La sobrina secreta de Franco
La historia de Ángeles Franco Moreno es uno de esos capítulos del pasado que supera con creces la ficción
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La Historia está repleta, valga la redundancia, de grandes historias como la de Ángeles Franco Moreno, la sobrina desconocida de Francisco Franco, que superan con creces a la ficción. Todo empezó cuando los cónyuges Ramón Franco Bahamonde, el hermano menor del Caudillo, y Carmen Díaz Guisasola, desposados por la Iglesia, se divorciaron en plena República acogiéndose a la Ley del Divorcio de 2 de marzo de 1932. Transcurrido el plazo legal de tres años de separación, la pareja obtuvo el divorcio. Fue entonces cuando Ramón Franco contrajo segunda nupcias civilmente con Engracia Moreno Casado. Pero, para un católico practicante como su hermano Francisco Franco, solo podía considerarse válido el primer matrimonio de Ramón con Carmen Guisasola y no el segundo contraído con Engracia Moreno, dado que jamás fue declarado nulo por un tribunal eclesiástico.
El Caudillo impulsó así la Ley del 23 de septiembre de 1939, que derogaba el divorcio. Anteriormente, mediante la Ley del 12 de marzo de 1938, se habían dejado ya sin efecto los matrimonios civiles celebrados durante la República. Luego, el 22 de septiembre se anularon las inscripciones en el Registro Civil; y el 22 de abril del año siguiente, se estableció la obligación de inscribir los matrimonios canónicos celebrados durante el régimen anterior. De modo que para Francisco Franco, tanto el divorcio, como el segundo matrimonio civil de su hermano Ramón, eran papel mojado. Y eso significó que la segunda esposa del héroe del «Plus Ultra» y la única hija de ambos, Ángeles Franco Moreno, se convirtieron en dos extrañas para el Régimen, sin el menor vínculo legal luego con su difunto esposo y padre.
Una buena familia
El olvido de Engracia Moreno y de su hija Ángeles Franco llegó al extremo de que el doctor Antonio Puigvert, afamado urólogo de la familia Franco, debió amortajar con sus propias manos a Ángeles Franco, tras expirar la infeliz a causa de un cáncer. El mismo 30 de abril de 1976 en que Ángeles murió, Elena Salvador recibió de ella un documento confiándole a su hijita de cuatro años, llamada Ángeles como ella, para que le asegurase un porvenir en una buena familia.
Luego, la propia Elena Salvador compró una sepultura en el cementerio del Sudoeste (hoy cementerio de Montjuich) para que pudiera ser enterrada la sobrina carnal de Francisco Franco en medio del más sepulcral silencio. Hacia allí me dirigí yo al día siguiente de mi encuentro con Elena Salvador en su casa de Barcelona. «No te extrañes si en la lápida no encuentras una inscripción», me previno ella antes de despedirse. La miré desconcertado. «Su madre no quería dejar pistas sobre su enterramiento», añadió ella.
Pensé entonces cuánto debieron sufrir aquellas dos pobres mujeres indefensas, tras la trágica muerte de la persona que más les quiso en este mundo, Ramón Franco, a raíz de un accidente o sabotaje aéreo en plena Guerra Civil española. De camino hacia el cementerio, comprobé los datos de enterramiento de Ángeles en la copia del título de derecho funerario a perpetuidad que Elena Salvador tan amablemente me había facilitado. Era el nicho número 3.755, piso 2º, Sin Vía.
Antes de llegar al cementerio, pedí al taxista que me llevase a una floristería para comprar un ramo de rosas rojas. Una vez en Montjuich, rogué al conductor que me aguardase mientras preguntaba en la Administración del cementerio. El funcionario municipal me entregó un plano del mismo, donde localicé enseguida la ubicación del nicho. Cinco minutos después, mi alegría fue indescriptible al comprobar con mis propios ojos que la sepultura sí tenía inscripción: «FAMILIA FRANCO», se leía en mayúsculas, con dificultad, en letras grabadas sin esmalte en la lápida de mármol blanco.
Examiné detenidamente ésta y descubrí en el ángulo superior izquierdo una pequeña cruz y justo debajo, cincelado también sin pintura, el nombre completo de ella: «ÁNGELES FRANCO MORENO», seguido de sus fechas de nacimiento y muerte: «1-IV-1928. 30-IV-1976».
Había solo una pieza que no me encajaba de aquel misterioso enterramiento y llamé por el móvil a Elena Salvador. «¿Sabes quién era Kenneth Bariring?», le pregunté. «Oh! Disculpa que no te lo dijera antes, pero a mi edad una pierde a veces la memoria. Aquel pobre chiquillo era hijo de unos amigos filipinos que no tenían dónde enterrarle. Me rogaron que les ayudara. Así que les cedí el nicho, como también hice con Engracia». Solo me quedaba ya una cosa por hacer: deposité el ramo de flores junto a la lápida y me despedí para siempre de Ángeles, la sobrina preterida de Francisco Franco.