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Felipe Benítez Reyes: "La literatura es más cuestión de magia que de trucos"

Presenta «El intruso honorífico», ensayo ganador del premio Manuel Alvar de estudios humanísticos 2019, una obra miscelánea sobre varios temas «materiales y conceptuales del mundo».

Foto: Noemi Paramo
Foto: Noemi Paramolarazon

Presenta «El intruso honorífico», ensayo ganador del premio Manuel Alvar de estudios humanísticos 2019, una obra miscelánea sobre varios temas «materiales y conceptuales del mundo».

Hace unos 25 años que Felipe Benítez Reyes venía trabajando en él, aunque «nunca fue un proyecto definido». Fue hace dos años cuando decidió «ordenar y seleccionar todo el material acumulado en fichas y presentarlo como un ensayo de factura clásica y visión novedosa, mezcla de proyecto enciclopédico y fantasía literaria» «El intruso honorífico. Prontuario enciclopédico provisional de algunas cosas materiales y conceptuales del mundo» (Fundación Lara), premio Manuel Alvar de Estudios Humanísticos 2019, viene a ser «una especie enciclopedia personal o caleidoscopio ensayístico» donde cualquier concepto, obra o artista puede ser analizado o redefinido con sentido del humor y agudeza literaria.

–¿Cómo definiría este libro?

–Tiene una definición difícil, quizá como un prontuario, una enciclopedia de andar por casa, particular. Un híbrido en el que caben formas distintas.

–25 años son muchos.

–En el 77-78 compré la enciclopedia Novalis y como proyecto insensato adolescente pensé que podría cumplimentar la mía propia, fui tomando notas, buscando datos e ideando definiciones mientras hacía otras cosas como trabajo paralelo a lo demás. No tengo conciencia de ponerme a escribir un libro, se ha escrito solo.

–¿Lo da por cerrado?

–Es posible que haya otro, es inacabable, podría albergar todos los temas del universo y necesitaría más de una vida. Lo doy por cerrado, pero no lo doy, es un proyecto abierto que podría seguir hasta el infinito.

–¿Quién es el intruso?

–El intruso soy yo, alguien que se mete donde no lo llaman.

–¿No debería ser ese el papel del intelectual?

–Sí, el de entrometido, hacer intrusiones en la realidad, incluso en la vida de los lectores.

–¿Es un diccionario de autor o una enciclopedia «literaturizada»?

–Las dos cosas, diccionario enciclopédico de palabras y personajes con esa veta deformante de extracción que lleva todo al territorio de la literatura. El cambio de formato lo hace más divertido, como una barraca de feria que a cada paso te sorprende con una cosa distinta o inesperada.

–A veces se queda en el aforismo o la greguería.

–Sí, tienes la ocurrencia y dices, no la adorno más, me sirve, podría desarrollarlo escribiendo cinco páginas pero prefiero quedarme con esa píldora.

–Pone el foco en los aspectos más extraños e imprevistos.

–Es esa mezcla del bazar de pueblo en el que hay de todo, lo mismo habla de la almohada, de una bombilla, de un autor, la redefinición de una figura retórica o de un asunto metafísico.

–Va de la reflexión a la parodia.

–Tiene muchos registros, va de una entrada seria o sesuda a una definición que roza el absurdo. Estos contrastes funcionan bien porque hacen la lectura imprevisible, te va llevando de un territorio a otro, del caliente al frío, de algo humorístico a algo dramático.

–El humor y la ironía están omnipresentes.

–Sí, creo que no hay cosa con menos humor que un libro deliberadamente humorístico. Las novelas de humor no suelen hacerme ninguna gracia y, además, envejecen rápido. Las cosas que tienen gracia no quieren parecer tenerla. Se puede buscar el efecto pero debe parecer fortuito.

–Hay quien piensa que se puede banalizar.

–No tiene por qué, Quevedo o Cervantes están llenos de humor e ironía, pero tendemos a creer que lo solemne está más pensado, tiene un desarrollo intelectual más profundo, aunque no necesariamente, una formulación humorística puede ser el resultado de un proceso complejo. Me interesa el humor como algo indispensable en el análisis de la realidad, es un elemento subversivo.

–¿Es un libro para leer seguido o para picotear?

–Para picotear, me gustaría que fuese un libro de mesilla de noche, aunque sea vanidoso por mi parte, para leerlo a ratos entre otras lecturas y no necesariamente seguido, puede abrirse aleatoriamente, leer unas páginas y hasta otro momento.

–¿Qué ha ganado como escritor con los años?

–No sé, pero me alegra mantener la misma ilusión que el primer día. A veces te cansas, porque vivir continuamente en el código de escritor acaba siendo mentalmente muy cansado, aquí no echas el cierre del negocio a las ocho y hasta el día siguiente.

–¿Y qué ha perdido?

–De joven tienes una frescura, una inocencia creativa y falta de pudor que vas perdiendo. Si alguien con veinte años no ha escrito cinco o seis poemas inmortales, ya no los escribe. Luego vas adquiriendo resabios y procedimientos técnicos, unas cosas se van compensando con otras.

–¿La literatura es asunto de técnica, de truco o de magia?

–Es más cuestión de magia que de trucos y ese es un factor extraño que hay ahí y no sabes por qué. Existen libros muy bien escritos y no la tienen y otros con más defectos, sin embargo, poseen magia, eso no depende de uno, sale solo.