Crítica

Nuevo fraude en la SGAE

La Razón
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¿Cuántas veces hemos escuchado una misma melodía en óperas de Rossini o Haendel? Un montón. Sin embargo, ellos se lo guisaban, ellos se lo comían. ¿Cuántas veces hemos escuchado un mismo tema sobre el que otros compositores han escrito sus variaciones? Otro montón. Sin embargo, eran realmente nuevas creaciones. ¿Alguien puede dudar que no lo sean las «Variaciones enigma» o las «Diabelli»? ¿Alguien puede poner en duda las recreaciones de Halffter en «Tiento» sobre piezas de Cabanilles y Cabezón? Hoy el CNDM llena la sala sinfónica del Auditorio Nacional de «novenas» sinfonías, pero en la de cámara se ofrecen muchas de ellas en trascripciones pianísticas. ¿Acaso no supusieron aportaciones de valor? En España los derechos de autor se extinguen a los 70/80 años. Nadie ha de pagar por emitir una partitura de Mozart. Como el que no corre vuela han surgido históricamente formas varias de saltarse el dominio público. Algunas legales, incluso artísticas y otras, no tanto. En los últimos años se ha extendido la moda de las «revisiones». Muy conocidos son los admirables trabajos en este sentido de Alberto Zedda con Rossini. Sin embargo, hay otros «espabilados» que han alterado cuatro anotaciones para cobrar ellos en vez de Mozart o Beethoven. Una auténtica vergüenza. Nos acabamos de enterar de la trama existente en la SGAE desde hace años. Supuestamente personas de la entidad, pretendidos compositores y empleados de medios de comunicación se habrían puesto de acuerdo para emitir a horas intempestivas «arreglos» de páginas de dominio público con el fin de cobrar derechos y repartírselos entre todos. Las composiciones se habrían cedido a editoriales de las propias cadenas, con lo que lo éstas obtenían un retorno de lo pagado. Parece que cobraban poco por cada obrita dada su duración y la hora de emisión pero, al ser muchas, podían llegar a generar más derechos que los que perciben figuras consagradas. Así, en 2015 estas músicas supusieron el 70% de la recaudación y de tales «apaños» procedió el 80% de los 250 millones que ingresó la SGAE ese año.