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Libros

Moguer

«La calumnia es para mí lo único que merece la horca»

El escritor respondió en su autobiografía a las polémicas y preguntas que rodearon su existencia, como la contienda de 1936, el exilio o el recuerdo de su biblioteca

La Razón
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TESTAMENTO Y MEMORIA

«El libro va despacio, es mi testamento, y acaso no se publique hasta que yo muera». «Esta Vida, historia y leyenda, es (como) mi memoria completa sucesiva.

Yo llevo diariamente mi memoria como un universo en rotación y traslación. Miro, huelo, toco, oigo, gusto y siento de otras mil maneras y formas sin sentido determinado toda mi vida pasada, futura y presente. Y lo quisiera tener ante mí todo, además de dentro, como un espectáculo terreno y sideral para mí... y acaso para los otros».

EL OLOR DE LOS LIBROS

«Cuando llegaron mis libros de Madrid, el olor de los libros míos que fueron de mi madre se esparció (jazmín, madreselva, violeta, rosa conservadas entre las hojas) por toda la casa. Ya estoy en Moguer, Washington...».

LA SOCIEDAD DE SU TIEMPO

«Confío más en mi poesía, para ayudar a los hombres a ser mejores y ponerlos en paz, que en mis posibles golpes políticos o mis improbables gritos sociales. Por eso sigo cantando (cuando el dolor que me da la mala lucha humana me deja). Y cantando lo más delicada y bellamente que puedo».

ANTES DEL EXILIO

«Vino la guerra (. . .) Mi mujer y yo, no satisfechos de nuestro trabajo absurdo y mal ordenado en las grandes guarderías de niños, propusimos a la Asociación de Menores que nos permitiese tener 12 en un piso y con ellos estuvimos un mes ocupándonos de todo para atender a las necesidades y, agotados los recursos que teníamos, yo llevé al Monte de Piedad objetos valiosos de nuestra casa».

POESÍA EN LA GUERRA

«¿Cuál es la poesía de la guerra, qué deben hacer los poetas en la guerra? La poesía, como todo lo esencial y eterno, no se modifica con las circunstancias. En todo caso el poeta cumplirá con su deber y su conciencia, dejando, si es preciso, su trabajo literario propio de la paz, y poniéndose con su ideal. Toda su fe y su conducta con su ideal. Y su ejemplo. Hay casos tristes, como el de España, en el que el poeta libre pierde su fe y no sabe qué hacer, si ha visto lo que ha visto de un lado y otro. Pero puede alejarse de los poemas, nunca de su ideal, y dará por él todo, su hogar, su trabajo, su vida si es preciso antes de claudicar».

«Dichosos aquellos a quienes la guerra les sorprende de acuerdo con sus ideales, con los de antes y después de la guerra. Y ¿qué lección nos da la guerra y cuál es la poesía de la guerra? Sencillez de vida, profundo, intenso amor humano, cultivo moral, ideal, espiritual; comprensión, tolerancia, delicadeza de sentimiento. Y a los poetas, también que sean más sencillos, menos pedantes, más humanos, más idealistas, mejores en una palabra. Yo estoy seguro de que cultivando mi poesía ayudo al hombre a ser delicado, que es ser fuerte, más que haciendo balas».

AUTORRETRATO

«De mis críticos de mi persona, los malos amigos dicen que soy mal amigo y los buenos que soy escelente. Desde luego yo he sido demasiado exijente con mis amigos y siempre quise que fueran como el yo

que yo he querido siempre y no he podido ser. He deseado mal a algunos calumniadores porque la calumnia es para mí lo único que merece la horca, y he fastidiado mucho a los que han querido fastidiarme. Esto es sin duda por lo esplosivo que siempre soy. De mi escritura los unos dicen que tengo los dones completos de la poesía, los dones que antes dije yo que tengo, otros que no, otros que sí y que no y otros que qué sé yo».

EL CINE

«(...) El cine (mudo) con el jesto solo y misterioso está muy cerca de lo inefable».

PRIMEROS AÑOS

«Nací en Moguer –Andalucía– la noche de Navidad de 1881. Mi padre era castellano y tenía los ojos azules; mi madre es andaluza y tiene los ojos negros. La blanca maravilla de mi pueblo guardó mi infancia en una casa vieja, de grandes salones y verdes patios. De estos dulces años recuerdo bien que jugaba muy poco y que era gran amigo de la soledad; las solemnidades, las visitas, las iglesias me daban miedo. Mi mayor placer era hacer campitos y pasearme en el jardín, por las tardes, cuando volvía de la escuela y el cielo estaba rosa y lleno de aviones. Los once años entraron, de luto, en el colegio que tienen los jesuitas en el Puerto de Santa María; fui tristón, porque ya dejaba atrás algún sentimentalismo: la ventana por donde veía llover sobre el jardín, mi bosque, el sol poniente de mi calle. El colegio estaba sobre el mar y rodeado de grandes parques; cerca de mi dormitorio había una ventana que daba a la playa por donde, las noches de primavera, se veía el cielo profundo y dormido sobre el agua, y Cádiz, a lo lejos, con la luz triste de su faro».

MOGUER

¡«Despierto se me aparece con frecuencia una nada del tamaño del inmenso Moguer alto de horizontes infinitos, con sombras todavía sin río y unas largas luces cruzadas como el preludio de un cielo de mañana y tarde confundidos. Algo como un despertar primero sin conciencia. Poco después, un rincón de una sala esterada de junco y yo, entre cuatro sillas de caoba y damasco amarillo, formando una casita; yo callado, escondido, esperando algún misterio en forma de una niña que se llamaba Granadilla, el primer nombre que yo oí, recuerdo que después» (...).

MANIFIESTO

«Los abajo firmantes declaramos que en el conflicto que ha determinado la guerra civil de España, nos ponemos del lado del Gobierno de la República y del Pueblo, que con tan ejemplar heroísmo está combatiendo por sus libertades. Madrid, 30 de julio de 1936. Ramón Menéndez Pidal, Antonio Machado, Gregorio Marañón, Teófilo Hernando, Ramón Pérez de Ayala, Juan Ramón Jiménez, Gustavo Pittaluga, Juan de la Encina, Gonzalo Lafora, Antonio Marichalar, Pío del Río Hortega, José Ortega y Gasset, Ignacio Bolívar».

En todos los textos se respeta la ortografía de Juan RamónJiménez, por eso aparece «j» en lugar de «g» y «s» en lugar de «x».