Buscar Iniciar sesión
Sección patrocinada por

Rafael R. Villalobos mezcla «La vida breve» y «Tejas verdes» en un cóctel violento

El director de escena llega para revolucionar el Teatro Real con un montaje insólito: «Hemos tratado la crueldad de forma explícita»
Rafael R. Villalobos mezcla «La vida breve» y «Tejas verdes» en un cóctel violento
Rafael VillalobosJavier del Real / Teatro Real
Juan Beltrán

Creada:

Última actualización:

Lo primero que sorprende de Rafael R. Villalobos es su juventud, pero hablando con él se entiende rápidamente por qué está protagonizando una de las carreras más sólidas y meteóricas en la dirección de escena en España: transpira talento, conocimiento, rigor, y, sobre todo, tiene una idea muy clara de lo que pretende. Enamorado de la ópera desde pequeño, Villalobos se formó en música y teatro, encontrando en la dirección escénica un vehículo de expresión que lo ha llevado a sumar éxitos y premios. Ahora vuelve al Teatro Real con una apuesta arriesgada que está levantando expectativas, la puesta en escena conjunta de dos óperas, dirigidas musicalmente por Jordi Francés, «La vida breve», de Manuel de Falla, con libreto de Carlos Fernández Shaw, y el estreno absoluto de «Tejas verdes», compuesta por Jesús Torres con libreto de Fermín Cabal sobre su obra homónima, junto a poemas del «Cancionero y romancero de ausencias» de Miguel Hernández. La pieza toma su nombre del centro chileno de detención y tortura durante la dictadura militar de Pinochet. En ella, Cabal recrea la vida de Colorina, una mujer desaparecida cuyo delito fue enamorarse de un revolucionario. En la de Falla es Salud el personaje principal, cuya tragedia es prendarse de Paco, un señorito que se ríe de ella al estar comprometido con otra mujer. 
¿Qué tienen en común ambas piezas para que tenga sentido verlas unidas?
En principio podría parecer que no encuentran ecos ni dramatúrgicos ni musicales, pero yo veo desde la dramaturgia dos cosas fundamentales, la versión de Jesús Torres es más universal, pero a la vez conecta con la historia española. El punto fundamental para mí es la ausencia de libertad, en «Tejas verdes» hablamos de un personaje encarcelado, una víctima política, y en «La vida breve» también hay tres mujeres –Salud, la Abuela y Carmela– que viven privadas de libertad porque son víctimas de las condiciones sociales que las tienen enjauladas e impiden su libre movimiento...
¿Cómo las ha planteado, unidas o de forma independiente?
Es un díptico con dos historias que pueden verse separadas aristotélicamente con su principio, desarrollo y final, y entenderse perfectamente, pero en ambas hay ecos de la otra obra. Partiendo de esos conceptos que las unen, he intentado crear un hipertexto que engloba ambas piezas, es decir, una pieza dramatúrgica donde los personajes de una y otra se interrelacionan y toman posiciones dentro de la fábula de su ópera hermana.
¿Cómo se entremezclan esos personajes?
Por ejemplo, en «Tejas verdes», Miguel es la persona de quien Colorina está enamorada, pero Torres, jugando con la ambigüedad, no deja claro si es el revolucionario o Miguel Hernández, y Miguel es la voz de la fragua de «La vida breve», una especie de poeta maldito que va cantando eslóganes políticos y de denuncia social, del yunque y el martillo, arriba o abajo. ¿Es Miguel Hernández, es Lorca…? Me interesan mucho esos personajes de los que no sabemos nada, como Carmela y Manuel, solo que pertenecen a un clan poderoso de Granada. En esta producción son una familia de jueces y Manuel es el juez de «Tejas verdes». También me interesaba arrojar luz en la intrahistoria de todos los habitantes del escenario, como la generación perdida; ¿qué le pasó a la madre de Salud?, porque tenemos nieta y abuela, pero no madre. ¿Qué fue de Carmela tras su boda? ¿Qué posición ocupa su hermano Manuel? ¿Qué pasiones esconden la Hermana o la Enterradora?
¿Es más teatro político que costumbrista?
La producción se aleja del folclore y visualmente creo que es muy bella, intentamos huir del costumbrismo para ir hacia un punto abstracto más universal, pero eso la convierte a la vez en una obra muy española, porque no hay nada que defina más nuestra historia del siglo XX que esos dos mundos que chocan como el yunque y el martillo, que más adelante serán esa idea machadiana de las dos Españas.
Violencia y muerte están presentes. ¿Cómo ha recogido este aspecto?
