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Abd el-Krim, de servir a España a ser su carnicero

El líder rifeño había pedido la nacionalidad española y después cometió la mayor matanza de europeos de la época colonial: 10.000 hombres perecieron a sangre fría
El líder rifeño Abd el-Krim
El líder rifeño Abd el-KrimLa Razón

Madrid Creada:

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Provocó la mayor matanza de europeos de la época colonial, superando las derrotas sufridas por el Reino Unido, Francia e Italia. 10.000 españoles fueron asesinados a manos de los hombres de Abd el-Krim en el llamado «Desastre de Annual», en 1921. Su familia llevaba décadas siendo aliada de España, enriqueciéndose como agentes españoles, y él y su hermano estudiaron en la Península. Incluso su hermano menor, M’hamed, recibió su formación de ingeniero a costa del Estado español. Es más; Abd el-Krim había solicitado poco tiempo antes la nacionalidad diciendo que sería «de los más adictos servidores de la nación española». A pesar de esto fue un traidor.
Nació en una familia adinerada de Beni Urriaguel en 1882 o 1883. Su padre era jefe del clan, y se esforzó por estrechar el vínculo con España. Para eso dio a Abd el-Krim la mejor educación que pudo. Estudió el bachillerato español en Tetuán y Melilla, derecho islámico en la Universidad de Qarawiyyin, y letras en la Universidad de Salamanca. Los islamistas pensaban que la familia de Abd el-Krim se había vendido a los cristianos. No era eso, sino que la relación con España era un buen negocio. Algunas minas había de por medio. El asunto económico sonaba tan bien que Abd el-Krim solicitó la nacionalidad, como ya hemos señalado, y las autoridades fueron favorables, alegando que su familia era de las más adictas del campo de Alhucemas. Su padre, que era un informador al servicio de España, recibía dinero por permitir el desembarco de tropas españolas en dicha bahía desde1911.
Abd el-Krim se convirtió así en una persona de confianza, muy cercana a España, y mimada por las autoridades. Se le concedieron la Cruz de Caballero de Isabel la Católica, las cruces roja y blanca de primera clase del mérito militar y la Medalla de África. Hasta fue nombrado «Maestro moro de la Escuela de Indígenas». Las vejaciones que contaba a los rifeños que había sufrido para enardecerlos y empujarlos al bestialismo eran inventadas. Trabajó como traductor para la administración colonial española, y escribiente en la Oficina Central de Tropas y Asuntos Indígenas en Melilla. En esas tareas conoció a las autoridades militares españolas, en especial al general Silvestre, al que luego derrotó en Annual. Abd el-Krim, según confesó a Luis de Oteyza en una entrevista en 1922, se consideraba amigo de Silvestre. Sin embargo, se convirtió en un agente alemán durante la Primera Guerra Mundial. Esto le llevó a ser detenido y llevado al fuerte de Rostrogordo, un penal melillense. Al salir de prisión, en 1916, lleno de rencor, comenzó a preparar el levantamiento contra españoles y franceses a pesar de que España le restituyó sus empleos públicos.
El 21 de julio de 1921 se produjo el «Desastre de Annual». 10.000 españoles asesinados, la mayoría a sangre fría, cortando su cuello, empleando todo tipo de vejaciones. Durante 18 días, los rifeños estuvieron matando españoles, en un auténtico genocidio donde se les dejaba morir de sed, o desangrados tras cortarles las orejas, la nariz y los testículos. Los prisioneros españoles no eran casi alimentados, les hacían trabajar hasta la extenuación, y sufrían terribles palizas. Los muertos eran enterrados donde caían. El Gobierno español hizo de todo para rescatar a los prisioneros. Aun así, Abd el-Krim decía en una entrevista en 1922: «Los españoles son bienvenidos aquí». Tras su victoria sangrienta en Annual, Abd el-Krim consiguió unificar a las cabilas contra Francia en mayo de 1924. El objetivo era entrar en Fez, pero el ejército francés, dirigido por el general Colombatt, estaba compuesto por fusileros senegaleses, no europeos, y los miles de bajas quedaron en silencio.
El desembarco de Alhucemas, dirigido por Primo de Rivera y acordado con Pétain, con fuerzas españolas y francesas, acabó con Abd el-Krim. Se entregó a Francia para eludir el peso de la justicia española, que hubiera sido más dura con el rifeño. Fue llevado en 1926 a la isla de Reunión, en Madagascar, con una gran fortuna, donde permaneció hasta 1947. Se escapó, y el rey de Egipto le dio cobijo. Desde allí, y despreciando al rey de Marruecos, al que consideraba un títere francés, siguió su lucha por la descolonización del Magreb. Lo escribió Sartre en el prólogo al libro infame de Frantz Fanon, titulado «Los condenados de la tierra»: el indígena «se hace hombre matando» al colonialista, por eso «en los primeros momentos de la rebelión, hay que matar: matar a un europeo es matar dos pájaros de un tiro, suprimir a la vez a un opresor y a un oprimido» por el capitalismo. En fin.

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