Teatro

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«Las canciones»: Al servicio del público

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«Las canciones»: Al servicio del público
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En el título, «Las canciones», se advierte una meridiana declaración de intenciones acerca de cuál quiere el autor que sea el substrato conceptual de su espectáculo. Inspirándose también, como él mismo reconoce en el programa de mano, en «personajes y situaciones de las obras de Antón Chéjov»–hay ecos de «Tío Vania» o de «Las tres hermanas», por ejemplo, bastante simpáticos y reconocibles–, Messiez ha planteado una delirante función –muy acorde a su lenguaje dramatúrgico habitual, siempre impregnado de surrealismo y ensoñación– con el objetivo de rendir un abierto homenaje a todas esas canciones al margen de preferencias, estilos, géneros y épocas que en algún momento han servido de banda sonora a nuestra existencia y hasta incidido en ella a modo de bálsamo, de revulsivo, de refugio, de pañuelo, de acicate, etc. El director asume el riesgo de hacer sonar un tema musical durante 15 minutos con el objetivo de llevar hasta el patio de butacas –y lo consigue– el ritmo, la pulsión física y las emociones que emanan del escenario merced al esforzado trabajo, muy visceral a veces y también muy cómico, que hacen todos los actores de su elenco.

Lo mejor

La hermosa defensa del acto de escuchar en estos tiempos en los que todos quieren cantar

Lo peor

Los problemas de acústica que siempre ha tenido un teatro tan mágico como es El Pavón

Es verdad que falta en todo el conjunto, para brillar a la altura de otras obras de Messiez, un poquito más de enjundia argumental, de poso dramatúrgico. Pero también es cierto que hay algunos monólogos a la altura de su mejor literatura dramática: uno, sobre el significado que cobra una canción cada vez que vuelve a ser escuchada y sobre la relación que guarda cada uno de esos significados con el punto concreto y efímero del tiempo en el que se halla quien está escuchando; el otro, en clave muy poética, tiene que ver con la diferencia entre escuchar y cantar, entendiendo que en la primera de estas dos acciones es donde alguien, como dice el personaje de Olga, puede «callar hasta llenarme de otra; ser otra, otra yo que no sepa».