Sin complejos, hablamos de manera bastante explícita de la violencia que hay en ambas piezas, pero como a mí me gusta tratar estos temas y es desde la belleza, siempre pongo como ejemplo cuadros de Caravaggio; Judit y Holofernes es terroríficamente salvaje, pero bello. Aquí no hemos huido de esto, la violencia está tratada de manera hipnótica, que es lo que al final incomoda, porque no puedes dejar de mirar aquello que es hermoso. Y también de forma muy poética, la obra de Jesús Torres es realmente poética, igual que «La vida breve» ha intercalado la poesía de Miguel Hernández que suaviza la dureza porque si no cerraríamos los ojos, no miraríamos el escenario.
Siendo anterior a Lorca, el mundo de «La vida breve» es muy lorquiano, ¿no?
Esta pieza es el paradigma de obra que se ha resignificado con el tiempo, se estrena 15 años antes de que Lorca comience a escribir y todos la asociamos con él, cuando es al revés, es Lorca quien se inspira en el universo de Falla, al que adoraba, era un gran admirador. Como director, «La vida breve» es mi modelo de ópera, porque sucede en Granada con ese choque fuerte entre clases sociales y con esos personajes encerrados. Y porque soy andaluz, esta producción tiene un sabor muy, muy lorquiano.
¿Cómo ha resuelto la línea del tiempo?
Es muy complicado, en «Tejas verdes» le hemos dado muchas vueltas. ¿Cómo hacer la sinopsis? Algo tan básico era dificilísimo porque en la obra de Cabal conviven muchos tiempos, es teatro documental y la mayor parte de la obra ni siquiera se podría considerar en términos aristotélicos teatro porque es épica, se narran hechos, no se representan, apenas hay diálogo real. Jugamos con parámetros como la iluminación para crear momentos de flashback, como el cabello para marcar el paso del tiempo, y, luego, esa ambigüedad temporal que a mí me gusta llamar «tiempo líquido», donde los planos se superponen y estamos viendo imágenes que suceden en dos lugares a la vez o en un tiempo y otro. He intentado ecualizar las dos obras.
¿Es el mismo espacio escénico para ambas?
Es lo que me gusta llamar un dispositivo escénico, más que escenografía; tenemos dos grandes elementos que tienen un anverso y un reverso, es muy sintético, hemos intentado que la plástica lo sea, también en la escenografía, que por un lado representa este espacio carcelario y por otro ese mundo de las flores al que hace referencia «La vida breve», que se marchitan, y para ello hemos incorporado el trabajo de una de las grandes damas del arte contemporáneo que es Soledad Sevilla.
¿Qué aporta su plástica a la escenografía?
Soledad ha sido muy generosa dándonos esa posibilidad, reproducimos dos obras suyas que tienen mucho que ver con temas que tratamos, «Insomnios» y «Leche y sangre», una de sus firmas icónicas, una reflexión sobre la maternidad y la vida, ese gran paño de claveles que con el tiempo se van pudriendo. Dice Salud: «Qué felices son las flores, que apenas pueden enterarse de lo mala que es la vida porque mueren ese mismo día».
¿Cómo valora la música compuesta por Jesús Torres?
Es muy interesante, le pasa lo mismo que a las obras de Soledad Sevilla, es una música que puede parecer matemática según está construida, pero debajo de esa geometría emerge algo muy humanístico, es una prosodia extrañamente orgánica y va a sorprender mucho al público. Además, su orquestación tiene una gran fuerza y mucha belleza. La partitura de «Tejas verdes» es cruda, pero a la vez es una música muy bella y poética reflejo de su autor, una persona de una humanidad y cultura descollantes.
¿Prefiere una puesta en escena transparente o dejar margen para interpretar?
Siempre abogo por un público activo, esta es una discusión que tengo con los teatros. ¿Se va a entender o no? Las experiencias más trascendentales como la pérdida de un ser querido no llegan nunca a entenderse y lo que se comprende al 100% probablemente es una superficialidad. Como director no me interesa el consumo pasivo del público que luego se va al descanso a hablar del tiempo o de fútbol, sino jugar con lo que llamo el estado del «wondering», preguntarse todo el rato por esa ambigüedad, crear curiosidad para intentar descifrar aquello que ocurre. Aquí, la línea argumental está clara, pero hay imágenes y personajes que no vas a entender o ubicar hasta más adelante, quiero crear esa curiosidad que coloque al público en un lugar activo, que le haga pensar, que cada espectador complete la historia de una manera, creo que así es mucho más rico, no es solo mi visión, yo coloco ingredientes y creo que es bonito que cada uno complete esa historia, la comparta y discuta, porque es nuestra responsabilidad como artistas crear obras que generen cierto debate, ya sea social o artístico, que los recursos públicos que utilizamos sirvan para algo más que para tener el cerebro apagado durante tres horas.