Ureña mueve los cimientos de Madrid con un toro de banderillas negras
El murciano y Castella dan una vuelta al ruedo en faenas de muy diferente dimensión
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Paco Ureña nos recordó el milagro de la vida y el peligro nada más empezar. Quitó con cierta brillantez al primero y sin un atisbo de riesgo. Estaba todo controlado, pero en el misterio de la tauromaquia cada instante puede ser un desvelo como un puñetazo al corazón. En el remate le hizo el toro la zancadilla y sobre la arena la vulnerabilidad de Paco era inmensa. Se repuso, por los pelos, y por los mismos, escapó de nuevo. Lexatín al canto. Qué sufrimiento. Sebastián hizo réplica y el quite tuvo su cosa, pero el toreo vino en el cierre. Qué demonios tendrá esto que cuando es pone a más de 20.000 de acuerdo en una décima de segundo. El olé fue unánime. Apretó en banderillas “Lastimado” y entonces Castella, que había triunfado en esta misma plaza por San Isidro, supo que era su momento. El toro desarrolló bondad y ritmo. La faena de Castella, que pasó por un estatuario de infarto, avanzó por falta de reunión hasta acabar en la distancia muy corta. La cosa no fue.
Desmochado de pitones el segundo protestó sin clase durante toda la faena. Ureña lo intentó a pesar de que el éxito era inexistente y se alargó (demasiado).
Ginés Marín, que es torero de Madrid, reaparecía en esta plaza después de ser operado de urgencia de una cornada en la mano de esas curiosas entre los dedos. Las Ventas le esperaba, a pesar de que el tercero fue protestado por su falta de remate. El mal de la temporada. Apretó el toro al caballo contra tablas hasta derribarlo con la mala suerte de dejar atrapado a Guillermo, el padre del torero y picador, debajo del caballo. Angustioso, pero con final feliz. No lo hubo después. El toro rajado y desrazado no dio opción a faena. La suerte fue que Ginés no nos hizo perder el bien más preciado que tenemos: por si cabe duda el tiempo.
Hasta aquí cierta normalidad. Comienza ahora otra corrida.
“Devoto” fue el cuarto y lo tuvo claro desde que salió por la puerta de toriles. De bravo nada. Se frenó en el capote de Sebastián Castella y poco quiso saber del caballo después. Total, que cuando hubo que ponerlo los palos el toro estaba fresco, suelto y apretando hacia dentro. Viotti, que anda perfecto, se reunió con el animal en el primer par y en el segundo le puso el puñal en la barriga. Se desmonteró tras el espectacular encuentro. Y toda esa mansedumbre la invirtió en perseguir el engaño haciendo el avión desde la primera embestida a la muleta. El manso cómo fue abriéndose sin descanso y a un punto de irse. Maravilla para el torero. Castella se confió y relajó tanto en el prólogo que cerca estuvo de llevárselo por delante. El animal no es que embistiera con franqueza es que no levantaba la cara del engaño. Bárbaro. La faena de Castella basada en el pitón diestro contó con la ligazón, también con ese punto de desajuste, de estar por fuera (por ahí iba el toro). El animal era para oro líquido. Gustó. Conectó con el público en esta plaza que es muy suya. De ahí la vuelta a pesar de los pinchazos.
Un trago fue todo lo que ocurrió en el quinto. Si manso nos había parecido el cuarto fue una broma con la puesta en escena de “Andaluz”. Tan a su bola que después de estar de capea sin opción a navegar en ese barco el presidente ordenó las banderillas negras. Ahora a ver quién era el guapo que se las ponía, porque este no era el cuarto. Agobio para todos. Y también para Paco después. El toro no tenía embestidas eran tarascadas. Atracos al corazón en busca de profanar el valor del torero y acabar ya de paso con nosotros. Ureña se puso como si fuera bueno. Con verdad. El milagro era salvarse. Salir indemne. El esfuerzo planetario. El miedo (nuestro) también. Metido en harina eclipsó con los muletazos por bajo y hacia adentro. Por ahí tragaba el toro. Ya lo había hecho antes Paco. Sin medir las consecuencias. El amargor de cruzar la espada era de órdago. A la segunda milagrosamente lo logró, pero se dilató el descabello. Lo que había ocurrido en el ruedo tenía dimensiones estratosféricas. Al alcance de pocos capaces de decir aquí y ahora: la vida al toro. Se le reconoció en una vuelta al ruedo unánime y sincera.
Ginés se las vio con un sexto que iba y venía sin entrega y con el que no se complicó. Después de la bestialidad de Ureña había que ser un titán para arañar el corazón de Madrid. Paco lo había hecho de nuevo. Y de qué manera. La tauromaquia tiene muchos caminos
FICHA DEL FESTEJO:
Viernes 6 de septiembre de 2023. Plaza de toros de Las Ventas, Madrid. Cuarta de la Feria de Otoño. Casi lleno (20.575 espectadores según la empresa).
Se lidiaron toros de Victoriano del Río y Toros de Cortés, 4º y 5º. 1º, noble, con ritmo y a menos; 2º, protestón y a la defensiva; 3º, rajado y deslucido; 4º, tan manso en los primeros tercios como extraordinario en la muleta; 5º, manso con peligro; y 6º, va y viene sin entrega.
Sebastián Castella, de azul y oro, estocada caída, aviso, descabellos (silencio); y tres pinchazos, aviso, estocada (vuelta).
Paco Ureña, de burdeos y oro, tres pinchazos, estocada caída (silencio); y pinchazo, estocada, aviso, tres descabellos, aviso (vuelta).
Ginés Marín, de carmín y oro, estocada (silencio); y estocada, descabello (silencio).
Incidencias: El quinto toro "Andaluz", nº 182, fue condenado a banderillas negras. Destacó en banderillas en el tercero Rafael Viotti, que saludó una ovación.