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"Don Ramón María del Valle-Inclán": Valle, Gómez de la Serna y Casablanc ★★★★☆

El actor, a las órdenes de Xavier Albertí, parece dispuesto a superarse a sí mismo en el riesgo y la dificultad que asume con cada nuevo trabajo
Pedro Casablanc se enfrenta al texto, en la sala grande del Español, con la única ayuda del piano de Mario Molina
Pedro Casablanc repasa la vida de Valle-Inclán de principio a finJavier Naval
La Razón

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Autor y director: Xavier Albertí (a partir de Ramón Gómez de la Serna). Intérprete: Pedro Casablanc. Piano: Mario Molina. Teatro Español, Madrid. Hasta el 9 de abril.
De que Valle-Inclán sea considerado hoy casi como un ser legendario tienen tanta culpa su biografía real y sus propias obras como la fabulosa y reveladora semblanza que trazó de él otro grandísimo escritor: Ramón Gómez de la Serna. Lo hizo primero dentro de sus Retratos contemporáneos, en 1941, y luego, en 1944, en un libro que se publicó de manera independiente y que presentaba modificaciones y añadidos con respecto al texto anterior.
Ahora el dramaturgo y director Xavier Albertí se ha imbuido del espíritu del segundo, en este Don Ramón María del Valle-Inclán, para llegar hasta la figura del primero en un sencillo, original, ameno y estupendo monólogo, con gran presencia de la música, que alcanza cotas inusitadas de teatralidad merced, en buena medida, al trabajo que hace el inconmensurable actor Pedro Casablanc, que parece dispuesto, dicho sea de paso, a superarse a sí mismo en el riesgo y la dificultad que asume con cada nuevo trabajo.
Una de las originalidades que presenta la propuesta, y que se revela como un gran hallazgo, es que Albertí ha renunciado a convertir a su actor en el personaje biografiado, y ha tratado con inteligencia de crear uno nuevo, sin identidad concreta, en el que se adivinan por igual los rasgos del propio Valle y los de Gómez de la Serna. Con la libertad que le concede ese rol tan atípico y hasta cierto punto abstracto, Casablanc va recorriendo con ironía y agudeza literaria la trayectoria vital y profesional de Valle, deteniéndose en episodios conocidos y, a veces, no poco controvertidos: su nacimiento, su decidida y novelesca entrega a las letras y a la bohemia, sus relaciones con otros escritores importantes como Benavente o Echegaray, la proyección de su propia imagen, su concepción de lo que ha de ser el estilo literario, la pérdida de su brazo... Y todo ese recorrido lo hace el actor con una soltura escénica fuera de lo común, enriqueciendo el texto de con un lenguaje físico muy simpático y particular y adornándolo con algunas canciones, ya míticas, que interpreta con enorme talento y desparpajo. Tan sobrado va Casablanc que ni siquiera la inexplicable ambientación musical, totalmente fuera del tempo y del registro emocional que demanda el texto, logra por fortuna desviar la atención de lo que está diciendo y haciendo sobre las tablas.
  • Lo mejor: La impagable escena en la que el actor intercala en su narración la canción de La tarántula.
  • Lo peor: Demasiadas veces el piano está tapando, en lugar de ambientando, el texto.