San Isidro
Uceda Leal, el clásico que perdura, roba de nuevo el corazón de Madrid
El diestro madrileño corta un trofeo en la novena de la Feria de San Isidro tras una faena emocionante y bonita a uno de La Quinta
No era un festejo más. Eso lo teníamos claro, porque que la Real Unión de Criadores de Toros de Lidia cumpla 120 años es motivo de celebración y orgullo. Es la elevación del toro bravo, que mueve este mundo, el de los ganaderos y los toreros. El público. El gran enigma de la Fiesta. El sentido último de la tauromaquia. El tótem inalcanzable con el que muy pocos se atreven a cruzar la línea roja que separa el ruedo. Física e imaginaria. Nunca nadie pensaría que el tablero con el que se construye el redondel puede dar y quitar tanto valor. Qué diferencia hay en tan pocos centímetros. Nos lo demostró ya el primer toro de La Quinta que nada más salir se quedó cortito en el capote de Uceda. Fue dejando un reguero de lo que iba a ser: pocas ganas de embarcarse en el viaje. La suerte que tuvo Leal es que el animal tampoco tuvo mucha fuerza ni empuje y pudo controlar las malas ideas para salir de la faena sin demasiados estragos.
Faena con premio
Cargó Uceda con toda la torería que tiene para comenzar la faena al cuarto. Condensado y bonito. Exprimió las arrancadas del toro, que fueron buenas, para robar una labor con el sello del diestro madrileño. Cadencia por la diestra y un natural absolutamente exquisito que sobrevolará la plaza de Madrid cuando las luces se apaguen. Daba gusto verlo. Un canto al clasicismo y al toreo, que pasen lo años que pasen, no pasa de moda. Por uno y otro pitón, temple y pellizco hasta los ayudados con los que cerró faena antes de cobrarse una estocada delantera. Había tenido un buen cómplice y tuvo la disposición de aprovecharlo. El premio tenía el sabor del toreo añejo. Qué maravilla.
Raúl Caricol se desmonteró con un segundo que apretó en banderillas y pareció tenerle la matrícula cogida. Había esperanzas en el toro, que era irregular y tenía sus incertidumbres, es decir, La Quinta. Por el derecho portaba más claridad y largura en el viaje en incesantes arrancadas y el poder escaso. Pesaba mucho por el izquierdo, por ahí el de La Quinta acudía con todo y con todo se metía por dentro. A Luque, que nos tiene acostumbrados a tenerlo todo en la cabeza, le vimos con poca claridad de ideas y espeso. Sin ese don para dar en la tecla exacta en el momento oportuno y de ahí que la faena no acabara de definirse.
Apostó desde los medios con el quinto, pero luego faltó contundencia con un toro que, marca de la casa, humilló mucho sin excesivo poder y sin acabar de entregarse. Luque no estuvo a gusto.
Hasta los medios se fue Emilio de Justo a la verónica. Pasaba el toro, seguía la vida. Se justificó el toro en el caballo y llegó a la muleta con franqueza, repetición y el motor justo. De Justo sacó muletazos largos de a pocos, sin ligar, y la faena quedó en tierra de nadie mientras el toro amagaba con rajarse. El sexto fue sobrero del mismo hierro.
El sexto fue sobrero del mismo hierro y de rodillas fue su declaración de intenciones. El toro requería llevarlo muy cosido a la muleta, iba radiografiando cada arrancada. Por el diestro le cogió el aire, que no era fácil, sí esfuerzo agradecido. Menos enjundia encontró al natural y la faena fue disipándose entre la monotonía y también la sosería del toro. Qué difícil es Madrid.
Ficha del festejo
LAS VENTAS. Novena de feria. Se lidiaron toros de La Quinta. El 1º, complicado y sin empuje; 2º, repetidor y con codicia, más claro por el derecho; 3º, noble a un punto de rajarse; 4º, humilla, se desplaza y complejo; 6º, sobrero mismo hierro, que se deja. Lleno en los tendidos.
Uceda Leal, de de catafalco y oro, estocada (silencio); estocada delantera (oreja)
Daniel Luque, de de verde y oro, estocada (silencio); estocada (silencio).
Emilio de Justo, de teja y oro, media, descabello, aviso (silencio); dos pinchazo, media, dos avisos (silencio).