Literatura
Brasillach, la muerte que De Gaulle ofreció para tapar la colaboración con los nazis
La historiadora y crítica literaria Alice Kaplan recupera en "El caso Brasillach" la historia de este escritor y periodista estrechamente vinculado con la Alemania ocupante y las extremas consecuencias judiciales que eso conllevó tras la guerra
Hace ya décadas que se desmontó el mito de la masiva pertenencia popular a la Resistencia francesa durante la II Guerra Mundial. Han relativizado la visión legendaria de este movimiento insurreccional escritores como Patrick Modiano o nuestro Juan Manuel de Prada, de quien es precisamente el prólogo al extraordinario ensayo «El caso Brasillach», de la historiadora, crítica literaria y profesora de la Universidad de Yale Alice Kaplan (Minneapolis, 1954). Se aborda aquí, con rigurosa precisión, admirable eficacia expositiva y apasionante ritmo narrativo la historia de Robert Brasillach (Perpignan, 1909 - Fort de Montrouge, 1945); fue un escritor y periodista marcado por su entusiasta colaboración con la Alemania ocupante de Francia, y que al término de la guerra sería condenado por traición a la patria y fusilado el 6 de febrero de 1945. De formación intelectual netamente conservadora e integrista, se vería influido por el pensamiento político de Charles Maurras.
Había estudiado en el elitista Liceo Louis-le-Grand, para ingresar posteriormente en la prestigiosa École Normal Supérieure. A partir de aquí iría gestando una ideología de extrema derecha, belicosa para con los postulados democráticos, los derechos humanos y el republicanismo liberal. No sería el único, y cabe enmarcar esta conciencia política en el marco generacional que acogió a escritores como, entre otros, Pierre Drieu La Rochelle y Louis Férdinand Céline. Ya ante el escenario de la Guerra Civil española se había pronunciado decididamente a favor del bando sublevado, con una obra como «Los cadetes del Alcázar» (1936). A este respecto, y desde su particular ideología, había escrito: «Los hombres de nuestro tiempo habrán encontrado en España el lugar de toda audacia, de toda grandeza, de toda esperanza». Antisemita convencido y decidido oponente al constitucionalismo francés, fue el editor de la reaccionaria publicación Je Suis Partout, desde la que denunció infatigablemente a combatientes y activistas antinazis.
Una causa deleznable
El libro de la profesora Kaplan lleva el significativo subtítulo de «La Francia ‘‘collabo’’ ante espejo», porque refleja muy bien la mala conciencia que tuvo que asumir una población ocupada por un ejército invasor, reprimida en muchos aspectos, pero también lógicamente acomodada a la continuidad de lo cotidiano. Resulta innegable su denigrante participación en el bélico conflicto mundial y en lo que fue, en definitiva, una auténtica guerra civil francesa. Pero cabe preguntarse hasta qué punto esa adscripción ideológica, su difusión que impulsaba a abominables acciones, merecía la consideración de traición y mucho menos la cumplida sentencia de muerte.
Altos gerifaltes del régimen nazi juzgados en Nuremberg, con probada responsabilidad en innumerables crímenes contra la Humanidad, resultaron con condenas mucho más benévolas. De hecho, intelectuales de renombrado prestigio como Paul Valéry, François Mauriac, Jean Cocteau y Albert Camus defendieron el indulto de Brasillach, bien por motivos humanitarios, por justicia comparativa con otros casos semejantes o por el convencimiento de que su ejecución le erigiría en un mártir de tan deleznable causa. Pero estas, entre otras reconocidas voces, toparían con el espíritu ejemplificador del general De Gaulle, que pretendió exorcizar con esa dura condena la mala conciencia nacional –el «espejo» del subtítulo de nuestro ensayo– de un amplio colaboracionismo con el enemigo. Su muerte, en un sentido u otro, acabaría teñida de calculados simbolismos, como acertadamente señala el prologuista: «Robert Brasillach, juzgado por magistrados que habían ejercido en el sistema judicial del régimen de Vichy, sería enviado al patíbulo el 6 de febrero de 1945, una fecha simbólica, elegida para que coincidiera con el aniversario del frustrado levantamiento fascista de 1934».
Se detallan aquí, basándose en la minuciosa consulta de documentación original, los pormenores del juicio que le sentenciaría a muerte, de pocas horas de duración y con un jurado claramente adverso por su procedencia de la Resistencia. El mismo Brasillach, solicitando su indulto e invocando el heroísmo de su padre, caído en acción militar en 1914, escribiría una conmovedora carta a De Gaulle: «Mi general: Fui condenado a muerte el 19 de enero por la Corte de Justicia de París, tras haberme entregado como prisionero a finales de septiembre al saber de la detención de mi madre. Hace treinta años mi madre supo de la muerte de mi padre, el teniente Brasillach, que cayó en la batalla de El Herri en Marruecos el 13 de noviembre de 1914, formando parte de la columna Laverdure. Es por ello que tengo el honor de solicitar su perdón. Le ruego, mi general, que tenga a bien aceptar mi más sentido respeto». Ninguna alegación aquí que le pudiera disculpar de sus actos, y sí en cambio el recurso a una emotividad basada en honorables concurrencias familiares. Su abogado, Jacques Isorni, declarado antigaullista, jamás quiso reconocer la existencia de esta carta que, a sus ojos, rebajaba la pretendida eficacia de su cometido profesional.
"Fui condenado a muerte el 19 de enero por la Corte de Justicia de París, tras haberme entregado como prisionero a finales de septiembre al saber de la detención de mi madre"
Se alude aquí a otro editor y periodista, Georges Suarez, ejecutado por idénticos motivos que los de Brasillach y, a este respecto, detalla Kaplan sobre los expeditivos procedimientos de estos procesos judiciales: "Los escritores eran fáciles de juzgar. Sus archivos, en la actualidad muy deteriorados son más bien pobres: recortes de sus artículos en la prensa colaboracionista con algunos comentarios ocasionales en azul y rojo; un informe de la prefectura detallando sus afinidades políticas y su conducta durante la Ocupación; una lista de testigos en nombre de la defensa o la acusación; interrogatorios al acusado antes del juicio que repasaban los diferentes cargos contra él; cartas de amigos -y enemigos- recibidas por el juez antes de la celebración del proceso. Era más fácil preparar un juicio contra un periodista que uno contra un delincuente común o un financiero colaboracionista". Esta comparativa no ofrece dudas sobre el desigual tratamiento judicial aplicado a una muy diversa casuística.
La intención ejemplificadora del "caso Brasillach" se iría convirtiendo con los años en un mito sociocultural, incidiendo en su carácter de forzada ejecutoria justiciera, rayana en el espíritu vengativo de un terrible tiempo histórico. Este libro detalla con impecable rigor y extraordinaria amenidad las escalofriantes circunstancias de un caso que aún palpita en el imaginario intelectual francés. Cada cierto tiempo resurge la polémica: "¿por qué este escritor y no otros?, ¿cuándo las palabras son tan nocivas como los actos?, ¿mereció realmente Brasillach morir por lo que escribió?". En estas páginas, de ineludible lectura, se responde con excelente estilo ensayístico a estas lacerantes preguntas.