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Entrevista

Elvira Roca Barea: «Las mujeres romanas eran sujeto de derecho frente a la invisibilidad de las griegas»

En «Ingrata patria», la autora de «Imperiofobia» rescata la ejemplar historia de Cornelia, la primera mujer con estatua en el Foro romano

Entrevista a Elvira Roca Barea
Entrevista a Elvira Roca Barea. David JarDavid JarFotógrafos

Tras los éxitos rotundos de los ensayos «Imperiofobia y leyenda negra» y «Fracasología»,Elvira Roca Barea, hija de El Borge, pueblito de la Axarquía malagueña, vuelve a incursionar en la novela –ya lo hizo con «Las brujas y el inquisidor» en 2023–, ahora con una de romanos, o, mejor dicho, de romanas. En «Ingrata patria» (Espasa) la autora reivindica, mediante unas cartas de su supuesta esclava griega Antígona, el valor y la altura moral de Cornelia –hija menor de Escipión el Africano–, quien educó a héroes –sus hijos Tiberio y Cayo Graco– y desafío al corrompido Senado romano.

En la introducción a la novela juega, al modo borgiano, con la existencia de la esclava Antígona y de sus cartas.

Bueno, es un juego, pero una parte grande es verdad: lo que se refiere al traductor Diego Guillén, a los errores, a la investigación en el archivo de Ursino y tal es real. Todo es real salvo el hallazgo de las cartas. Y sobre Antígona no tenemos ninguna constancia de su existencia; evidentemente, Cornelia tuvo personal de servicio muy cercano, esclavos... Necesitaba un narrador, porque no quería que fuese Cornelia a quien tuviera que atribuirle las cartas: porque la novela histórica tiene que tener unas cautelas con los personajes históricos.

¿Por qué novelar la República romana a través de la historia de esta olvidada mujer?

Me parece que Cornelia tuvo una historia apasionante: fue una mujer extraordinaria, reconocida como tal en su propia época; su fama rebasó los límites del Imperio romano, fue pedida en matrimonio por un faraón egipcio, fue la primera mujer a la que se erigió una estatua en el Foro estando viva todavía, una cosa absolutamente excepcional. Y siendo tan importante prácticamente es un personaje desconocido al que no se le ha dado el lugar que se merece.

Elige el género epistoilar para contar esta historia. Su memoria de licenciatura la dedicó a «La estética del discurso de las cartas de Plinio el joven». Entiendo que hay una relación ahí.

Hombre, es que es un género muy romano. Es decir, la escritura de cartas era algo que formaba parte de la vida literaria romana. Es un género que en las letras romanas está muy bien documentado y es muy usado. Casi era la opción obligada, o a mí me lo parecía; y también porque es un género muy olvidado.

El aliterativo título «Ingrata patria» es el epitafio de la tumba de Escipión el Africano («Ingrata patria, no tendrás mis cenizas»). Claro, es inevitable no acordarse de aquello que dijo Bergamín, que pidió ser enterrado en Fuenterrabía «para no dar mis huesos a tierra española». No es el caso del padre de Cornelia, ¿pero no cree que acusar a la patria de ser ingrata puede ser muestra de la propia ingratitud?

Bueno, puede serlo. Pero en el caso de Escipión, de su hija Cornelia y de sus nietos Tiberio y Cayo, no es que ellos fueran ingratos o no recibieran lo que ellos pensaban que debían recibir, es que fueron perseguidos hasta el asesinato: son varias generaciones de la familia para la que la palabra ingratitud creo que se queda corta. Fueron absolutamente masacrados: en este caso la expresión del Africano está muy justificada.

Uno de los temas principales de la novela es la traición de las élites; algo que ya abordó en «Fracasología». ¿Acaso la ruptura del pacto social por parte de la élite es inherente a la caída de un imperio o de un régimen?

Aquí traicionaron el pacto social que había hecho posible el engrandecimiento de esa República y que había llevado a Roma a convertirse en una potencia mundial. El asesinato de los hijos de Cornelia, su intento de restaurar leyes que eran sistemáticamente conculcadas... El fracaso de los Graco es el punto de no retorno de la República. Y sí, esta tración es un fenómeno que se ha dado recurrentemente a lo largo de la historia cuando la clase dirigente defiende sus propios intereses con una visión cortoplacista y estúpida: se aferran a sus privilegios malamente obtenidos hasta hacer reventar todo el sistema.

De la lectura de «Ingrata patria» se desprende que el rol de la mujer era mucho más destacado en Roma que en Grecia, frente a lo que se suele pensar.

Las mujeres romanas eran sujeto de derecho: podían pleitear, tenían derecho a tener propiedades, etcétera. Las mujeres griegas, exceptuando las espartanas, estuvieron sometidas a una situación de invisibilidad y de nada: no tenían ni siquiera visibilidad social. Las romanas mujeres de los sacerdotes formaban parte del culto al mismo nivel de ellos. La madre de Cornelia, Emilia Tercia, por ejemplo, promovió una de las revoluciones feministas en Roma, contra aquellos tribunos que se opusieron a la eliminación de las leyes suntuosas, que condenaron a las mujeres a un régimen de luto perpetuo.

En «Imperiofobia» cuenta que no pocos consideraban «inconsciente» la formación del Imperio romano, que creció para defenderse: ¿usted lo cree así?

Esa es la hipótesis alemana, la clásica. Yo creo que no, que Roma construye su poder de manera consciente; en otras se ve abocada al desafío, al enfrentamiento, donde sabe que tiene que ganar porque si no su poder se va a ver disminuido y, antes o después, será ninguneada o aniquilada por otros. El poder no es un juego de suma cero, y Roma lucha por su hegemonía.

Es esta una novela de memoria, de reparación: una de las frases centrales es que «quien controla la historia, controla el futuro». Esto es muy aplicable a España y su Leyenda Negra, ¿verdad?

Lo he intentado explicar de muchas formas: hay un momento en que se produce una deserción de la historiografía, sobre todo durante el periodo Habsburgo, y eso es un agujero negro tremendo, y a partir de ahí se absorbe la versión de la historia que se escribe en otros paises en su beneficio.