
La gran cita
Crónica de un genio: así fue la locura de Morante que acaba en hito histórico en Madrid (vídeos y grandes momentos)
La multitud corta las calles para llevarse al torero a hombros por la calle de Alcalá en un día inolvidable

A Morante le ha costado toda una vida llegar hasta aquí: irse por la Puerta Grande de Madrid. Eso sí lo ha hecho haciendo historia. Qué manera de irse.
Ya el pasado 28 de mayo el torero de La Puebla debió salir a hombros camino de la calle de Alcalá. Y no fue la espada la que se cruzó en el camino, el caprichoso destino quiso que fuera el maldito descabello, porque así de difícil es esto. Y de ahí que pasen los años y las décadas y a Morante se le haya ido atravesando esta difícil plaza y esa Puerta Grande se haya ido alejando cada vez más. Era su sueño, así lo había manifestado. Y no quería irse de esto sin haber atravesado el umbral.
Hace tiempo que sabemos del sufrimiento de Morante, de una cabeza que le trae por la calle de la amargura, de un sufrimiento que ya no es silencioso, pero sí íntimo, que es escapa a nuestro entendimiento, pero que lo lleva en el espejo de la cara y en la profundidad del alma. Que escribe con su toreo el dolor de una cabeza inexacta.
Ayer, en la Corrida de Beneficencia, fue el día y la hora. 8 de junio de 2025. Queda escrito ya para los anales con tinta indeleble, en la memoria colectiva de los que estuvimos será inolvidable. Podremos contarlo. Aquello no fue una faena ni tampoco una Puerta Grande. Resultó un acontecimiento de un hecho incontrolable del pueblo.
Miles de aficionado jóvenes se tiraron al ruedo ya en la vuelta antes de encaminar la salida a hombros. A Morante le bastaron cuatro naturales de la faena del cuarto para poner Madrid bocabajo. Y a decir verdad ahí se acabó la tarde. No cabía más gozo. Esto ocurre así. Es como si al corazón ya no le cupiera más. Se desborda de emoción contenida, como a Morante le desbordaban las lágrimas con la misma intensidad que el sufrimiento. Morante sufre hasta en la felicidad. Y entonces vino la salida a hombros que fue abrasiva, doliente, bestia, demasiado, lo tiraban, expulsaban, arrastraba entre la marea. Y la marea multitudinaria tiraron con el de La Puebla calle Alcalá para arriba, porque el tramito se había hecho corto. Y las calles de Madrid se cortaban para el torero sevillano.
Y Madrid olía a torero. A torero profundo, hondo y herido, a un torero irrepetible.
La policía cortó la procesión allá por Manuel Becerra, pero las pasiones no cesan con esa facilidad y ya en el hotel Wellington Morante tuvo que asomarse al balcón de su habitación para saludar a la marabunta que seguía coreando "¡José Antonio, Morante de La Puebla!". Porque hay cosas que no se pueden controlar y ayer, y hoy, la gente estaba feliz, la felicidad que nace del corazón, qué emoción más grande, más íntima, más bella... El rey, que no vino, se perdió al rey. El rey de los toreros.
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