Objetos universales

De los enjuagues con orina al cepillo de dientes

Manual o eléctrico, es un invento medieval chino, y su producción en masa con cerdas animales no llega hasta el siglo XIX. En 1938 se empezó a fabricar el actual

Cepillo de dientes perteneciente al estuche de viaje de Fernando VII
Cepillo de dientes perteneciente al estuche de viaje de Fernando VIIMuseo del Prado

La mayoría de las afecciones dentales se deben a una acumulación de sustancias entre dientes y encías, lo que ha preocupado desde la Prehistoria a los hombres. Posiblemente utilizaron fibras vegetales para limpiarse los dientes pero no hay evidencia arqueológica. Algunos restos humanos del Paleolítico superior del yacimiento de Riparo Fredian, una zona montañosa en el norte de la Toscana en Italia datados en el 13.000 a.C., presentan caries. En el caso de los sumerios ya se limpiaban la dentadura con una mezcla hecha de sulfato de alumina y potasa, es decir alumbre, menta y una hierba aromática llamada turu. El historiador Plinio el Viejo cuenta cómo los egipcios se limpiaban los dientes con una caña o con una rama masticada a las que aplicaban una especie de pasta dentífrica hecha a base de raíces de plantas, y hacían enjuagues con natrón disuelto en agua con sal para blanquear sus dientes. En el papiro de Ebers (1550 a.C.) se encuentran referencias a enfermedades dentales, como Gingivitis, Atrición, Pulpitis y sus correspondientes tratamientos. En las tumbas excavadas no suelen existir restos de cañas o ramas que sugieran su uso como cepillos dentales. Por el contrario, muchas momias presentan sarro e incluso empastes dentales. Aunque las caries no eran muy frecuentes en la Antigüedad la introducción masiva de hidratos de carbono en la dieta cambió ese patrón. A su vez, han identificado algunos de los ingredientes naturales de estas «pastas» improvisadas con las que rellenaban los dientes: comino, incienso, mirra, resina, y loto azul.

Roma dedicaba cuidados especiales a la higiene bucal. Tras las comidas, era habitual usar mondadientes («dentiscalpia») que no era otra cosa que un palillo de madera, una pluma o una astilla de algún material que se pudiera utilizar fácilmente para este propósito. Marcial nos dice al respecto que «el de lentisco es mejor, pero si no tienes un palillo de madera, una pluma puede escamondar tus dientes». Utilizaban la misma pasta dental blanqueadora que los egipcios, llegando a mascar laurel o tomar pastillas aromáticas, como las inventadas por el famoso perfumista Cosmo para mejorar el aliento. Usaron también enjuagues de orina para blanquear sus dientes según una costumbre importada del norte de África y de Hispania como reflejada Cátulo (m.54 a.C), para atacar a un rival en amores, un tal Egnacio al que acusa de lavarse la boca con orina según la costumbre celtibérica.

Entre Oriente y Occidente

A pesar del uso de todos estos ungüentos las dentaduras romanas debían de ser pestilentes y enfermas, al igual que la de los hombres del medievo, con excepciones en el mundo islámico donde se propugnó el uso del «miswak», también llamado «siwat», un palo de mascar de Salvadora pérsica, más conocida como árbol de la mostaza o árbol de arac, que tiene propiedades antibacterianas por lo que evita la formación de la placa dental y el deterioro de la dentadura llegando incluso a calmar el dolor de muelas y detener una caries que ya se ha empezado a formar. Se usaban ya en Persia y en la Arabia preislámica, siendo su eficacia conocida y por lo tanto se recomendaba su uso en los hadices, pequeñas narraciones que recogen la vida de Mahoma empleadas tradicionalmente como parte de la jurisprudencia islámica en época medieval.

El uso del «miswak» se recomienda en situaciones previas a la práctica religiosa, antes de entrar en casa, antes y después de ir de viaje, los viernes, antes de dormir y después de despertarse, si se tiene hambre o sed y antes de entrar en cualquier buena reunión. Pero por mucho que la herramienta se usase no es tan eficaz como el actual cepillo de dientes. A finales del siglo XV el emperador de la dinastía Ming Hongzhi patentó un instrumento similar al cepillo de dientes hecho con cerdas de puerco unidos a un soporte de hueso o bambú. Se cree que los contactos ente Oriente y Occidente hacen llegar este utensilio a Europa en el siglo XVII. En todas las cortes Europeas se implantó el uso del cepillo dental fabricado manualmente, pero sustituyendo las crines de cerdo por las de caballo que eran más suaves implantadas en un mango de oro o nácar para los reyes y clases privilegiadas: el de Napoleón tenía el mango de oro o plata dorada al igual que el de Fernando VII. A pesar de su implantación cortesana la gente común seguía utilizando conchas trituradas u hollín para limpiase los dientes con un paño. En 1780, Willian Addis un empresario inglés comenzó la producción en masa de cepillos de dientes con cerdas animales, en 1808 le deja el negocio a su hijo mayor, el Wisdom Tooth Brush, una empresa que permaneció en su familia hasta 1996. En 1840 los cepillos de dientes se fabricaban en masa en Inglaterra, Francia y Alemania, y a finales del siglo también en Japón. Hay que esperar a 1938 para que la compañía Du Pont de Nemours introdujese las cerdas de nailon, y 1961 para el lanzamiento masivo del primer cepillo dental eléctrico.

Hoy es un acto cotidiano. En 2003 el cepillo de dientes fue seleccionado como uno de los grandes inventos de la humanidad según el índice de invención de Lemenson-MIT, por encima del automóvil o el ordenador. Ya no necesitamos enjuagues de orina o alumbre para blanquear nuestros dientes y cuidar nuestra sonrisa.