elegido Papa, hasta abril de 1960, Roncalli aprobó en reiteradas ocasiones las peregrinaciones a San Giovanni Rotondo. En julio de 1959 envió al cardenal Tedeschini a la inauguración de la Iglesia de Nuestra Señora de las Gracias, quien coronó la imagen de la Virgen y llevó para el Padre Pío una especialísima bendición de Su Santidad. Y hasta la propia hermana del Pontífice, Ancilla Roncalli, visitó al estigmatizado y cayó rendida ante él.