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Fino Oyonarte, las canciones duelen

El bajista de Los Enemigos y productor publica «Arrecife», un disco vitalista que se asoma a la pérdida
El bajista de Los Enemigos y productor Fino Oyonarte
El bajista de Los Enemigos y productor Fino OyonarteRicardo Roncero

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Cuando escribía su nuevo disco en solitario, Fino Oyonarte, bajista de Los Enemigos, se cuestionaba sus propias canciones. «No sé por qué cuento las cosas que digo en el disco. Me preguntaba por qué lo hacía. Bueno, y pensé por qué no voy a decirlas. Yo solo hago canciones y en mi disco no me quiero reprimir. Son situaciones por las que hemos pasado todos, es el material de la vida. Y puede que se me haga duro cantarlo, pero quería hacerlo», explica sobre el contenido emocional altamente sensible de «Arrecife», su nuevo trabajo en solitario, en el que aborda, especialmente, el fallecimiento de sus padres, dos pérdidas cercanas entre sí que le removieron por dentro. «Vamos a ver si tocándolas mucho consigo separarme de ellas», dice todavía con la duda de si podrá interpretar al menos dos de ellas sobre el escenario en noches como la del 4 de mayo en Madrid, en Sound Isidro.
Lo nuevo de Oyonarte no es solo un disco de la pérdida. Muy al contrario, es un disco vitalista, que conmueve (mucho) a ratos pero que llama a aprovechar la vida y a ser conscientes de que la felicidad que nos pasamos la vida buscando es imposible de aprehender. «Nunca lo conseguimos, porque buscamos un estado general y la felicidad son las cosas pequeñas, los ratos fugaces en que tomas un café o das un paseo, todo aquello que contrarresta el malestar que viene de fuera y de dentro». Pero, por encima de las canciones que invitan a avanzar, a atreverse a cambiar las cosas y a enfrentarse al espejo, están dos temas de amor paternofilial de gran carga emocional, detonadas por un poema de Raymond Carver, que escribió en la hora postrera de su vida, cuando el cáncer ya había iniciado la cuenta atrás. Se titula «El último fragmento» y Oyonarte lo lee: «¿Y conseguiste lo que / querías de esta vida? / Lo conseguí. / ¿Y qué querías? / Considerarme amado, sentirme / amado en la tierra». Para el músico, «llega un momento en que todo en la vida se reduce a algo así de sencillo. Y para mí, cuando se fue mi mamá, esa idea volvió muy fuerte a mi cabeza porque ellos me transmitieron el amor a través de su relación. Tuve esa suerte», explica el almeriense, que nunca obtuvo malas palabras de sus padres cuando, hace más de tres décadas, llegó a Madrid «con un bajo y un macuto» para tocar con Glutamato Ye-yé. A su madre, de la que no se pudo despedir, le dedica una canción. Y la última del disco, la de la auténtica congoja, narra los momentos junto a su padre, cuando, tras la pérdida, fue a acompañarle a la casa familiar. «Le entrevistaba. Le pedía que me hablase de él, de sus recuerdos. Dábamos un paseo. Y lo último que me dijo y de lo que tomé nota fue que la vida para él había sido un sueño y la suerte de haberla vivido durante 70 años con mi madre». De ahí surge «La vida es un sueño» y las preguntas acerca de si era pertinente, necesario o impúdico hablar de todo ello. No cabe duda de que sí lo era. «Bueno, hablo de un tema universal en el fondo que todos hemos sentido o sentiremos. Seguramente no le gustará a todo el mundo, pero me contento con que le sirva a alguien...», sonríe Oyonarte.
En el disco también habla de ese chico que salió por la puerta de su casa en Almería para cumplir sus sueños. Seguramente, tras 25 años de heroica carrera con Los Enemigos, con una discografía (y una afición) como pocas en España y su trabajo como productor, con Clovis y en solitario, permitirían afirmar que aquel muchacho consiguió lo que se proponía. «Bueno, si miro atrás, veo que hay cosas muy satisfactorias en mi vida Pero la cara B está en las dificultades de seguir adelante con esto. Hemos vivido tantos altibajos que... no sé cómo he podido llegar hasta aquí. No me he comprado una casa, qué le vamos a hacer. Puedo comer y hacer un viajecillo de vez en cuando. Hacer cosas sencillas y normales». Ser músico y vivir en la incertidumbre, una redundancia. «Me he enfrentado a mis propias zozobras con este disco y he llegado a la conclusión de que no hay que darle demasiada importancia a ese miedo a naufragar. Pero no se trata de no tener éxito, sino de no conseguir lo que te propongas, no concluirlo. Lo importante es el hecho de proponerte hacerlo». Oyonarte tiene, como casi todos, al enemigo dentro: «Desde luego. Tengo uno muy jodido que debo vigilar constantemente, porque te dejas llevar y te acaba por conducir a sitios que está bien conocerlos pero en los que te aseguro que no te quieres quedar a vivir».
Phillip Peterson es uno de los más grandes compositores, arreglistas y orquestadores de la escena internacional. Ha trabajado para lo más granado del «mainstream», nombres como Lana del Rey, Ed Sheeran, Taylor Swift y sus servicios quedan fuera del presupuesto de un disco independiente como el de Fino Oyonarte. Pero siempre hay una conexión de amistad que allana el camino. «Bueno, si le gusta un poco la idea, pues te echa una mano. Yo no le di nada, solo una pequeñas pautas de la melodía y el trabajo que ha hecho es alucinante. Ha hecho un trabajo que no es barroco ni demasiado sentimental. Unas cuerdas sutiles y sencillas», cuenta Oyonarte de uno de los ingredientes que hacen más especial al disco. «Es complicado, siempre hay que estar empezando de cero en esto. Resulta muy duro levantar un proyecto de cero, pero bueno, es que practico un deporte de riesgo. Aquí no tienes nada ganado y es como debe ser». Partido a partido.