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España en llamas

¿Por qué a la cultura le fascina el fuego (y todo sale mejor que en la realidad)?

Los escritores y cineastas siempre se han fascinado por el poder de los incendios, cuyo poder destructivo ha crecido por la influencia de algunas políticas ecologistas

Una escena de la película "Llamaradas" Universal Pictures

La fascinación por el fuego es la parte esencial en la evolución de la humanidad. Sin él no habría civilización. Dominar el fuego y conservarlo fue desde los orígenes sacralizado, custodiado por un sacerdote y venerado en un templo. Pero esa misma fascinación por el fuego y la devastación que causa en la naturaleza cuando se incendian los bosques es un placer sádico al que los pirómanos no pueden resistirse. España arde por los cuatro costados este verano aciago y las causas más evidentes son: el pirómano, la naturaleza y el totalitarismo ecologista. El segundo es imposible de prevenir, los mismo que el primero, un psicópata, que suele esconderse entre las brigadas de apagafuegos locales, como el pederasta entre los cuidadores de niños. El peor es el que se esconde en la ideología más perversa de este siglo, so capa de defender la Naturaleza, pues sostiene que el fuego forma parte de la regeneración de la naturaleza y que las causas de los incendios y riadas son multifactoriales, por lo que de nada sirven la limpieza de cauces y barrancos ni la de los bosques. Lo que ha de primar es Ley de la Restauración de la Naturaleza, en cuyo nombre se están cometiendo tantas barbaridades.

El primer pirómano de las salas de cine fue la naturaleza en «Bambi», trauma de todos los niños

La refutación de esta dañina Ley ideológica progresista es defender a las alimañas y bestezuelas del bosque antes que a los seres humanos. Lo triste es que nada queda cuando un pirómano quema un bosque. El resultado es que por ese conservadurismo de pijos capitalinos que no han pisado un bosque en su vida perecen las alimañas, se calcinan los bosques y mueren personas tratando de salvar su casa, sus recuerdos y sus vidas.

Es la izquierda sociocomunista la que ha impuesto la ideología ecologista con su programa de la ley de la Restauración de la Naturaleza, parte esencial de la Agenda 2030, la que está generando este desastre medioambiental este verano y causó las inundaciones en la Vega Baja valenciana y se ha inhibido de consolar siquiera a las víctimas de los numerosos incendios de este verano, culpando al cambio climático de ser el causante del daño, cuando se sabe que ha desatendido la compra de hidroaviones, las partidas para la limpieza y conservación de los bosques y con la displicencia con la que los ministros y hasta el mismo presidente, prisionero en La Mareta, es incapaz de tener una palabras de consuelo con los damnificados. Luego se extraña de que lo insulten y la canción del verano sea la que se canta en campos de futbol, plaza de toros y conciertos de verano.

En «Farenheit 451» los libros, quemados por los bomberos, eran más valiosos que la naturaleza

Para la generación que asistía a las salas de cine en los años 40, el primer pirómano que vieron en el cine fue la Naturaleza en «Bambi» (1942). Lo niños lloraban cuando moría la madre de Bambi y ardía el bosque y salían en estampida los animales huyendo del fuego. Desde entonces, los niño sienten más pena por un conejito ardiendo que por su abuelo muerto por no querer abandonar su casa.

Años después, Paul Newman encarnaba el misterioso personaje acusado de ser un «barnburner», un pirómano encargado por granjeros de quemar graneros en «El largo y cálido verano» (1958), algo insólito en la España que había salido de la pertinaz sequía de posguerra construyendo pantanos por todo el territorio. Mientras Pedro Sánchez no ha hecho otra cosa que destruirlos.

Pero esos es anecdótico comparado con los pirómanos más famosos de la literatura de ciencia ficción distópica: los bomberos que queman libros en «Fahrenheit 451» (1953), de Ray Bradbury. En esos años los libros eran más importantes que la naturaleza. Fueron los jipis quienes comenzaron a adorar el campo fundando comunas libertarias a partir de la lectura de «Walden» (1854), de David Thoreau, ensayo en contra del consumismo y la industria. El trascendentalismo filosófico de Thoreau abogaba por una vuelta a la naturaleza y a la vida sencilla del campo. La Agenda 2030 y su ley de repristinar la naturaleza es consecuencia de ese trascendentalismo de Bambi.

