CDN

Volver a ser un niño

Laia Marull protagoniza en el CDN una obra, “El peso de un cuerpo”, que huye del melodrama sobre la dificultad que supone hacerse cargo de la gente mayor dependiente

"El peso de un cuerpo" llega al Teatro Valle-Inclán, a la Sala Francisco Nieva
"El peso de un cuerpo" llega al Teatro Valle-Inclán, a la Sala Francisco NievaDavid Ruano

Desde que Alfredo Sanzol asumiera la dirección del Centro Dramático Nacional, la institución pública ha mostrado un especial interés por convertir en materia teatral, con mayor o menor fortuna, los asuntos sociales más apremiantes, y a veces controvertidos, de nuestra actualidad. La integración efectiva y real de las personas con diversidad funcional o el acceso de las poblaciones marginales a un servicio esencial como es el del suministro de luz son algunos de los temas –el primero de ellos en dos montajes distintos– que el CDN ya ha abordado en su programación, en algunos casos participando además en la producción, en lo que llevamos de temporada. Ahora le toca el turno a otro problema no menos complejo y acuciante: el cuidado de nuestros mayores cuando pasan, al final de su vida, a ser tan dependientes como lo fueron de niños, y la dificultad que entraña para cualquier persona poder compatibilizar esos cuidados con las otras obligaciones del día a día.

De ello habla El peso de un cuerpo, una obra escrita y dirigida por Victoria Szpunberg, que ella se resiste a incluir dentro del género de la “autoficción”, hoy tan de moda, aunque parta de su propia experiencia personal. “Yo no me planteaba trabajar las dramaturgias del yo ni hacer una obra autorreferencial –asegura Szpunberg–. Es verdad que la obra nace de un hecho real y doloroso, que es la enfermedad neurodegenerativa de mi padre, y de una necesidad de canalizar ese dolor. El teatro te permite también esa posibilidad de enfrentarte a tus propios fantasmas, siempre y cuando no lo hagas desde un lugar egocéntrico ni regodeándote en cuestiones identitarias. Pero esta es, en cualquier caso, una obra de ficción; yo no hablo de mi padre ni de mí exactamente, aunque todo esté basado en la situación que yo estaba viviendo”.

En efecto, Szpunberg escribió la obra en el momento en el que su padre, “un pilar emocional e intelectual –reconoce–, como suelen serlo casi todos los padres para sus hijos”, pasa a ser “una persona absolutamente dependiente de nosotras” (se refiere a su hermana y a ella). Pero, más allá de ese vínculo afectivo, El peso de un cuerpo quiere mostrar también “la peripecia económica” que conlleva ese estado de dependencia dentro de “un sistema que no se hace cargo de estas situaciones”. “No estamos preparados ni individual ni colectivamente para algo así”, afirma la directora.

Lo curioso de la propuesta de Szpunberg, que cuenta en el reparto con Laia Marull, David Marcé, Carles Pedragosa y Sabina Witt, es que el serio trasfondo dramático no ha condicionado su espíritu festivo y vitalista. Y hasta tal punto es así que en la función hay humor, música en directo y mucho juego teatral. “Yo no quería hacer un melodrama ni nada parecido –dice la autora–; he querido escenificar el texto a modo de celebración; quería compartir con el espectador una experiencia que es íntima y a la vez social”.