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Historia

Céline, una herida sin cerrar

El autor, al que se quiso juzgar tras 1945, representa la figura del escritor que se alió con el antisemitismo

Céline, un escritor que todavía se discute en Francia
Céline, un escritor que todavía se discute en Francialarazon

De héroe nacional a villano. Este podría ser el tránsito que recorrió Louis-Ferdinand Céline, que a los dieciocho años se alistó en una unidad de caballería y fue gravemente herido –se le otorgó una medalla militar–, lo que le llevó a padecer para siempre un brazo dañado, zumbidos en el oído y fuertes dolores de cabeza. El Gobierno de Francia quiso rendirle homenaje en 2011, con motivo del cincuentenario de su muerte y por la trascendencia de su obra. Pero el acto fue al final cancelado, ante las presiones de colectivos que afirmaban que no era moral dedicar tal cosa a un autor que denigró a los judíos. De hecho, el crítico literario Henri Godard, en respuesta a una petición del Ministerio de Cultura, escribió: «¿Debemos, podemos celebrar a Céline?».

Diversas personalidades, de la política y la literatura, quisieron separar al Céline que simpatizó con el nazismo con el autor de «Viaje al fin de la noche» (1932). Por otra parte, en 2018 surgía la noticia de que se suspendía el lanzamiento de la reedición de sus panfletos antisemitas: «Bagatelas para una masacre», «La escuela de los cadáveres» y «Los bellos paños», que fueron un gran éxito de ventas durante la Ocupación alemana. El proyecto tenía el visto bueno de la viuda del autor, Lucette Destouches, pero levantó tantas ampollas que la controversia se coló entre los asuntos de Estado. Incluso Macron se pronunció en contra de la publicación, pese a haber manifestado su admiración por el autor.

«Pacifista»

Céline se defendió sobre esos tres panfletos antisemitas declarando que eran pacifistas, y huyó de Francia sospechando que su vida corría peligro. Lo hizo en 1944 con su tercera esposa para recabar en Alemania primero y luego, al año siguiente, en Dinamarca. Aquí fue arrestado por orden del Gobierno francés acusado de colaboracionismo con los nazis, lo que derivó en una condena de más de un año de cárcel. Su país, en 1950, le aplicaría un nuevo castigo, «in absentia», un año más de cárcel, siendo declarado desgracia nacional. Un destino este parecido al que sufrió Pierre Drieu la Rochelle. Este también se alistó en la Gran Guerra y resultó herido de consideración dos veces, y su simpatía por los nazis le llevaría a la ruina, pese a ser un autor reconocido. Su primera esposa fue, curiosamente, judía, y ya en 1934 tuvo clara su deriva ideológica: «Soy fascista porque he medido el avance de la decadencia en Europa. He visto en el fascismo el único medio de contener y reducir dicha decadencia». Una aproximación política que se materializó, por ejemplo, en que merced a su amistad con el embajador alemán en París, Otto Abetz, al que el Tribunal Militar de París condenó a veinte años de trabajos forzados por crímenes de guerra y por organizar la deportación de judíos a campos de concentración.

Hoy, por supuesto, no hay casos explícitos de autores antisemitas, quién se atrevería a confesar tal cosa. De hecho, los supuestamente proclives a ese pensamiento lo esconden, como el caso de Yann Moix, que en 2019 protagonizó un escándalo al recuperarse un fanzine suyo de juventud, de elaboración rudimentaria, lleno de palabras y caricaturas antisemitas y negacionistas. Además, atacaba ahí a un prestigioso intelectual de las letras francesas, Bernard-Henri Lévy, «sodomita sionista con la nariz larga, cuyo cráneo no ha sido rapado por los amigos de Adolf». Cabe decir que Moix se disculpó en la televisión y dijo avergonzarse de haber hecho tal cosa, si bien siempre ha estado relacionándose con personalidades de la extrema derecha, próximas del Frente Nacional, además de prolongar una antología de textos contra los judíos en 2007.