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Woody Allen Inédito: humor inteligente contra los engreídos

El cineasta y músico también es escritor: en unos días aparece «Gravedad cero» (Alianza), su nuevo libro de relatos del que hoy publicamos este avance

La sociedad actual está falta de figuras de talla intelectual, como, por ejemplo, Woody Allen
La sociedad actual está falta de figuras de talla intelectual, como, por ejemplo, Woody AllenHT / BestimageGTRES

Siendo Woody Allen un adolescente ya enviaba historias humorísticas a diferentes publicaciones y, en los años sesenta, escribía el guion de la película «¿Qué tal, Pussycat?», en laque también actuaba. Se empezaba a forjar así una dedicación literaria que no haría sino crecer con los años y en paralelo a su mucho más conocida faceta de cineasta. Títulos como «Sin plumas», «Perfiles» o «Cómo acabar de una vez por todas con la cultura» recogen algunos de sus mejores textos, rebosantes de ocurrente ingenio y socarrona ironía. Su reconocida trayectoria como director cinematográfico, ya todo un clásico, ha ocultado acaso su condición de escritor vocacional, que reafirma ahora con «Gravedad cero», una colección de cuentos en la que ostenta sus más emblemáticos referentes artísticos. En estos relatos, de variadas tramas, anida su característico personaje de fuerte connotación autobiográfica: nervioso, inseguro y obsesivo, jocosamente crítico con el religioso costumbrismo judío, desmitificador de la pedantería cultural, sarcástico con el esnobismo psicoanalítico, irónico cronista del fracaso sentimental y las fijaciones sexuales, y fustigador implacable del mundillo hollywoodense.

Es un humor transgresor, políticamente incorrecto, de aparente inocencia, pero de demoledor efecto crítico. El secreto de su éxito consiste en confrontar las inquietudes populares con la sofisticación de una alta cultura pretenciosa y deshumanizada. De este encaramiento surge una comicidad algo extravagante, con puntuales connotaciones surrealistas, de hilarante planteamiento argumental y lúcida percepción de señeras incoherencias sociales. Se deriva de aquí una obra humorística genialmente paradójica y disparatada con la que se vapulea el absurdo de la realidad. Esta literatura responde a los rasgos del personaje que el propio autor ha fraguado de sí mismo: quejumbroso, hipocondríaco, maniático y pusilánime. El resultado es una perspicaz parodia de la vida cotidiana, una hilarante caricatura de las petulancias intelectuales, las componendas políticas y los desafueros económicos de una irracional sociedad. Culto y popular a la vez, Woody Allen ha creado un imaginario propio, con el que lector (y el espectador) se ve identificado, cómplice de una acerada crítica social.

Ironía demoledora

Los cuentos que ahora aparecen abundan en la desternillante mirada urbanita y desacomplejada (aunque parezca lo contrario) sobre la atrabiliaria actualidad. En «No puedes volver a casa... y he aquí el motivo», el ingenuo protagonista acepta que su domicilio sea escenario de una película, con el consecuente desastre de desperfectos que ello provoca. De hecho, la sátira hacia el ambiente cinematográfico recorre el volumen, donde se alude con sorna a imaginados títulos de oportunistas películas, como «Louis Pasteur contra el hombre lobo» o «Zombis psicóticos de la luna». En «Park Avenue, piso alto, urge vender... o nos tiramos» refleja la desquiciante especulación inmobiliaria, que lleva a un propietario a un tragicómico desenlace. El juego del «Monopoly» cobra vida real en «Con dinero se puede comprar la felicidad; ¡no me digas!», relato donde antiguos socios de Lehman Brothers invierten y apuestan enloquecidamente. Y una vaca, que no soporta a los engreídos intelectuales que visitan su granja, protagoniza «El mal de la vaca loca»; su indignación la llevará a un desenlace imprevisible.

Entre sonrisas, y más de una carcajada, estas páginas rezuman también una reflexiva melancolía, en la que el amor, el sexo y la muerte inspiran un conjunto de ocurrentes diálogos, sorprendentes situaciones y excéntricos personajes. En los tormentosos tiempos que corren, nada mejor que el humor inteligente. Abre el volumen esta «entrañable» dedicatoria del autor: «A Manzie y Bechet, nuestras dos hijas adorables, que han crecido ante nuestros ojos y han utilizado nuestras tarjetas de crédito a nuestras espaldas». No hace falta decir nada más.