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Las fiestas más salvajes

Freddie Mercury en Ibiza: la madre de todos los desmadres

Cuarenta años después de este cumpleaños, sigue siendo recordado como uno de los más excesivos de la historia

Las fiestas de Freddie Mercury en Ibiza LR

No tenemos una crónica detallada de esta fiesta, pero algunas cifras ayudan a orientarnos. Sabemos, por ejemplo, que terminó con 232 vasos rotos, lo cual no está mal para 500 invitados. También conocemos que se tardaron tres días en inflar con helio los miles de globos negros y dorados que decoraban el espacio y que alguien estuvo a punto de causar una desgracia al quemar uno con un mechero para divertir a una chica con la que estaba ligando. El desfase se alargó durante tres días y se consumieron 350 botellas de Moët Chandon. Hablamos de la fiesta de 41 cumpleaños de Freddie Mercury en el hotel Pikes de Ibiza, una de las más legendarias del cantante, celebrada el 5 de septiembre de 1987.

Tampoco tenemos el dato de cuánto dinero se gastó en ella, ya que cuando Tony Pikes –dueño australiano del establecimiento– preguntó a Mercury por el presupuesto este le contestó que «no hay», dándole carta blanca para gastar. El de Queen siempre había sido una persona generosa, pero ese año el dinero le importaba menos que nunca, ya que acababan de diagnosticarle sida, una enfermedad que tenía altas tasas de mortalidad en la época. No comentó su desgracia a ningún invitado. La celebración se planteó como la madre de todas las fiestas, algo con lo que superar su juerga de 1978 en el hotel Fairmont de Nueva Orleans, famosa por los enanos que portaban en la cabeza bandejas con cocaína boliviana, sorteando a un equipo de camareros que sirvieron desnudos toda la noche.

Las fiestas de Freddie Mercury en IbizaLR

Esta vez, en el hotel Pikes, la única condición del dueño del establecimiento fue que no le obligaran a comprar drogas. Cada invitado tuvo que conseguirse las suyas y algún tabloide publicó que se había visto a algunos espolvoreando cocaína en los cereales del desayuno. La prensa sensacionalista ejerció una triste influencia en la fiesta, ya que impidió la asistencia de Elton John porque en esos momentos le habían acusado de acostarse con chaperos menores de edad. Elton suspendió durante un tiempo sus salidas nocturnas y terminó ganando un juicio a Rupert Murdoch. Las dos únicas cosas que fallaron en el cumpleaños fue la asistencia del autor de «Your Song» y la inmensa tarta con forma de la Sagrada Familia de Gaudí, que se desplomó horas antes del comienzo.

Los cuatro vodkas con tónica de la discordia

La lista de invitados es espectacular: Julio Iglesias, Naomi Campbell, Tony Curtis, Bon Jovi, Van Damme, Kylie Minogue, Grace Jones, Boy George, Spandau Ballet...Si alguien hubiera puesto una bomba, habríamos tardado décadas en reconstruir el planeta pop. El desfase terminó con un impresionante espectáculo de fuegos artificiales. Mercury era habitual del Pikes, un cliente espléndido, educado y siempre agradecido con las atenciones del personal. Aunque la fiesta no tenía presupuesto, las cuentas fueron revisadas de manera minuciosa por el mánager de la banda, que protestó a Toni Pikes que incluyera «cuatro vodkas con tónica» cuando no recordaba que nadie hubiera pedido vodka. Tuvo que intervenir Freddie para aclarar que los había encargado él para los chicos de la barra. Hoy el espíritu de aquella fiesta inunda todo el hotel Pikes, que cuenta con muebles de Mercury, rincones dedicados a su memoria y fiestas en su honor donde el código de vestimenta exige llevar bigote, real, postizo o pintado. Aquella noche de 1987 fue la cima de este hotel boutique, hasta el punto de que los actuales propietarios (el grupo Ibiza Rocks) sigue explotando su aura.

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Lo que más le gustaba al cantante de Queen en sus frecuentes vacaciones en el Pikes era jugar al tenis y que le bajaran el piano para tocar cerca de piscina, operación que requería de seis hombres. Los clientes se encontraban entonces con el lujo de un concierto inesperado. La relación de cercanía llegó a tal punto que, en 1990, cuando Mercury ya estaba muy deteriorado, Pikes rompió su regla de no comprar drogas para los clientes. Su huésped más icónico le había pedido que le consiguiera cocaína para soportar el dolor y no quiso negarse. Como no tenía costumbre ni contactos, pidió ayuda al jefe de la policía local, que sabía que no le denunciaría porque era un gran fan de Queen.