Cargando...

Obituario

Muere Rafael Peralta, referente del toreo a caballo

Su trayectoria unió modernidad, clasicismo y compromiso social. Participó en más de 3.000 festejos y dejó huella como ganadero, criador de caballos, artista y promotor cultural

Rafael Peralta: «Lo peor de envejecer es la edad» larazon

Rafael Peralta ha fallecido este viernes en Sevilla a los 92 años, a consecuencia de una neumonía. Natural de La Puebla del Río, donde nació el 4 de junio de 1933, su nombre figura entre los más sólidos del toreo a caballo del último siglo. No sólo por su trayectoria —larga, constante, rigurosa—, sino por haber sido uno de los artífices del modelo moderno del rejoneo. Junto a su hermano Ángel, fallecido en 2018, impulsó una manera nueva de entender la lidia a caballo: directa, frontal, con riesgo y estética. Un estilo que, con los años, se consolidó como escuela.

Debutó en la plaza sevillana de Constantina en 1957. Apenas dos años después tomaba la alternativa en Madrid durante la Feria de San Isidro, compartiendo cartel con Julio Aparicio, Manolo Vázquez y Curro Girón ante toros de Sánchez Cobaleda. En aquella época, la presentación en Las Ventas era el verdadero doctorado de los rejoneadores. Desde entonces, su ascenso fue inmediato. Su lema de juventud —"Rafael Peralta, único por ser diferente"— no era sólo una frase publicitaria: contenía una vocación de identidad propia dentro de un arte compartido.

Peralta fue un rejoneador con personalidad marcada, clásico en las formas, innovador en los terrenos. Citaba de frente, se metía en la querencia del toro y ejecutaba los pares al quiebro con limpieza y verdad. Entre 1970 y 1975 toreó 548 festejos y cortó 1.788 orejas, cifras que lo mantuvieron en los primeros puestos del escalafón durante años. En 1972, actuó en 112 corridas y cortó 363 orejas y 96 rabos. Fue habitual en las grandes ferias de España, Francia y América Latina —México, Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú—, y se mantuvo activo de forma ininterrumpida durante 44 temporadas, hasta el año 2000.

Junto a su hermano Ángel, Álvaro Domecq y José Samuel Lupi, formó el grupo conocido como "los jinetes del apoteosis", generación que consolidó las corridas de rejones como espectáculo con personalidad propia. Rafael Peralta fue, además, uno de los pocos rejoneadores en cortar un rabo en la Maestranza de Sevilla —ocurrió en 1965 durante un festival—, y abrió varias veces la puerta grande de Las Ventas. En su última etapa, siguió toreando ocasionalmente, incluso superados los 60 años.

Ganadero desde joven, conservó el encaste Contreras desde 1953, primero con su nombre y después como Hermanos Peralta. También dejó una huella profunda como criador de caballos en su yeguada Agrícola Peralta, especializada en ejemplares de pura raza española y estirpe cartujana. Monturas como "Indiano", "Apolo", "Gallareto", "Brujo" o "Dólar" forman parte de la memoria del rejoneo contemporáneo.

Pero su legado va más allá de los ruedos. Rafael Peralta fue un hombre vinculado a la cultura, a la acción social y a la vida pública andaluza. En 1977 grabó el disco "Entre dos yeguas", por el que recibió el premio Olé de la Canción. Fue autor de letras flamencas, distinguido por la SGAE con la Llave del Flamenco, e impulsó el proyecto Rancho El Rocío, uno de los primeros complejos de turismo de convenciones de la provincia de Sevilla. Su compromiso solidario fue constante: organizó durante medio siglo el festival benéfico de Medina de Rioseco a favor del asilo local, y fue también promotor de otros festejos a beneficio de Cáritas.

Recibió la Cruz de Oro de la Orden Civil de la Solidaridad Social en 2002, entregada por la reina Sofía. Fue nombrado Hijo Adoptivo de Medina de Rioseco y Hijo Predilecto de La Puebla del Río, donde también ostentaba el número uno de la Hermandad Sacramental. Estaba casado con Mamer Revuelta y era padre de cuatro hijos: Rocío, diseñadora de moda flamenca; Rafael, abogado y escritor taurino; Lola y Mercedes.

La Puebla del Río ha decretado tres días de luto oficial. Medina de Rioseco, uno. El funeral se celebrará este sábado en la parroquia de Nuestra Señora de la Granada, después de que la capilla ardiente haya quedado instalada en el Salón de Plenos del Ayuntamiento. Diego Ventura, uno de sus herederos en el arte, lo ha definido como “un referente, como torero y como persona”.

Rafael Peralta no quiso ser el mejor: quiso ser distinto. Y lo fue. Su legado no se mide solo en orejas o en estadísticas, sino en el respeto con el que lo recordarán quienes lo vieron torear, quienes compartieron con él el campo o la conversación, y quienes entienden el toreo —a pie o a caballo— como algo más que una profesión: como una manera de estar en el mundo.