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Germán Salto, la canción de altos vuelos

El músico y piloto ha publicado uno de los discos más aclamados del año, que presenta esta fin de semana en Madrid
Alfredo Arias

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No está cansado de ser el artista de culto, el que toda la prensa ensalza. «Mi asignatura pendiente es que me conozca más gente, pero si eso no ha sucedido es solo por culpa mía», dice Germán Salto, uno de los más exquisitos compositores de la escena nacional, que ha publicado este año su tercer disco, homónimo y el primero en castellano. «Creo que a veces se menosprecia a quienes tienen un hit como si eso fuera música facilona y mira, yo llevo buscando eso toda la vida», reconoce sobre su nuevo álbum, al que no le hace falta tener una canción viral para ser uno de los mejores publicados en nuestro país durante este año. Un tratado de folk pop con el oído puesto e Burt Bacharach, con el que el músico lleva unos años obsesionado, que presenta este fin de semana en Madrid (26 de noviembre, El Sol) y después en Santander y Gijón (25 y 26 de diciembre).
Con este trabajo, Salto, sobrino nieto de Miguel Delibes, ha dado el paso a escribir en castellano. «El inglés es algo que está muy presente en mi vida. Viví un año en Alaska y también en Belfast. Todavía, en 2022, mi chica me dice que a veces hablo por la noche, que es una costumbre que tengo por lo visto, y que casi siempre es inglés. Estoy divorciado de una estadounidense, no sé, puede que sea el trauma», bromea el músico, que utiliza constantemente la lengua de Shakespeare en su profesión, ya que es piloto de Iberia (igual que, por cierto, Joaquín Rodríguez, de Los Nikis). Sus dos primeros trabajos los escribió en esa lengua como el destilado de sus referencias musicales, anglosajonas en su mayoría, pero ahora «sentía la necesidad de identificarme más con lo que canto». Desde Madrid, realiza cuatro vuelos de largo recorrido mensuales: «Es decir, que tengo ocho jet lags cada mes que nadie te los quita. Porque a eso no hay manera de acostumbrarte por mucho que sea tu rutina. Y es agotador». Más difícil es ponerse a escribir a 10.000 pies de altura (o a la altitud que sea que vuelan esos trastos). «Durante el vuelo estás a los que tienes que estar, pero en los trayectos de largo radio vamos los pilotos doblados y siempre hay un momento para descansar. Tienes tiempo para leer. Cuando más puedo aprovechar es en los hoteles. Cuando llegas a Los Ángeles, el cambio horario es tan fuerte que a las tres de la mañana estás despierto y perfectamente espabilado. Como no puedo hacer otra cosa, ni siquiera desayunar, me pongo a componer. Siempre me llevo una guitarra de viaje», explica.
Sufrir de la música
Salto huye del mito del artista torturado: «Nunca he creído en ello. Pero es cierto que cuando uno está expuesto a cosas muy felices o muy tristes, tiene la necesidad de contarlo. Lo que te hace falta es que te pasen cosas, buenas, malas o lo que sea. Si tu vida es jugar a la PlayStation, el cuerpo no te pide hacer canciones. También se nota cuando alguien lloriquea en una canción pensando que, por ponerse muy triste, va a conectar con alguien, y eso no es así». Y es que Germán Salto no esconde ni rechaza su propio amateurismo profesional. «Ahora mismo soy feliz con la aviación y con la música. Puedo hacer lo que me dé la gana. Tengo amigos músicos que sufren más de lo que disfrutan con la música porque cada paso que dan parece gigante y no quieren equivocarse y perder su base de fans. Casi son esclavos de su éxito. A mí me encanta que me escuche cuanta más gente sea posible, pero todo lo hago pensando que, si el siguiente disco lo compran 600 personas en lugar de 3.000, no pasa nada, todo sigue igual».

Músico profesional y músico trabajador

Germán Salto huye de casi todas las poses del artista profesional: «Una de las que más rabia me da es la de esos músicos que piensan que por tocar la guitarra ya tienen un mundo interior más que los demás. O los que piensan que, por la razón de hacer canciones ya pueden pontificar en entrevistas sobre política o cualquier otra cosa», explica el músico, una rara avis de la creación: «A veces creo que soy menos músico por tener un trabajo, pero empiezo a pensar que es al contrario».