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En la cima de Stalin

Cédric Gras narra en su nueva obra la naturaleza de la escalada soviética tal y como la practicaban los hermanos Abalákov, conquistadores de las más altas cimas de la URSS
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La Razón
  • David Solar

    David Solar

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«Los hermanos Abalákov son verdaderos alpinistas exploradores. Abren el camino del progreso, del desarrollo (…) Trepar a una cumbre ‘’porque está allí' se hubiera juzgado absolutamente contrarrevolucionario. ¡La utilidad!, en eso radica honor del alpinista soviético, que jamás pronuncia las palabras ‘’ascenso’' o ‘’expedición’' sin añadirles algún adjetivo como ‘’científico’', ‘’militar’' o ‘’de prospección’'. Decir únicamente ‘’ascenso’' sonaba a burgués», escribe Cédric Gras en «Los alpinistas de Stalin» (Crítica) al referirse a la naturaleza del alpinismo soviético de época estalinista, tal como lo practicaban los hermanos Vitali y Yevgueni Abalákov, conquistadores de las más altas cimas de la URSS. La extraordinaria vida de estos dos escaladores siberianos, arrancados del olvido por este libro, constituye una fantástica muestra del alpinismo de la época heroica y un telón de fondo de la dictadura soviética, donde las personas, incluso las extraordinarias, eran simples piezas prescindibles de un engranaje atroz.
Vitali y Yevgueni, nacidos en 1906 y 1907 en Krasnoyarks (Siberia), a orillas del Yeniséi, eran huérfanos recogidos por su tío, el comerciante Iván Abalákov, cuando, en 1920, la Revolución terminó con la pequeña burguesía siberiana a la que pertenecían y les convirtió en proletarios en el hogar de su desclasado tío, condenado a muerte «por chupar la sangre obrera» y liberado porque se necesitaban sus servicios. Aparte del empobrecimiento, los dos hermanos pudieron seguir estudiando y continuar con su afición, el alpinismo, que practicaban a 10 kms., en los Stolby, pilares rocosos (hoy, Parque Nacional visitado anualmente por más de 200.000 escaladores) donde los jóvenes concurrían tanto para medirse con las paredes rocosas como para hallar un espacio de libertad. Allí desarrollaron los Abalákov sus dotes, sobre todo Yevgueni, que trepaba por muros verticales como una lagartija.
Los hermanos pudieron ir a Moscú, a la Universidad, donde Vitali estudió Ingeniería Química y Yevgueni, Bellas Artes; ambos alcanzaron prestigio profesional, pero donde el Estado aprovechó su talento fue en la montaña. El mundo vivía la fiebre de la conquista de las más elevadas cimas y los retos más famosos se centraban en los Alpes (de ahí alpinismo). La URSS no fue ajena a este fenómeno y canalizó los entusiasmos deportivos hacia el conocimiento de su propio territorio (22. 402.200 km2) y de sus montañas escasamente exploradas (cordilleras de Pamir, Tian Shan, Cáucaso o macizo de Altái). El bautismo alpinista de los Abalákov ocurrió en 1931, en el Cáucaso, donde, buscando a unos montañeros desaparecidos, lograron su primera cima relevante: el Dij-Tau, la Montaña del Cielo, 5.205 ms., proeza asombrosa considerando su ínfimo equipo: solo Vitali llevaba crampones. Un año después, también en el Cáucaso, alcanzan en tres días otras tantas cumbres del Muro de Bezengi de 5.000 ms., impidiéndoles la ceguera de la nieve completar su plan de coronar cinco.
El alpinismo gozó en la URSS del favor del régimen porque durante su estancia en Suiza, Lenin –y otros compañeros del exilio- se habían familiarizado con el paisaje alpino, los paseos por sus empinados valles, las conquistas de los escaladores y, tras el triunfo revolucionario, canalizaron el interés por las cumbres hacia el conocimiento de su territorio: geología, cartografía, orografía y recursos. Uno de los lugares peor conocidos era Tayikistán (anexionado por los zares a finales del siglo XIX y convertido en república constituyente de la URSS en 1929), territorio donde se halla la cordillera de Pamir con los picos más altos de la URSS, por ello, algunos burócratas del Kremlin con pasado alpinista, los convirtieron en un homenaje al régimen, sustituyendo los nombres tradicionales por pico Lenin, pico Stalin, pico Rusia, Moscú, Karl Marx y otros.

