¿Qué pasó en la Camboya comunista para que haya dos millones de muertos en fosas comunes?
Durante el debate sobre el Estado de la Nación, Pedro Sánchez repetía el eterno rumor de que España es el país con más fosas comunes tras Camboya, donde los jemeres rojos exterminaron a más de un millón de personas. Pero según los expertos y fuentes como «Newtral», no existen evidencias históricas que corroboren ese segundo puesto
Creada:
Última actualización:
La plaga de Atenas (siglo V a. C), la de Justiniano (VI) y la peste Negra (XIV) tienen en común que atacaron a la sociedad con una excesiva mortalidad superior, en casos, al 30% de la población. Causadas por una bacteria asesina, probablemente la Yersina Pestis, es una de las explicaciones del por qué en aquellos momentos la esperanza de vida en el mundo apenas superaba los 30 años de media.
Enfermedades, guerras, hambre, accidentes, brutalismos. Por eso Julian Huxley, uno de los padres fundadores y también primer director general de la UNESCO, decía que la vida del hombre a lo largo de la historia había sido corta, desagradable y cruel. En 1957 propuso como solución la trascendencia del hombre a sí mismo para superar esta situación en un breve artículo, «Transhumanismo». Por ello se le atribuye erróneamente la fundación del movimiento que utiliza ese nombre, pero que nada tiene que ver con Huxley.
En la actual Camboya se estableció entre los siglos IX y XV el imperio Jemer o Khmer. Encontramos diferentes grafías debido a que el idioma camboyano cuenta con un extenso alfabeto de 72 letras, de las que 32 son vocales. El imperio Jemer dejó como herencia el complejo de templos de Angkor. Situados en una zona que pudo albergar la ciudad más importante y grande de la historia hasta la llegada de la Revolución Industrial.
Un complejo sistema hidráulico y una óptima gestión agrícola pudo haber generado alimento para cerca del millón de personas. El conocido templo de Angkor Wat, presente en la bandera de Camboya y en los folletos de las agencias de viajes, es la mayor estructura religiosa construida. Por cierto, la primera noticia que se tuvo en Europa de estas ciclópeas estructuras fue gracias a un español, Marcelo de Ribadeneyra, quien las describe como ruinas en la obra «Historia de las islas del archipiélago, y reinos de la gran China, Malaca, Siam, Camboya y Japón», publicada en 1601.
Seducido por Stalin
Saloth Sar nace en 1925 en el protectorado francés de Camboya, en una familia agraria acomodada en un momento de gran influencia europea en su zona por Indochina. Su padre le envía a estudiar a la capital, donde recibe una educación de base francesa. Con 20 años conoce los templos de Angkor y queda fascinado por su magnificencia. Aquella visión contribuiría con el tiempo a que bajo un síndrome de Hubris, Saloth Sar pensara que el pueblo camboyano era capaz de todo bajo su dirección.
Como privilegiado, pudo viajar a París para estudiar, donde entra en contacto con círculos marxistas y se afilia al Partido Comunista Francés. Queda seducido por las ideas y los textos de Stalin y Mao, especialmente en los planteamientos de hacer revoluciones en los territorios coloniales. En los 60 del siglo pasado, Saloth Sar, convertido en Pol Pot, se hace con las riendas del Partido Comunista de Kampuchea.
Poco a poco los comunistas escalan posiciones en Camboya, situación que afianzan a partir de los 70 y en gran motivo por la desestabilización militar y económica y los atroces bombardeos que EE UU origina en la zona. El grupo será posteriormente conocido como Jemeres Rojos, sobrenombre puesto por Norodom Sihanok, rey de Camboya, pues los seguidores de Pol Pot se denominaban a sí mismos kampucheanos. Pretendía poner de manifiesto las ínfulas de los revolucionarios en relación con el grandioso pasado jemer que vemos hoy en Angkor Wat. Por cierto, el libro Guinness de los récords señala a Norodom Sihanok como la persona que más cargos políticos ha desempeñado en el siglo XX.
En 1975 los jemeres rojos toman la capital, Phnom Penh, y comienza el año cero del régimen de terror. La primera medida fue expulsar a la gente de la capital. Les ordenó abandonar sus casas y partir hacia el campo. Incluso vaciaron los hospitales. La sociedad sufrió un proceso de reeducación para adecuarse a una nueva vida rural. A modo de eugenesia, los jemeres rojos eliminaron a los ancianos o enfermos inservibles para labrar la tierra. El ideario afirmaba que el campo redimiría a los capitalistas de su anterior vida. Fruto del desastre organizativo, el hambre no tardó en aparecer y el régimen lo usó como mecanismo de control. Han pasado 50 años desde entonces y hoy seguimos teniendo en el mundo ejemplos de regímenes comunistas que usan el hambre contra el pueblo.
Pol Pot destruyó lo que él consideraba elementos burgueses como universidades, fábricas o bibliotecas. Estudiar era un acto burgués y estaba prohibido. Solo le faltó derogar por decreto revolucionario la ley de la gravedad. El nuevo régimen condenó cosas tan absurdas como las medicinas, la elección de pareja o amigos, el trabajo administrativo y el deporte (que hacía perder el tiempo de forma capitalista). Pol Pot exterminó a sus deportistas y bajo su régimen pereció el 90% de los médicos del país.
Consideraba que las ideas capitalistas intoxicaban a las personas de la misma forma que lo hacían los virus. El capitalismo llegaba del extranjero y penetraba en las ciudades por los intelectuales. Por eso las personas que hablaban idiomas o usaban gafas ya estaban condenadas. Ese comunismo de Estado de los jemeres rojos, esa manera de hacer las cosas en Camboya, la forma social de actuar en grupo eliminando la autonomía individual y el propio partido que supervisaba la nueva construcción social conformaban el Angkar. Empero fruto de los desastres y de no cumplir con los objetivos aparecieron los enemigos de la revolución por todas partes.
La falta de medicinas, alimentos o trabajadores cualificados no eran los culpables de la mala situación. El pecado era el enemigo oculto que desde dentro torpedeaba los ideales y el glorioso sueño del Angkar. Los militantes debían realizar confesiones públicas sobre los pensamientos poco revolucionarios o actuaciones poco diligentes, y Pol Pot lo aprovechó para liquidar a la mitad de sus propios jemeres rojos.
Los niños no habían tenido tiempo de contagiarse con el capitalismo y por eso el régimen les otorgó poder militar. No eran de sus padres, por lo que las comunas al servicio del Estado comunista podían proceder a un lavado de cerebro y a la implantación de la nueva ideología. Parece una atrocidad imaginarse a un niño de doce años organizando ejecuciones. La sociedad comunista perfecta debía construirse desde cero y la base tenía que ser los campesinos pobres. El Angkar consideraba que el arroz era el motor de la economía camboyana que podía devolver el pasado glorioso del imperio Jemer. Parecía que el partido Comunista solo quería arroz. Uno de los dogmas principales del partido fue: «Si tenemos arroz, lo tenemos todo».
El comunismo de Estado de Pol Pot configura una pesadilla de casi cuatro años. Amnistía Internacional señala que los jemeres rojos del Partido Comunista de Kampuchea cometieron entre millón y medio y dos millones doscientos mil asesinatos que supusieron entre una quinta y una tercera parte de la población. Un porcentaje similar al de las antiguas pestes y epidemias. Empero el causante no fue una bacteria, sino un ideario político comunista. Pol Pot confesó al final de sus días que su conciencia estaba limpia porque sus ideas eran construir una sociedad mejor.
- Felipe Debasa es profesor de Mundo Actual de la URJC y director del Máster en UE y China