Por qué septiembre no es el séptimo mes del año ni octubre el octavo
Hace 500 años se introdujo el calendario gregoriano, que sobrevive a nuestros días y que dejó atrás el orden juliano
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Empezar el año por el mes de enero es la norma de nuestro calendario. Igual que un lunes representa el inicio de la semana, los primeros 31 días del año representan el punto de partida de cada año.
Hay quien se propone en ese inicio de año realizar una serie de propósitos para mejorar su vida al sentir que los vicios, las malas costumbres y los defectos regresan, de alguna manera, al mostrador de las devoluciones.
Este aspecto psicológico supone una gran tradición en muchos ciudadanos debido a que enero se relaciona directamente con un nuevo inicio. En ese mismo sentido, diciembre representa el último mes y todo suele estar relacionado con cerrar etapas y prepararse para despedir ciertos hábitos.
Nuestro calendario consta de 12 meses que conforman el año. Así, hemos aprendido a contar estos con un orden establecido en el que nos parecería verdaderamente extraño colocar de otra forma los meses que todos tenemos en la cabeza.
Decirle a alguien ahora que el calendario empieza por marzo supondría un auténtico quebradero de cabeza para esa persona. Con el paso de los siglos hemos establecido que el orden correcto de los meses supone el que conocemos en la actualidad, aunque su historia se remonta a muchos más años atrás y da una respuesta a por qué estos no coinciden con sus respectivos números.
Así las cosas, resulta curioso que el mes de septiembre no corresponda con el número que sugiere su nombre; es el noveno del año y no el séptimo. La respuesta a por qué ocurre esto se encuentra en un cambio histórico realizado hace alrededor de 500 años.
Calendario romano
El calendario romano fue el primer sistema para dividir el tiempo en la Antigua Roma. La leyenda dice que este fue creado por uno de los dos fundadores de la ciudad, Rómulo, y se basaba en meses de 29 días, 12 horas y 44 minutos que, según la luna, podían ascender a 30 jornadas.
Los romanos, como en la actualidad, consideraban que los días daban comienzo a medianoche y establecieron una duración para el año decimal aunque posteriormente fue cambiada a 12 meses gracias a la influencia griega. De esta forma, el año tenía 368 días y tres cuartos de otro, con meses de 30 y 29 días que se alternaban y que daban paso cada dos años a una temporada con 13 mensualidades.
Los romanos establecieron, así, que los años empezarían en primavera por el mes dedicado al dios de la guerra Marte llamando martius (marzo). A este le seguía el mes que se abre aprilis (abril), el del crecimiento maius (mayo) y el de el florecimiento junius (junio). Luego los meses seguían por orden del quinto al décimo, donde sí que coincidían por su nombre y la posición que ocuparían en el calendario.
Quintilis sería (julio), sextilis (agosto), septembris (septiembre), octobris (octubre), novembris (noviembre) y decembris (diciembre). En este punto, además, se dio algo que en la actualidad es totalmente contrario, pues a estos les seguía el mes de apertura de los trabajos agrícolas januarius (enero) y el mes de las purificaciones februarius (febrero), que eran los últimos del calendario.
Pero Julio César, influido por Sosígenes de Alejandría, decidió establecer unos cambios de este sistema. Un nuevo calendario, llamado juliano en honor al mandatario, fue implementado en el año 46 a.C. y estableció años de 365 días donde cada 4 años aparecería la figura del bisiesto.
Ante esta modificación existieron distintas rectificaciones como cambiar y hacer un año bisiesto cada tres años para corregir desfases. Así, también se decidió cambiar el nombre del quinto mes por el de julio y sextilis por agosto en honor al a Octavio Augusto.
Enero como primer mes
Hasta ese momento, muchos de los meses guardaban relación con sus nombres y la posición que ocupaban en los calendarios. Fue en el siglo XVI cuando el Papa Gregorio XIII decidió establecer el que hoy en día es nuestro almanaque y el día 1 de enero fue considerado como el inicio del año.
Así, a partir del año 1582 los países empezaron a modificar sus calendarios dejando atrás el juliano y adoptando el gregoriano. España junto a Francia, Portugal, Italia, Luxemburgo y Países Bajos decidieron establecer este calendario desde el primer momento, algo que países como Gran Bretaña decidieron retrasar casi 200 años.
Sucesivamente este nuevo orden de los meses se fue estableciendo poco a poco dando lugar a lo que conocemos hoy en día. Esto ha llevado así al desajuste existente entre muchos meses con su orden numérico que algunas dudas sigue levantando más de cinco siglos después.