Museo del Prado

El Prado exprés

El museo ha sacado una guía de imprescindibles, algo así como un álbum de grandes «hits» para el visitante con urgencias, poniendo así de manifiesto una paradoja obviada

«Las tres Gracias», de Rubens, una de las obras que El Prado recomienda visitar
«Las tres Gracias», de Rubens, una de las obras que El Prado recomienda visitarlarazon

El museo ha sacado una guía de imprescindibles, algo así como un álbum de grandes «hits» para el visitante con urgencias, poniendo así de manifiesto una paradoja obviada.

El Prado ha sacado una guía de imprescindibles, algo así como un álbum de grandes «hits» para el visitante con urgencias, poniendo así de manifiesto una paradoja obviada: que el ocio no deja tiempo para nada, ni siquiera para el ocio. Los días de asueto, que en el pasado fueron causa suficiente para montar revueltas y manifas sindicales, ahora se han convertido en el principal motivo de estrés. La sociedad del bienestar ha traído consigo un siglo consumista y contradictorio, que ha dejado el almanaque sin días y el reloj sin horas suficientes, convirtiendo la vida del veraneante en un esprint, un tobogán de premuras y citas imposibles de resolver.

La época del Grand Tour, cuando el viajero no era un aficionado y sabía qué contemplaba cuando se detenía frente a los frescos de Piero della Francesca en Arezzo o la Capilla Brancacci en Florencia, el tiempo para la observación, o sea, para dejarse llevar por el arrobamiento stendhaliano, aún era una intención. En esta época de turistajes y turoperadores, la obra de arte es una captura para Instagram. La cosa digital ha convertido al hombre posmoderno en un colector de estampas más que de vivencias, un ser más preocupado por el instante que por el momento, y eso de la deleitación como que le viene a contrapelo, un poco de trasvés. El Prado ha resuelto paliar la ansiedad de tanto visitante agobiado y ha trazado un itinerario de esenciales.

Quince obras (aquí no se va a detallar la nómina, que es aburrido, quien quiera que las busque) para que la peña se saque el «selfie» de turno y diga «yo he estado ahí», y prosiga con su marcha. La pinacoteca demuestra así estar al corriente de la realidad y con este golpe de pragmatismo, de consciencia del periodo que corre, procura que el trabajador asfixiado llegue lo menos fatigado posible a su puesto de trabajo, que con seguridad es donde descansará.