Feria de Abril

Así fue el gran quite de Manzanares en una tarde de mala historia

La corrida de Jandilla echó por tierra el festejo en el que se había colgado por quinta vez en la Feria de Abril de Sevilla el cartel de «No hay billetes»

Manzanares se sube al caballo para ayudar al picador
Manzanares se sube al caballo para ayudar al picadorSara de la FuenteSara de la Fuente

El quinto lleno de «No hay billetes» de la feria llegaba el miércoles de Farolillos con Manzanares, Talavante y Rufo con la de Jandilla. Los problemas de siempre a la hora de siempre. Colapsos en las bocanas, pero con temperaturas menos asfixiantes. No es poco.

Y fue a Manzanares a quien debemos el momento más emocionante de la tarde. Ruiz Román picaba al tercero. El Jandilla fue como un tren al picador y no lo derribó, pero estuvo a punto de sacarlo del caballo con mucho peligro porque lo desequilibró por el lado que estaba el toro. Unos fueron a quitar al animal, otros observaban con el mismo estupor que nosotros, José María Manzanares se tiró literalmente encima del caballo por la parte trasera para enganchar al picador y que recuperara el sitio en momento tan delicado. Cumbre. Y emocionante. La vara siguió mientras el toro apretaba y Manzanares recuperó un sitio de discreción sin el menor alarde (códigos del ruedo, ejemplo de vida). De lejos volvió a ir en la segunda vara en la que también tuvo que esforzarse el pica para mantenerse en lo alto. Tomás Rufo, que era su toro, quiso exprimirlo desde el inicio de faena de rodillas en el centro del ruedo. Al toro se le apagó el gas y las embestidas iban quedándose más cortas y con menos fuelle. Eran otras teclas las que había que tocar: cuando se la dejó en la cara, muertita, el derechazo se convirtió en circular, justo antes de perder el hilo la faena y el toro ya sin mecha.

Eficaz

El animal que abría plaza topó en el capote de Manzanares como si en vez de embestir quisiera saltar. Las cosas raras. Con las mismas derribó al picador. Otra historia fue en la muleta del alicantino. Tenía bueno el embroque el toro porque ponía la cara abajo, pero lo que le costaba era empujar hasta el final. Manzanares tampoco obligó al Jandilla a ir más allá de donde quería y la faena se quedó en las líneas que marcaba el astado, por fuera y con tandas cortas. Lo mató eficaz. Nobleza sin fondo fue la que tuvo el cuarto. Y así, difícil.

El segundo salía suelto sin que Talavante lograra mantener el interés en el capote. De aquí para allá el Jandilla. Sin rumbo fijo, más que embestir lo que hacía era deambular. Y entonces ocurrió que cuando llegó la hora de la muleta el animal ya había corrido todo lo que tenía que correr y le quedaba una embestida desganada, como si no fuera con él la cosa. Ni con él ni con Talavante. Y así el misterio de la tauromaquia fue resuelto en una faena corta, que se agradece, y sin más historia que pasar al siguiente turno.

No mejoró la cosa con el quinto. Tan soso como descastadete y así el paso de Alejandro.

Todas las expectativas quedaban en el sexto y Tomás puso de su parte para irse a portagayola, que en esta plaza, además, vale doble con la anchura infinita y angustiosa de la puerta de toriles. Después el toro se vino abajo. Y así la tarde, que para haber sido un llenazo también resultó un petardo. Vendrá días mejores. Nos quedamos con el quite de Manzanares y el monosabio tirando de la boca del caballo. Y el mañana, que es otra puerta que se abre y nunca se sabe.

Ficha del festejo

SEVILLA. Se lidiaron toros de Jandilla. El 1º, de humillada y corta arrancada; 2º, apagado y deslucido; 3º, noble, con buen embroque y media arrancada; 4º, de Vegahermosa, descastado; 5º y 6º, desfondados. Lleno de «No hay billetes».

José María Manzanares, de azul marino y oro, estocada (saludos); dos pinchazos, estocada (silencio).

Alejandro Talavante, de berenjena y oro, estocada (silencio); estocada (silencio).

Tomás Rufo, de nazareno y oro, pinchazo, estocada (saludos); estocada (silencio).