Los poderes del regente Cardenal Cisneros
En sus manos quedó todo el poder eclesiástico, como Primado, Arzobispo e Inquisidor general y movió los hilos de la sucesión al trono en la sombra
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El 25 de septiembre de 1506 el rey de Castilla, iure uxoris, Felipe I el Hermoso fallecía en Casa del Cordón, en Burgos. Algunos atribuyeron su muerte a un envenenamiento ordenado por su suegro Fernando el Católico. Lo cierto es que cayó enfermo después de hacer intenso deporte y los médicos mandaron que se le hicieran varias sangrías. Dicen que se tomó un vaso de agua fría y eso provocó su enfermedad. Las sangrías tampoco ayudaron mucho a sanarlo. Sea como fuere, falleció a los 28 años y su entierro ha sido el más largo de la historia, durando 19 días.
El hecho destacado de esa muerte es que, aquel mismo día, el cardenal Francisco Ximénez de Cisneros (1436-1517) fue nombrado regente de Castilla. El Cardenal Cisneros, después del Cardenal Mendoza, es la persona con más poder político y religioso en la España de los Reyes Católicos. Perteneciente a la orden franciscana, el 20 de febrero de 1495 lo nombraron Arzobispo de Toledo y Primado de España, sustituyendo por fallecimiento al Cardenal Mendoza. En 1507 sustituyó al arzobispo de Sevilla, Diego de Deza, como Inquisidor General de España. En sus manos quedó todo el poder eclesiástico, como Primado, Arzobispo e Inquisidor general.
Al morir Felipe I se le nombró regente del Reino de Castilla y se creó un Consejo de Regencia interino. Este Consejo, presidido por Cisneros, estaba formado por Fadrique Enríquez de Velasco, Almirante de castilla, Bernardino Fernández de Velasco y Mendoza, Condestable de Castilla; Pedro Manrique de Lara y Sandoval, dique de Nájera; Diego Hurtado de Mendoza de la Vega y Luna, duque del Infantado; Andrés del Burgo, embajador del Emperador; y Filiberto de Vere, mayordomo mayor de Felipe I.
Recordemos que la heredera al trono era Juana I de Castilla. Al morir su esposo no ejerció ningún poder y, a partir del 1509 vivió encerrada en Tordesillas. Por eso se estableció la regencia, a la espera que Fernando el Católico regresara a Castilla. Esta decisión la tomó Cisneros sin consultársela a la reina Juana ni a aquellos que eran favorables a que el emperador Maximiliano se hiciera cargo del trono, hasta que el futuro Carlos I fuera menor de edad. Lo convenció y, a pesar de las prohibiciones y desavenencias con Juana I, Cisneros y el Consejo hicieron un intento de convocar Cortes. Este fue fallido, pues la reina las rechazó. Después de tomar posesión del Reino de Nápoles, el 28 de agosto de 1507, Fernando el Católico visitó a su hija. Consiguió convencerla y se convirtió en regente de Castilla.
La tranquilidad finalizó el 23 de enero de 1516 con la muerte de Fernando el Católico. En la mente de Fernando no estaba que astilla y Aragón se unieran en un solo reino. Prueba de ello es su boca con Germana de Foix. Con ella quiso tener un heredero para la Corona de Aragón. No lo consiguió. Ahora bien, esta idea que hemos dicho queda de manifiesto, en su voluntad una vez fallecido. El reino lo heredó su hija Juana con dos regencias. La de Castilla al Cardenal Cisneros y la de Aragón a Alfonso de Aragón, su hijo. Ambos ostentaron la regencia hasta la llegada de Carlos I a España. Durante estos casi dos años Cisneros hubo de afrontar las intrigas de los nobles castellanos y de los consejeros del emperador Carlos, enviados por este a la Corte. A parte de estabilizar el gobierno de España en las Indias, e implantando la Milicia de la Ordenanza.
Las intrigas palaciegas fueron dobles. Por una parte estaban los partidarios de no nombrar a Carlos rey, sino a su hermano Fernando, educado en España por su abuelo Fernando el Católico. Tengamos en cuenta que Carlos nunca había pisado España y que desconocía el castellano. Para atajar posibles conspiraciones, Cisneros nombró a Luis Fernández Manrique de Lara y Noroña, marqués de Aguilar de Campoo como gobernador de su persona y casa, del emperador Carlos.
Después estaban los que no querían a Carlos y seguían siendo fieles a Juana I. A estos no les importaba la inestabilidad mental de la reina. En uno de los múltiples enfrentamientos con aquellos nobles, le conminaron a mostrar públicamente los poderes por los cuales ejercía la regencia. El Cardenal Cisneros los miró y les dijo, mientras apuntaba con su dedo al exterior de la estancia: “¡Estos son mis poderes!”. Los ahí presentes pudieron ver que abajo, en el patio, estaba alineada en formación de combate un batallón de artillería.
Para zanjar el tema Carlos fue proclamado rey de Castilla y Aragón en Bruselas. Por orden de Cisneros, Carlos tenía que venir a España y refrendar los juramentos ate las Cortes de Castilla y Aragón. Se fijó el 5 de noviembre de 1517 para que se encontraran Cisneros y el nuevo rey. El encuentro se retrasó. Cisneros falleció el 8 de noviembre de 1517, sin llegar a entrevistarse con Carlos I. Cuando llegó a Valladolid el nuevo rey, en noviembre de 1517, entre las personas que los recibieron, estaba su abuela Germana de Foix. De lo que surgió de aquel encuentro entre ambos hablaremos en una próxima ocasión.