"Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín": Lorca al aire libre ★★☆☆☆
El patio del Quique San Francisco se convierte, un año más, en uno de los escasos espacios con los que cuenta Madrid para disfrutar de una función de teatro
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Autor: Federico García Lorca. Directora: Triana Lorite. Intérpretes: Fernando Cayo, Ana Belén Beas y Carmela Martins. Teatro Quique San Francisco, Madrid. Hasta el 17 de septiembre.
El patio del Quique San Francisco se convierte, un año más, en uno de los escasos espacios con los que cuenta Madrid para disfrutar de una función de teatro al aire libre en esta época estival. Y lo cierto es que acostumbrados como estábamos en este escenario a una programación sencilla, de marcado acento cómico y comercial, sorprende positivamente que esta vez la propuesta veraniega sea un poco más arriesgada. En efecto, aunque el nombre de Lorca sea por sí solo un poderoso reclamo para captar espectadores, no es precisamente Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín su obra más popular ni la más acorde con los gustos y las modas imperantes. Y es una lástima que no lo sea, porque, honestamente, creo que es una de las mejores. Al menos, es una de las más universalmente poéticas, de las que mejor se alejan del efectismo teatral y buscan la idealización estética -en la palabra y en la acción- de la verdad conceptual que la sostiene. Y esa verdad es la sublimación del sentimiento amoroso, más allá de la posible reciprocidad y de la exclusividad, y más allá de la vida y la muerte; un sentimiento que emerge del mismo azar y está en constante lucha con el curso del tiempo, que lo determina y limita de forma implacable.
Perlimplín es un hombre mayor que se casa sin ningún interés, persuadido por su sirvienta de que a su edad debe hacerlo, con su joven vecina Belisa. Ya en la noche de bodas Belisa le es infiel con varios hombres, pero eso no evita que él se haya enamorado ya perdidamente de ella sin habérselo propuesto. La fugaz trama de esta breve obra discurre de principio a fin en una atmósfera de escapismo y ensoñación que aproxima el texto, mucho más de lo que tradicionalmente se ha señalado, a las corrientes modernistas que precedieron a las vanguardias.
Sin embargo, ese clima poético que ha de permitir que la palabra se eleve y obnubile al personal con sus metafóricos y hermosos significados no termina de estar bien recreado en esta propuesta dirigida por Triana Lorite. El tempo lento que, en efecto, requiere una función como esta se torna más bien fatigado. Da la sensación de que, en el trabajo con las imágenes y con el movimiento escénico, se ha soslayado la carga sensitiva que emana de la propia literatura y que ha de acompañar toda la acción. Como consecuencia, la función se ahueca en la forma y el fondo y llega algo fría al patio de butacas. Esa asepsia emocional que rige el tono del espectáculo impide que ni siquiera un auténtico animal escénico como es Fernando Cayo, capaz de hacer las más difíciles piruetas que se le puedan pedir a un actor, llegue en esta ocasión a brillar como suele y a conmover.
- Lo mejor: El arrojo de productores y programadores por mostrar el Lorca menos conocido en un formato distendido y popular.
- Lo peor: Hay un hieratismo en la concepción de la plástica y el movimiento que termina contagiando también la palabra.