Literatura

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El justiciero hispano nunca duerme

La Casa del Lector presenta una completa muestra sobre el creador de «El Coyote» y el auge de la literatura «pulp» a mediados del siglo pasado.

En España, varias generaciones han consumido las historias de «El Coyote» (en la imagen, constancia de su éxito)
En España, varias generaciones han consumido las historias de «El Coyote» (en la imagen, constancia de su éxito)larazon

La Casa del Lector presenta una completa muestra sobre el creador de «El Coyote» y el auge de la literatura «pulp» a mediados del siglo pasado.

«Frecuentemente, se emplea el término ‘‘literatura de evasión’’ sin tener una idea muy clara de lo que significa. El matiz despreciativo que en él se pone la mayor parte de las veces es bastante arbitrario. Toda lectura es, en realidad, una evasión. Pero hay mil maneras de evadirse, y lo esencial es saber de qué y hacia qué uno se evade». Esta cita de Robert Escarpit abre la exposición: «Antifaz: José Mallorquí, creador de El Coyote, y la transformación de la sociedad lectora en España», que rinde homenaje al personaje más conocido de la novela popular –Pulp– y a su autor, al tiempo que analiza este fenómeno en el siglo pasado. Comisariada por Oyer Corazón, Elena González y José Luis Martínez Montalbán, podrá visitarse en la Casa del Lector del Matadero de Madrid hasta el 24 de julio. Según Elena González, en ella se abordan dos planos: «Por un lado, la transformación social generada por la masificación de literatura popular y, por otro, la vida y obra del mejor escritor español de este género».

Colaboración familiar

La muestra propone «un paseo por uno de los fenómenos culturales más significativos de la España tardomoderna: el proceso mediante el cual dos elementos, el surgimiento –en los albores del siglo XX– de una potente industria cultural en torno al llamado libro popular y la extensión de un cuerpo social que demandaba lectura como elemento de ocio, se retroalimentaron hasta conformar un fenómeno de época, que alcanzaría su cénit cualitativo a mediados de siglo con la publicación de la serie de novelas de El Coyote, personaje creado por José Mallorquí Figuerola (1913-1972) y auténtico fenómeno lector de masas. Da cuenta de la transformación lectora de nuestra sociedad, a través del atractivo imaginario que conforman las cubiertas de la ediciones populares, la idealización del Oeste hispano y una manera de entender el oficio de escritor».

La familia del autor ha colaborado generosamente prestando su amplio archivo. Gran cantidad de documentos –guiones de seriales radiofónicos, cartas, álbumes, originales, fotografías–, objetos personales como un tomavistas, su máquina de fotos, retratos, caricaturas... y, por supuesto, sus famosas pipas. Entre todos ellos destaca, especialmente, su máquina de escribir Underwood, de donde salieron casi todas las novelas de «El Coyote». Según Oyer Corazón: «Mallorquí acumulaba documentación de manera compulsiva, razón por la que la muestra puede ser tan exhaustiva». Libros, colecciones, ejemplares difíciles de encontrar, carteles de cine de películas inspiradas en el personaje, pero, sobre todo, cuenta con la colaboración de su hijo, el también escritor César Mallorquí, Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil, que, además, aporta recuerdos y vivencias junto a su padre. Recuerda que El Coyote nació casi por casualidad. Con el cambio de siglo, llegó de EE UU la literatura pulp. Eran novelas de aventuras, detectives, piratas, que acapararon la atención un público español que iba saliendo del analfabetismo. Editoriales como Bruguera, Juventud o Molino importaron masivamente series de terror, fantasía, ciencia ficción y, cómo no, del salvaje oeste. «Mi padre –explica– hacía traducciones americanas para Molino, luego relatos cortos y novelas policíacas, que era lo que le gustaba. Tras la guerra civil y la mundial, estas editoriales carecían de presupuesto para seguir comprando derechos extranjeros, de forma que recurrieron a sus traductores para que escribiesen obras similares a las traducidas cambiando a los protagonistas. La serie ‘‘Pete Rice’’, por ejemplo, se transformó en ‘‘Tres hombres buenos’’, y así fue cómo mi padre terminó escribiendo una serie llamada ‘‘Novelas del oeste’’con el seudónimo de Carter Mulford». El comisario Martínez Montalbán, que ha ordenado el ingente material, ha reunido los 40 seudónimos que empleó durante su carrera. En 1943 surgió «El Coyote», un trasunto de «El Zorro» (1919), otro enmascarado, de Johnston McCulley. Pronto se convirtió en un éxito rotundo, no sólo en España, sino en Latinoamérica, Italia...y otros muchos países». Se tradujo a 16 idiomas y, a mediados del siglo pasado, su autor era el escritor español más traducido después de Cervantes.

