Asesinos en serie (III)

Enriqueta Martí, una mujer con dos caras

Todavía se desconoce el número de niños que mató, pero en el momento de su arresto se localizaron los restos de doce cuerpos, aunque se cree que sus víctimas fueron muchas más

Enriqueta Martí, una asesina sin escrúpulos que se cebó en los más indefensos
Enriqueta Martí, una asesina sin escrúpulos que se cebó en los más indefensosWikimedia

Nació en Sant Feliu de Llobregat en 1868. A temprana edad se trasladó a Barcelona. Allí empezó a trabajar como niñera. Un trabajo muy común en aquella época. Luego ejerció la prostitución. Conoció a Joan Pujaló. Era un pintor incomprendido y fracasado. Se ganaba la vida haciendo retratos. Se casaron en 1902. El matrimonio duró 10 años, aunque se separaron seis veces. Pujaló declaró que el fracasó por la afición de su mujer por los hombres, su carácter extraño, falso, impredecible, y sus continuas visitas a las casas de mala vida.

Ese carácter extraño la llevó a tener una doble vida. La Enriqueta de día en nada se parecía a la de la noche. Durante el día mendigaba por diferentes instituciones benéficas de la ciudad. Se vestía con harapos e, incluso, reclutaba niños y niñas para dar más pena. Ella y sus falsos hijos pasaban hambre. Ningún centro les negaba asistencia. Por la noche todo era diferente. Se vestía con sus mejores galas y paseaba por el Liceo o por el Casino de la Rabassada. Se dejaba ver por los sitios donde la burguesía y la gente acomodada se reunía. Enriqueta Martí tenía fama de proxeneta y en estos lugares ofrecía el servicio de los niños que ella misma tenía a su cargo.

Se llevó a la tumba el número de niños que asesinó. En el momento de su detención se localizaron 12 restos de cadáveres. En aquel momento vivía en la calle Poniente –hoy Joaquín Costa– número 29, entresuelo primera. También, como veremos, se localizaron restos en otros inmuebles. Con toda seguridad, el número de víctimas fue mayor. La demanda de las pócimas que hacía era alta y tuvo que asesinar a muchas criaturas.

Un error fue el motivo de su detención. El 10 de febrero de 1912 secuestró a Teresita Guitart Congost en la calle San Vicente. Parece ser que era de noche. Ana Congost iba con su hija cogida de la mano. Al llegar a la puerta de su casa se puso a hablar con una vecina. Soltó la mano de Teresita. La niña desapareció. Ana Congost supuso que había ido al piso. Después de hablar con la vecina subió. Al entrar en casa el marido, Juan Guitart, le preguntó por la niña. ¿No está contigo?, le preguntó. Ante la negativa del marido bajó corriendo las escaleras. Corrió y gritó el nombre de su hija. Esta no respondió. Había desaparecido.

Según se supo luego Teresita Guitart en vez de subir a casa se alejó. Sintió cómo la mano de una mujer le cogía la mano: «Ven, bonita, ven, que tengo dulces para ti». Teresita, al ver que se alejaban demasiado de su madre se soltó y empezó a correr. Enriqueta Martí desplegó un trapo negro. Cubrió a la niña para que nadie la viera, la cogió en brazos y desapareció en la oscuridad de la noche.

Detuvieron a Enriqueta Martí por el secuestro de Teresita Guitart. Del Palacio de Justicia la llevaron a la cárcel de mujeres Reina Amalia. En prisión intentó quitarse la vida cortándose las venas. Eso indignó a la sociedad civil barcelonesa. Consideraban que debían ejecutarla en el garrote vil. Según la nota oficial policial murió de una paliza de sus compañeras el 12 de mayo de 1913.

Jordi Corominas, en la Barcelona de 1912 y con respecto a una posible leyenda urbana negra sobre Enriqueta Martí, concluye que «fue en realidad una mujer marcada por un hecho que le destrozó la vida, la muerte de un hijo, con apenas diez meses, a causa de la malnutrición. Perturbada por esa situación secuestró a Teresita. Tal vez para buscarle una compañía a Angeleta, la otra niña que ella cuidaba, en el piso que compartía con el abuelo. Pero la suya no era una mente analítica ni criminal. Hoy hubiera recibido atención psiquiátrica […] Enriqueta no era una asesina sino más bien paradigma de una Barcelona pobre y desesperada que era la que no acostumbraba a salir en los medios».

Elsa Plaza, en «Desmontando el caso de La Vampira del Raval», con respecto a todo esto escribe que «lo único cierto es que Enriqueta secuestró a Teresita por motivos que nunca conoceremos. Su abogado defendió que sufría un trastorno por no poder ser madre. Angelita era su sobrina y ella la cuidaba. Respecto a los huesos, se demostró que eran de una persona de unos 25 años. Ella era curandera y, en aquella época, se pensaba que tener determinados tipos de huesos en casa traía suerte».