Toros
Emilio de Justo: del milagro de la dramática cogida a la Puerta Grande (no de Madrid)
El torero fue cogido de manera espectacular por el primero y salió al sexto al que cortó dos trofeos
Emilio de Justo es uno de esos toreros que conoce la gloria y el infierno de esta profesión en esta misma plaza. Es por eso que nos dejó sin voz y con un nudo en el estómago cuando nada más empezar la faena del primero, joder comenzaba todo, había dado Emilio los primeros pases de tanteo que serían el preámbulo de faena y cuando se puso con la derecha el toro lo atropelló de mala manera. Como si no hubiera lugar a otra cosa. Como si estuviera escrito así. No fue solo una vez porque ya en la arena volvió a hacer por él el toro de Victoriano del Río. Impresionó porque Emilio de Justo, consciente, no logró ponerse en pie y se lo tuvieron que llevar a la enfermería y la memoria reciente nos llevó a una lesión de espalda en este mismo lugar por la que sufrió lo indecible durante meses. La dureza de esta profesión no avisa. Destroza. El silencio fue tan sepulcral como expectante, pero lo cierto es que cuando ocurre esto en la plaza no se sabe nada. Solo quedaba esperar noticias y que fueran buenas. Borja Jiménez salió a matar al toro del compañero, que ya era mucho.
El resto de corrida
Con los ánimos revueltos saltó el segundo, que era el tercero, para Tomás Rufo. El toro tuvo cosas buenas de querer colocar la cara abajo con cierto ritmo. También tenía más inercia que entrega. Tomás quiso hacer las cosas con los vuelos, pero nada acabó de salir y caló más el desencanto. A la puerta de la enfermería brindó Borja Jiménez el tercero y se fue a los medios a dar dos pases cambiados por la espalda y uno del desprecio que fue el que puso a todos de acuerdo. Anduvo fino Borja con la suavidad con la que manejó los trastos y menos fino con la distancia con el toro, tan encima del de Victoriano, que el animal se vino también abajo. Su sensación fue de querer siempre. Siguieron corriendo turno y el cuarto fue el sexto para Rufo, que tuvo repetición y movilidad sin acabar de conquistar corazones. Ni uno ni otro. Faena monótona de Rufo con ese toro que tuvo la misma dinámica. El quinto de Borja se dejó hacer, iba y venía. La faena fue larga, pero en ningún momento encendió la chispa de Madrid.
Y al sexto salió de la puerta de la enfermería Emilio de Justo, donde había permanecido toda la corrida. El milagro era un hecho. El pitón le pasó por la cara en varias ocasiones y contra la arena. Horror. Pero la vida quiso que saliera ileso. O lo suficiente para poder saltar al ruedo de nuevo para torear al animal que cerraba plaza. Lo que le esperaba era un toro serio y con dos astifinos pitones. Se puso de rodillas para recibirlo con una larga y fluyó el toreo de capa. Brindó y desafiante se puso con la derecha sin ayuda. El toro, que se había rajado, fue como un tren. No le importó. Se relajó muy comprometido. Era como si diera igual por dónde pasaba el toro. Suplía todo con fe y ganas y eso era emoción. Luego la faena requirió de más poso y torear con los vuelos, pero la faena se había desatado en otras coordenadas. En la suerte suprema tenía la Puerta Grande, pero todos los que amamos la grandeza de esta Fiesta es posible que estemos de acuerdo que no con el pasaporte de una estocada que se le fue a los infiernos. Por eso el toreo es tan difícil, tan puñetero, tan glorioso y tan grande. A Roberto Gómez se le escapó en Madrid una Puerta Grande que no es de Madrid. Emilio había sido un titán.
Ficha del festejo
Las Ventas (Madrid). Segunda de Otoño. Toros de Victoriano del Río y uno, 5º, de Toros de Cortés. Lleno en los tendidos. El 1º, complicado: 2º, de buena condición; 3º, a menos; 4º, movilidad y repetición; 5º, manejable; 6º, movilidad y repetición sin entrega.
Emilio de Justo, de verde hoja y oro, cogido. Estocada defectuosa (dos orejas).
Borja Jiménez, de purísima y oro, estocada corta (silencio); pinchazo, estocada (saludos); estocada, aviso (saludos). Tomás Rufo, de turquesa y oro, estocada baja (algunos pitos); pinchazo, estocada baja (silencio).