Según César Mallorquí, «el libro de “El Zorro” no había tenido especial repercusión. Fue Leonor del Corral, su esposa, quien vio su potencial y sugirió a su marido la idea de crear un personaje inspirado en él. Mallorquí propuso a la editorial Molino crear una serie, pero su idea fue rechazada. Fue Clipper quien aceptó el proyecto y rápidamente se convirtió en el mayor éxito de la literatura popular española. Escribió casi 200 novelas. Se vendieron millones de ejemplares en todo el mundo –500.000 al mes–. «No hay parangón en la literatura española –continúa–. Junto a autores, como Marcial Lafuente Estefanía o Francisco González Ledesma –Silver Kane–, fueron piezas clave en lo que se dio en llamar el western hispano o latino, que daba la vuelta al anglosajón, en el que los malos eran siempre los hispanos o mexicanos y los buenos los americanos». Mallorquí ideó un justiciero enmascarado, tras el que se escondía César de Echagüe, hijo de un rico hacendado californiano, que lucha por los derechos de los hispanos en California, un territorio que, curiosamente, sólo conocía por enciclopedias y folletos que solicitaba por carta.

Un serial mítico

A finales del 53, la literatura popular comenzó su declive. Mallorquí recibió ofertas para adaptar al cine algunas de sus novelas y, poco después, para trabajar en la radio. «El Coyote» fue llevado al cine en tres ocasiones con argumentos de sus novelas o realizando guiones ex profeso para ser llevados a la pantalla. La exposición cuenta sus incursiones en el llamado cine de género con abundancia de carteles. En opinión de su hijo, «las películas sobre El Coyote no fueron buenas. Su relación con el cine fue escasamente fructífera» –la última de Mario Camus en 1998, con José Coronado y Mar Flores–. En la radio resucitó a dos de los «Tres Hombres Buenos». Así surgió uno de los seriales míticos: «Dos hombres buenos», un éxito que duró dos décadas en antena y fue el inicio de una carrera de 18 años creando y dirigiendo radionovelas. Esto le llevó a obtener dos Premios Ondas (1954 y 1964) y el Premio Nacional de Radio (1965).

César Mallorquí define a su padre como «un hombre tímido y callado, amante de la soledad. Su vida y la esencia misma de su personalidad eran una paradoja, una suma de contrastes. Era pacífico y coleccionaba armas de fuego. Un gran trabajador y siempre postergaba el momento de comenzar. Extremadamente desordenado, su despacho estaba sumido en el caos, pero mantenía en perfecto orden sus múltiples colecciones: monedas, latas de cerveza, botellines de whisky, pistolas, vitolas de puro, sellos de correo... Era radicalmente abstemio, pero siempre tenía cajas de bebidas alcohólicas. Era de ideas conservadoras, y sin embargo había un componente profundamente anarquista en su actitud vital».

Cuenta el hijo del artista que «hay un momento en que literatura y vida se mezclan». La muerte no superada de su mujer y problemas de espalda que le impedían escribir lo sumieron en una profunda depresión: «Cansado de vivir en un mundo que ya no le gustaba, decidió redactar él mismo el último párrafo de su existencia. Una noche, se levantó de la cama, fue a su despacho, eligió su pistola más potente, regresó al dormitorio y se suicidó. Quizá la suya fue una de las formas más literarias de morir». Era el 7 de noviembre de 1972.