Buscar Iniciar sesión
Sección patrocinada por
Patrocinio Repsol

La diosa Christina Rosenvinge llega a Mérida: “Me siento como una adolescente”

La cantante y actriz da el salto al teatro en “Safo” de la mano de Marta Pazos y María Folguera
David Ruano

Creada:

Última actualización:

Rosa peonía era el color de la túnica con la que los pintores románticos dibujaron a Safo de Mitilene, y también rosa peonía es el universo de Safo en el siglo XXI. En cambio, la poeta ya no es aquella mujer de cabellos cortos y oscuros que nos contaron los relatos y los retratos, ahora toma la melena rubia de una Christina Rosenvinge que se lanza al mundo del teatro por primera vez. Podría haber debutado en alguna plaza más discreta, pero la cantante dice que no siente «el riesgo», que hace «lo que toca»: «Algunas veces cae bien en el espíritu de los tiempos y otras no, pero nunca aparece ese miedo». Va con todo al Teatro Romano de Mérida para protagonizar Safo y adentrarse en la vida de esta mujer nacida en Lesbos hace más de 2.600 años.
Rosenvinge atiende a LA RAZÓN segundos después del primer contacto con las ruinas emeritenses y contesta algo descolocada: «Estaba preparada, pero me ha sobrecogido. Este escenario tiene un poder tántrico. Notas el de la piedra, el de la historia y el del teatro. No sé explicar muy bien la sensación, solo que es algo sagrado», dice quien se siente «como una adolescente que tiene que aprender una nueva profesión». Sin embargo, la artista posee carrera en esto de los «shows» y en lo de actuar ante miles de personas, así que cuenta con un «método»: «Pienso mucho las cosas, las planifico y machaco antes de hacerlas». Cuando Rosenvinge sube a las tablas entra en «trance» y deja de ser «consciente» de lo que tiene entre manos. «Tampoco pienso. Sigo un impulso». Delante del público ella sigue «un mandato» y le «obedece». Se deja llevar «por la energía del momento»; se entrega a «un ritual laico», comenta del directo.
Fue esta nueva Safo, la cantante, la primera pieza de una tríada que se completa con su «amiga», dice, María Folguera y la «maestra» Marta Pazos, autora del texto y directora, respectivamente. A seis manos han compuesto la historia de «una mujer de carne y hueso cuya obra tuvo enorme trascendencia y cuya figura se convierte en un laberinto de espejos en los que se proyectan los siglos que siguieron a su muerte hasta hoy», presenta la autora de un personaje que «se convierte en una especie de enigma según la época desde la que miremos. Hoy es un icono feminista porque los tiempos lo piden». Y completa Rosenvinge: «Nos hemos inventado a Safo desde el siglo XXI, pero en el XXII se hará de otra manera».
Juntas han rebuscado en la genealogía de la protagonista aunque sepan que «nunca vamos a resolver el puzle porque son muchas las lagunas». Algo que el teatro puede «aprovechar muy bien», continúa Folguera. Y es esa libertad que les otorga el desconocimiento la que ha disparado la imaginación para crear un «relato caleidoscópico», apunta Pazos. «Tenemos mucho espacio para soñar, pero también nos salimos de la historia del suicidio por amor que se inventó Ovidio. Ella murió de vieja», sentencia.
Las musas (Irene Novoa, Juliane Heinemann, Lucía Bocanegra, Lucía Rey, María Pizarro, Natalia Huarte y Xerach Peñate) acompañan a Safo en el final de su vida para hacer un viaje al pasado, presente y futuro de la protagonista. Sin continuidad en la narración, las interrupciones aparecen en una trama en la que las musas la llevan de la mano «por su gloria y sus olvidos», señala Folguera de un trabajo que encuentra similitudes en su anterior pieza sobre Teresa de Jesús, donde abordó al personaje «desde lo mítico más que desde lo biográfico». Aun así, el objetivo, señalan, es poner en valor los fragmentos sáficos: erotismo, amor libre, deseo como motor del cambio... «Respetar y honrar su poesía», pues, como añade la cantante, «todo lo que digo sobre el escenario son palabras suyas».
De los miles de versos que compuso Safo apenas ha trascendido un 10%, que es suficiente para que en en esta pieza se levanten nueve poemas musicales/canciones, como ese Himno a Afrodita, convertido ahora en rock electrónico. Rosenvinge es la responsable absoluta de la música de un espectáculo que sonará en directo, que ha musicalizado la poesía de la griega y que se arropará con un escenario que lleva el sello inconfundible de su directora: «He hecho una “martapazada”», ríe. Ese rosa peonía de la túnica de la poeta se traslada al escenario que ocupará estos días el Teatro Romano. Intentó Pazos cubrir las piedras con telas, «como Christo», pero por cuestiones de protección del patrimonio no le dejaron, así que la gallega ha replicado las ruinas para poder intervenirlas a su antojo. «Tenemos una reproducción perfecta que se pone sobre el escenario y que cubre todo menos Ceres, porque nada puede tapar a Ceres», explica.
  • Dónde: Teatro Romano de Mérida. Cuándo: desde hoy y hasta el domingo. Cuánto: de 13 a 39 euros.

UN EQUIPO DE VÍRGENES

Rosenvinge no necesita presentaciones en el mundo de la canción, como tampoco son menester al hablar de Folguera y Pazos; sin embargo, no es la única que pisa por primera vez las ruinas romanas de Mérida. La autora y la directora, pese a su amplia trayectoria sobre las tablas, también son primerizas: «Llegamos todas vírgenes, también el resto de intérpretes», comenta Pazos. «Desde el inicio todo el mundo nos dijo que esto es mágico y no se equivocaron, impresiona», confiesan.