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El silencio de un inmortal

La muerte del marqués Llosa

A pesar de la afectuosa entrega otorgada por el entonces Rey Juan Carlos, el escritor aseguró que «nací plebeyo y moriré plebeyo»

Don Juan Carlos junto al escritor peruano
Don Juan Carlos junto al escritor peruanoEP

Comparto con Mario Vargas Llosa la condición de español y peruano. También los orígenes arequipeños en parte de mis antepasados. Él, primer marqués de Vargas Llosa. Yo, estudioso de la nobleza española desde hace muchos años. Quizás por todo eso, y por admirar su trayectoria como escritor, quisiera rememorar ahora esa merced marquesal concedida el 3 de febrero de 2011. El rey Don Juan Carlos, con gran acierto, concedió títulos nobiliarios a diversos personajes de la cultura y la ciencia: a escritores como Cela, marqués de Iria Flavia, al hijo de Valle-Inclán, marqués de Bradomín, al hijo de Marañón, marqués de Marañón, o a Moreno, marqués de Laserna; a profesores y académicos como García Gómez, conde de los Alixares, Fontán, marqués de Guadalcanal, Anes, marqués de Castrillón, o a Rahola, baronesa de Perpinyà en memoria de su marido Jaume Vicens Vives; a editores como Lara, marqués del Pedroso de Lara, o como Luca de Tena, marqués del Valle de Tena; a mecenas como O’Shea, marquesa de O’Shea; a científicos como Oró, marqués de Oró, o Salas, marquesa de Canero; a músicos como Rodrigo, marqués de los Jardines de Aranjuez, o Segovia, marqués de Salobreña; a pintores como Dalí, marqués de Dalí de Púbol, o Tàpies, marqués de Tàpies; o a deportistas –que es una forma más de cultura– como Del Bosque, marqués de Del Bosque.

En algunos casos otorgó la grandeza de España a personajes de la cultura que ya poseían títulos nobiliarios, como a Contreras, marqués de Lozoya, a Riquer, conde de Casa Dávalos, o a Godó, conde de Godó. Excelente costumbre esa del hoy Rey Padre, que, al ejercer de ese modo la potestad constitucional del artículo 62 f), promocionaba la cultura poniendo a esas luminarias en lugar bien visible para ejemplo de todos. El hecho de que algunas monarquías europeas ya no concedan títulos nobiliarios no debería ser impedimento para que se otorguen en España. Nuestro país es soberano y debe serlo también en esa materia.

Cargos relevantes

En el caso de Mario Vargas Llosa se daba la circunstancia de que era natural del Perú y no de España, aunque para algunos –es mi caso–, consideremos que eso es casi lo mismo porque ambos son territorios de la gran hispanidad y hay mil cosas que nos unen a aquel país. Recuerdo que, en cierta ocasión, preguntaron al gran escritor qué le parecía haber sido hecho marqués por el rey Don Juan Carlos a lo que él contestó: «Siendo yo de un país republicano, lo tomo con agradecimiento. Un gesto muy cariñoso del rey de España y con una sorpresa descomunal. Jamás imaginé que me harían marqués. Agradezco a España, agradezco al rey, pero yo nací plebeyo y voy a morir plebeyo». No obstante, esa plebeyez de que hacía gala don Mario, natural por cierto de un país donde durante el virreinato había más de un centenar de títulos de Castilla, amén de caballeros de Órdenes Militares, era matizable.

Muchos ignoran que los Llosa, que en origen son «de la Llosa», y son originarios del valle de Trucíos en Vizcaya, tuvieron en Arequipa, la preciosa ciudad peruana de piedra blanca volcánica, llamada «de sillar», cargos tan relevantes como los de alcalde que ostentaron el maestre de campo Juan de la Llosa y Llaguno –el primero que llegó al Perú, antepasado directo de Mario Vargas Llosa– su hijo Simón Basilio de la Llosa y Bracamonte, Bruno de la Llosa y Zegarra o el coronel Luis Llosa. Los de la Llosa emparentaron en Arequipa con las familias más notables de la ciudad, muchas de ellas hidalgas, como los Abril, Barreda, Belaunde, Benavides, Bracamonte, Bustamante, Carbonera, Diez Canseco, Marcó del Pont, Rivera, del Rivero, Roelas, Romaña, Tristán o Zegarra. Siempre he defendido que los títulos se conceden para ser usados, sin vanidad ni soberbia, pero también sin pusilánime vergüenza pues –como reza el adagio– «es de bien nacidos ser agradecidos».

Y ahora sostengo, además, que, aunque es evidente que el fallecido Premio Nobel será siempre conocido como Mario Vargas Llosa, no está de más que, de vez en cuando, se añada a su glorioso nombre, en cuanta reseña se escriba, el título nobiliario que le fue otorgado gracias a sus méritos y a la generosidad del rey Don Juan Carlos. Descanse, pues, en paz, el primer Marqués de Vargas Llosa.