Crítica de teatro

"Psicosis 4.48": En torno a la depresión y el suicidio ★★★☆☆

Luz Arcas se enfrenta a un texto que la dramaturga británica Sarah Kane escribió antes de quitarse la vida con apenas 28 años

Natalia Huarte se enfrenta, en "Psicosis", a su primer escenario en solitario
Natalia Huarte se enfrenta, en "Psicosis", a su primer escenario en solitarioEsmeralda Martín

Autora: Sarah Kane. Directora: Luz Arcas. Interpretación: Natalia Huarte. Teatro Español (Sala Margarita Xirgu), Madrid. Hasta el 2 de julio.

Complicada tarea la que ha asumido Luz Arcas, con su compañía La Phármaco, de llevar a los escenarios un texto tan fragmentario, alucinatorio y, en cierto modo, antiteatral como es Psicosis 4.48; un texto en el que no hay claras líneas argumentales ni personajes definidos y que la dramaturga británica Sarah Kane escribió antes de quitarse la vida con apenas 28 años. La depresión, los trastornos psicóticos y los efectos de la medicación son precisamente los temas que nutren una función, construida a partir de fogonazos sentenciosos, en la que hay mucha más mitología que poesía de altura, como se ha querido hacer ver desde su fallecimiento. Ciertamente, la innegable contundencia con la que la autora expresó algunas ideas (“Solo espero que la muerte sea el puto final”, “No siento ningún deseo por la muerte; ningún suicida lo siente”, etc.) resulta insuficiente para que estas ideas adquieran, sin más, la hermosura formal y conceptual que se le presupone a la buena poesía. Pero ya se sabe que las circunstancias trágicas que envuelven la vida de ciertos creadores magnifican la valía de su legado artístico.

A partir de ese material literario tan esquemático en verdad, modelado en la desmesura de la desgraciada enfermedad que padeció la autora, solo una actriz tan espléndida como es Natalia Huarte hubiera sido capaz de captar la atención del espectador como ella consigue hacer. Y no lo tiene nada fácil, porque, además, está dirigida en un código algo extraño, como si estuviera encarnando, por el tono y por la implicación emocional, un personaje de dimensiones realistas mientras suelta un texto que escapa deliberadamente de la lógica dialéctica y la trabazón argumental. Quizá desde un lugar mucho más fantástico y abstracto, prescindiendo de esa sordidez tan concreta y naturalista que tiene el montaje, la cosa hubiera alcanzado mayores cotas de belleza, de la terrible belleza que uno siempre encuentra en la gran tragedia.

  • Lo mejor: A Natalia Huarte da gusto verla haga lo que haga.
  • Lo peor: El texto no llega a sorprender nunca el corazón ni el entendimiento del espectador.