Héroes en llamas

El fuego prometéico, es un elemento esencial en la literatura popular. Dominarlo es parte del juego de los nuevos dioses del Olimpo: los superhéroes de los tebeos. Podrían llamarse pirómanos estos seres envueltos en llamas, que ocupan un lugar secundario entre los superhéroes lunares (Batman) y solares (Superman). Primero fue La Antorcha Humana («The Torch»), que apareció en los tebeos del Capitán Marvel de los años 40 y llegó a ser un superhéroe popular: podía envolverse en llamas y controlar el fuego. Cuando Lee y Kirby crearon «Los 4 Fantásticos» (1961), retomaron el personaje para el de Johnny Storm: un personaje capaz de arder, envolverse en fuego y volar a velocidades supersónicas. También posee el don de la piroquinesis, puede controlar las llamas con la fuerza de su voluntad al grito de «¡Llamas a mí!».

Otro personaje que domina el fuego, pero el fuego infernal, es «El motorista fantasma» («Ghost Rider») creado en los tebeos de Marvel en 1972. Se caracteriza por proyectar contra sus enemigos el fuego infernal y crear una motocicleta con ruedas de fuego. El culpable de su transformación en un esqueleto llameante de estética pop es Mefistófeles. En el cine lo interpreto Nicolas Cage en «Ghost Rider. El motorista fantasma» (2007).

«Carrie», de Stephen King, sumaba a la piromanía unos terroríficos poderes de telequinesis

En cierto sentido, en la literatura popular, poderes como el de la piroquinesis de estos superhéroes de cómic es utilizado también por personajes como «Carrie (1974) que tiene además el poder paranormal de telequinesia, que incluye mover cuerpos con la mente y dominar el fuego. Al final de la novela incendia la fiesta de promoción del instituto con el poder de su mente.

Carrie no es una pirómana al uso, pero presenta característica similares: es una persona desequilibrada que se venga de sus compañeros que se ha burlado y la han acosado. El pirómano siempre es un varón, un psicópata que padece un trastorno obsesivo compulsivo y trata de compensar su complejo de inferioridad provocando incendios. Esta fascinación por las llamas, como Nerón incendiando Roma, lo gratifica psicológicamente: le produce placer y se complace admirando cómo arden grandes extensiones de arbolado.

Mefistófeles, Prometeo o San Lorenzo son mitos clásicos vinculados

La película gallega «Lo que arde» (2019), de Óliver Laxe, presenta a Amador, un pirómano que regresa a su hogar en la sierra de los Ancares tras salir de prisión. Los protagonistas se eligieron en el pueblo: Amador Arias es un guarda forestal profesional y Benedicta Sánchez, una lugareña de 83 años, interpretó a su madre. En numerosas películas, los pirómanos suelen ser personas relacionadas con las profesiones de bomberos, como en la serie «Fire Chasers» (2017), o investigadores de incendios, como en la serie documental «Smoke» (2025), cread por Dennis Lehane. Otras son abiertamente thrillers de acción, como «Fuego intencionado» (2002), en la que un veterano bombero es acusado de ser un pirómano en serie, similar al de «Llamaradas» (1991), una de las mejores pelis de incendios, con unos efectos especiales insuperables, una acción trepidante en busca del pirómano y un elogio merericidísimo al heroico cuerpo de bomberos.

En este tipo de thrillers de acción, esta vez es una mujer bombero y guarda bosque traumatizada por no haber podido salvar a tres niños en un pavoroso incendio, juega con la soledad de Angelina Jolie y dos malvados dispuestos a incendiar el bosque con tal de salirse con la suya. Pero también el fuego es un elemento de purificación en múltiples narraciones cultas («La divina comedia») y populares («Terminator»). El robot T-800 es desmembrado en una prensa hidráulica y arrojado parte de su cuerpo a una fragua, como si el mismo Vulcano lo fundiera.

En el martirologio puede encontrase numerosos santos fueron quemados vivos, como diácono San Lorenzo, asado en una parrilla. La leyenda afirma que en medio del martirio, dijo: «Asado está, parece, gíralo y cómelo». Nada impide creer en la heroicidad del santo relacionándolo con la literatura popular en la que el fuego unas veces purifica y otras condena a la penas del infierno, donde las almas arderán toda la eternidad.