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Objetos universales

El perfume de los dioses en un frasco

Moda y perfumes son dos pilares en pos de la seducción, pero cuando los regalemos no debemos olvidar que la primera fragancia la elaboró una mujer

La obra «Tocador de una dama romana», de Juan Jiménez Martín
La obra «Tocador de una dama romana», de Juan Jiménez MartínMuseo del Prado

Decía Camus que solo pensamos a través de las imágenes pero no es del todo cierto, ya que también lo hacemos a través de los olores, tanto buenos como malos, como el olor de la madalena que Proust describía a la hora del té en su obra «En busca del tiempo perdido». Los aromas forman parte de nuestra memoria olfativa, una memoria capaz de registrar diez mil notas aromáticas que quedan archivadas en nuestro cerebro asociadas en ocasiones a experiencias personales. Un buen perfume nos viste con sus diferentes notas, aporta personalidad y distinción, refleja la identidad y deja una huella personal en los que nos rodean. Los anuncios de las diferentes firmas venden belleza, poder y seducción en un frasco pero olvidan que las primeras fragancias fueron ofrendas a los dioses antiguos y reservados en origen a personas de distinguido rango.

Los primeros perfumes fueron diseñados por mujeres en Mesopotamia siendo tarea de la Tapputi-Belet-ekalle, «asistente de la dama de palacio» durante el periodo del rey Tukulti-Ninurta I, nombres que aparecen en una tablilla fragmentada escrita en cuneiforme procedente de las excavaciones del templo de Assur del periodo asirio medio I (ca.1240 a.C) y conservada parcialmente en el Vorderasiatisches Museum de Berlin. La tablilla contiene una lista de ingredientes para la confección de aceite de perfume, flores, ciprés, mirra, bálsamo y agua para su destilación siendo una de las composiciones más antiguas de la historia. También se hacía perfume en el Egipto antiguo alcanzando gran difusión en las ceremonias dedicadas a los dioses, Ra, Amón, Isis, Anubis, todos tenían su perfume.

Se utilizaban también en los rituales funerarios y los recipientes utilizados, bien frascos de alabastro o de cristal opaco aparecen en las tumbas excavadas y se preservan en museos. Los templos tenían jardines muy extensos donde se cultivaban las flores, hierbas medicinales y especias que eran utilizadas en las esencias de las ofrendas y en las pociones médicas. El templo de Amón en Karnak tenía treinta jardines de donde se extraían todas las plantas necesarias para todos los rituales del templo. En las paredes del templo de Déndera se describían las diferencias existentes entre los aromas en función a que su base fuese grasa de buey, semillas secas o aceites perfumados.

Los templos se perfumaban tres veces al día, por la mañana con incienso, a mediodía con mirra y por la tarde con un perfume específico llamado «kyfhi», realizado a base de miel, vino, ciprés, uvas frescas, azafrán, enebro, cardamomo y base de incienso, un perfume que fue reproducido por científicos del CNRS en Francia en el año 2002 a partir de las descripciones de Plutarco y de las recetas del templo de Edfu , un templo del periodo ptolemaico dedicado a Horus al sur de Luxor que también contenía la fórmula del perfume dedicado a los ritos de Osiris, donde se perfumaba con la esencia a una estatua a modo de momia que se enterraba cada año y que representaba al dios de los muertos.

Esta misma costumbre de perfumar con aceite oloroso los cuerpos de las estatuas se usó en Grecia, aunque también se perfumaban los humanos por los mismos motivos que en la actualidad. El gran conquistador Alejandro Magno (356-323 a.C) utilizaba perfume, ya que las expediciones militares a Egipto y Persia dejaron en él su impronta olfativa por lo que hacía aromatizar sus habitaciones con incienso y mirra y sus túnicas con azafrán, de hecho en las «Vidas paralelas» de Plutarco, obra escrita 400 años después de la muerte del discípulo de Aristóteles, es descrito por su olor ya que «su aliento y su cuerpo estaban tan perfumados que sus vestimentas quedaban impregnadas de su aroma».

[[H2:«Ungüentari»]]

No solo reyes y generales usaban el perfume, los atenienses se bañaban y antes de sentarse a la mesa usaban fragancias de autor como el plangonion de la perfumista que lo inventó, Plangon según refiere Safo. Estas costumbres pasaron a Roma, patricios y plebeyos perfumaban su piel, sus ropas y pertenencias, las estancias y los lugares públicos, allí se constituyó el primer gremio de perfumistas, los «ungüentari», artesanos respetados que trasmitían sus secretas recetas. En uno de sus epigramas el poeta Marcial decía: «Me seducen los bálsamos porque son los perfumes de los hombres, vosotras matronas, exhalad los olores de Cosmos (un conocido perfumista)».

En diferentes formatos el perfume era utilizado por hombres y mujeres, y algunos emperadores como Nerón lo introducen en su famoso palacio, la Domus Aurea, que según Suetonio tenía un techo móvil por cuyas aberturas salían flores y esencias. El cristianismo supuso un declive para el uso del perfume, ya que se consideraba propio del lujo y de la seducción de la mujer pagana, por lo que solo se mantuvo la costumbre del incienso. A pesar de ello su uso nunca desapareció. En 1190 el rey Felipe Augusto de Francia reconoció a los perfumistas elevándolos a la categoría de expertos, capacitados para supervisar los trabajos del prensado de pétalos, maceración de flores y extracción de esencias. El alcohol se introduce en 1370 cuando la reina Isabel de Hungría encarga un aroma de romero que se pensaba rejuvenecía y fue utilizada tanto en la corte de Luis XIV como en la española hasta mediados del siglo XVIII. El sueño de la belleza se mantiene en los perfumes actuales, y en los templos se sigue quemando el incienso y la mirra.