Obstáculos encadenados

En 1933, el secretario de Planificación Económica, Nikolái Gorbunov –esquivando una de las purgas de la época– planificó el asalto al pico Stalin, 7.495 m., el más alto de la URSS, con un equipo de atletas proletarios y un solo escalador experimentado, Yevgueni Abalákov. Todo un desafío: sus medios eran elementales, su organización rudimentaria, la situación de la URSS, lamentable… Se vivía la gran hambruna 1932/33, que costó de cinco a once millones de muertos (el «Holodomor» de Ucrania, entre 2,5 y 7 millones) según datos respectivamente de Conquest y Wheatcrofk. El hambre azotaba, también, Tayikistán, costando mucho adquirir alimentos.
Los obstáculos se encadenaban: la escasa competencia del equipo, el peligro de los independentistas «basmachí», el glaciar más largo del mundo, torrenteras de aguas heladas, avalanchas de rocas y hielo, el transporte de dos estaciones meteorológicas de 16 kilos de peso cada una que lastraban el ascenso tanto como el jefe, Gorbunov, empeñado en subir. El grupo quedó reducido a tres, incluido el jefe, que no se rinde aunque deben esperarle. El 3 de septiembre, tras una noche a 45º bajo cero, solo resisten Gorbunov y Yevgueni; desayunan lo único que les queda: una lata de arenques, pero Gorbunov ya no puede dar un paso, de modo que escribe una nota: «El 3 de septiembre de 1933, Yevgueni Abalákov alcanzó la cima del pico Stalin y Nikolái Gorbunov la cima de la arista este», la mete en la lata y Yevgueni hace cumbre en solitario. Se queda un rato, a cuatro patas porque un viento huracanado amenaza con arrojarle al vacío. El altímetro marca 7.700 ms. (con un error de + 205 ms.) y el termómetro -25º. Mete la lata con la nota bajo una piedra y desciende.
Yevgueni tuvo que bajar a Gorbunov, que, repuesto, el día 9 envía un telegrama al Kremlin: «Camarada Stalin. Me alegra anunciarle que, el 3 de septiembre, nuestro grupo de asalto conquistó la cumbre más alta de la URSS, que lleva su apellido, el del amado caudillo de la Internacional Proletaria. En el pico instalamos dos estaciones meteorológicas. La expedición le envía saludos cordiales. Gorbunov». Ni una palabra sobre Yevgueni y una mentira: una estación meteorológica quedó en el ascenso, la segunda no llegó a la cumbre y nunca funcionaron. Su adulación y sacrificio jugándose la vida en la ascensión, con 41 años y cerca de cien kilos de peso, prolongaron cinco años su carrera burocrática. En las purgas estalinistas de 1938 fue acusado de espionaje y ejecutado. La hazaña de Yevgueni Abalákov como conquistador del pico más alto de la URSS apareció en toda la Prensa y fue aclamado como «Alpinista nº 1». Su recompensa económica le alcanzó para comprarse un abrigo.

Alcanzar la cumbre

Un año después les llegó otra oportunidad a los Abalákov y, también, de la mano de un alto funcionario, Nikolái Krylenko, comisario del Pueblo de Justicia, quien, según Solzhenitsin, había condenado a muerte o desterrado a Siberia a quince millones de personas. Krylenko, asimismo compañero de Lenin en Suiza y aficionado al alpinismo, decidió imitar a Gorbunov: objetivo, el pico Lenin (7.165 ms.), tercera altura de la URSS, escalada unos años antes por una expedición alemana, pero esta vez se subiría por la cara norte bajo la dirección de los Abalákov. Tuvieron que instruir a sus compañeros y sufrieron retrasos a causa de Krylenko, que llegó a la base con un laboratorio fisiológico y una estatua de Lenin y debieron subir a los tres. El 29 de agosto de 1934, a unos siete mil metros, Krylenko capitula: emplazan laboratorio y estatua y regresan. En el campamento base el jefe acepta que los Abalákov traten de alcanzar la cumbre acompañados de tres militares. Por cierto, la hazaña no salvó al terrible Krylenko, ejecutado por espía en 1938. El 7 de septiembre, a 7.000 ms., uno de los militares sufre lesiones que le impiden continuar y Yevgueni debe ayudarle a descender mientras los otros tres, encabezados por Vitali, hacían cumbre (7.134 ms.).
Vitali prolongó su vida como escalador hasta que perdió parte de una mano y de un pie por congelación en el Khan Tengri, un siete mil difícil. Tuvo, también, su problema político: fue acusado de utilizar técnicas extranjeras de escalada, ¡lo que le hacía sospecho de ser un espía nazi! Se salvó de esa, de la invasión alemana y del estalinismo, y sus hazañas continuaron en los laboratorios, donde se le reconocen varios inventos. Murió anciano y famoso en 1986.

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