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La profunda huella española en América del Norte

José Antonio Crespo-Francés publica “De Coronado a Oñate”, que rescata las olvidadas expediciones hacia el Septentrión de Nueva España buscando el paso a la China
Augusto Ferrer-Dalmau

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El actual Suroeste de los Estados Unidos de América, el Septentrión de lo que fue el virreinato de Nueva España, constituye una amplia región continental que comprende territorios de climatología extrema. Son los actuales estados de Arizona, California, Colorado Nevada Nuevo México, Utah, Oklahoma y Texas. «Los españoles fueron primeros europeos en explorar y colonizar estos vastos territorios tras la creación del virreinato de Nueva España, cuyo primer virrey, don Antonio de Mendoza, dio inicio al cumplimiento de las directrices marcadas por el rey de España para la exploración, asentamiento y poblamiento de los nuevos territorios adquiridos al amparo del Tratado de Tordesillas y siempre en peligro frente a las apetencias de otras potencias europeas», esto explica el coronel de Infantería y doctor en Humanidades José Antonio Crespo-Francés en su nuevo libro «De Coronado a Oñate. Buscando el paso a la China» (Editorial ACTAS). Crespo-Francés es un experimentado investigador sobre la exploración y presencia española en Norteamérica y el Pacífico, así como sobre sus personajes olvidados. En este ensayo se centra «en las expediciones que se lanzaron hacia el norte con un objetivo claro del que generalmente no se habla y era encontrar un brazo de mar que uniera el mar del Sur, el océano Pacífico, con el mar del norte, el océano Atlántico».
La presencia española en el Septentrión de Nueva España, el México actual, dejó una huella muy importante como demuestra la gran cantidad de topónimos y costumbres que aún permanecen en la zona. Cabeza de Vaca se había adentrado en el continente llegando casi hasta el Gran Cañón y tras un itinerario épico, trajo al sur información de muchos pueblos diferentes que había encontrado, así empezó a alimentarse la búsqueda del mito de las siete ciudades de Cíbola.
Por las grandes llanuras
Con ese relato sobre las nuevas tierras, Francisco Vázquez de Coronado acometería el primer embate explorador, entre 1540 y 1542. Tras él, Juan de Oñate en 1598 se convertiría en el fundador de Nuevo México, dirigiendo expediciones hacia el Pacífico y las Grandes Llanuras. Uno de los objetivos que pretende Crespo-Francés es demostrar que «las expediciones españolas no eran acciones aisladas de los conquistadores sin coordinación alguna, cuando en realidad había una orden de la Corona española que se ejecutaba a través de los virreyes». Fruto de ello «son estas expediciones que se lanzaron hacia el norte buscando el estrecho de Anián que nombraba Marco Polo en su mapa y que unía los dos mares, porque no existía una noción de la dimensión del continente –explica–. En el mapa de Martin Waldseemüller, América del Norte se ve como una franja muy estrecha y creen que se puede pasar con facilidad. Hay mapas en los que California es una península descomunal y al lado se ve una isla de Japón. Por eso Cortés creyó en sus primeras expediciones que con una ligera navegación llegaría al otro lado. Pensaba que Nueva España y Asia estaban separadas solamente por un golfo, pero la realidad era mucho más frustrante, era el océano más grande de la Tierra», significa Crespo-Francés, que reitera que «todas las salidas que se hacen hacia el norte, tanto las grandes como la de Coronado, como otras más pequeñas como la de Espejo o la de Rodríguez, tenían las instrucciones del virrey Velasco para que encontrasen un brazo de mar y establecer un puerto que les permitiera pasar de un mar a otro, porque el objetivo final era llegar a Asia como fuera».
Para regular las colonizaciones, en 1573 se dictan las «Ordenanzas de descubrimiento, nueva población y pacificación de las Indias», cuyo espíritu era el respeto a las poblaciones indígenas, tanto a las tierras como a las personas, esto era lo básico y supone una gran diferencia con otros países y, aunque como en todas las legislaciones, se comenten errores, se tratan de corregir. Inglaterra y Holanda, en cambio, crean compañías en multipropiedad de empresarios con los que se asocia el rey como uno más y a esas compañías les permite legislar según sus intereses y poner sus normas, incluso tener un ejército propio, algo radicalmente opuesto a lo que se diseña desde España, que dicta unas ordenanzas sobre cómo hay que hacer los asentamientos y poblar, siempre siguiendo unas normas y unas leyes, y si algún gobernante hacía algo mal, se le sometía a un juicio de residencia, porque la ley estaba por encima de todo», explica el autor.

Leyes para todos y castigo a los abusos

«Que España dictara unas Ordenanzas basadas en el respeto indígena no significa que hubiese gente mala –explica Crespo-Francés–, como el fundador de Nueva Galicia, Nuño Beltrán, un criminal que abusó de los indios, que fue denunciado, encadenado y conducido a Madrid para ser juzgado». También Juan de Oñate «fue denunciado y condenado, tras el juicio fue sentenciado a pagar 6.000 ducados y a no regresar a Nuevo México. Murió en España totalmente olvidado».