El último día que se pudo beber por la Ley Seca: "Mi padre dejará de ser borracho”
La norma del gobierno norteamericano pretendía mejorar la salud pública, pero lejos de llevar a la calma a las calles, supuso el mejor de los impulsos para las mafias
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La Ley Seca (o Volstead), la Ley de Prohibición de la Venta de Bebidas Alcohólicas, fue la norma federal que prohibió la fabricación, venta y transporte de bebidas alcohólicas en Estados Unidos. Aprobada por el Congreso en 1917, entró en vigor el 17 de enero de 1920 a las 00:00 horas. La intención de este movimiento era reducir la tasa de criminalidad y mejorar la salud pública, sin embargo, tuvo efectos negativos en la sociedad estadounidense.
"Esta noche, un minuto después de las doce, nacerá una nueva nación. El demonio de la bebida hace testamento. Se inicia una era de ideas claras y modales limpios. Los barrios bajos pronto serán cosa del pasado. Las cárceles y los correccionales quedarán vacíos; los transformaremos en graneros y fábricas. Los hombres volverán a caminar erguidos, sonreirán las mujeres y reirán los niños. Se cierran para siempre las puertas del infierno", decía a sus feligreses el reverendo Billy Sunday, un adalid de la nueva ley. Pero las palabras de este buen hombre no fueron más que una islita en mitad de un océano.
La prohibición llevó prácticamente al caos (para goce de la literatura y el cine, que se han aprovechado a las mil maravillas del hecho), a la creación de clubes nocturnos clandestinos conocidos como "speakeasies", donde se podía obtener alcohol ilegalmente. También dio lugar a un aumento en la actividad del crimen organizado, ya que las bandas delincuentes se dedicaron a la producción y venta ilegal de alcohol. Además, la norma tuvo un impacto negativo en la economía, ya que la industria cervecera y la industria del vino sufrieron grandes pérdidas.
Entre 1919 y 1929, los ingresos fiscales federales de los licores destilados se desplomaron y las pocas cervecerías que sobrevivieron hasta el final de la prohibición lo hicieron produciendo de todo, desde cerámica y equipo agrícola hasta queso americano, dulces y jarabe de malta. Cervecerías icónicas como Anheuser-Busch y Yuengling se dedicaron, en parte, a la producción de helados. Del mismo modo, la Liga Anti-Saloon, el cabildeo más poderoso a favor de la prohibición, comentó: "Se cree que este gran aumento en el consumo de helado se debió en gran medida al hecho de que los hombres con ansias de estimulantes recurrieron rápidamente a este refrescante y sabroso alimento", como informó el anuario de la organización en 1921. "Cuanto más helado se use, mejor será para los consumidores y los productores de leche".
Otros factores que impulsaron el auge de estos dulces incluyeron la expansión de las fuentes de soda, mejores métodos de refrigeración e innovaciones en la producción de helados. Los dos últimos, en particular, ayudaron a llevar los postres helados al mercado nacional, con el desarrollo competitivo de nuevos productos individuales como la barra de helado cubierta de chocolate y el Popsicle. "A medida que los hombres buscaban alternativas a tomar una copa en el bar local, muchos comían helado con más frecuencia", escribió la autora americana Anne Cooper Funderburg. Incluso una canción de una convención de fabricantes de helados del Pacífico en 1920 declaraba: "Se acabaron los días en que mi padre era borracho".
Hace un año se publicaba en España "El último trago" (Ático de los Libros), un volumen que repleto de detalles deliciosos, personajes vibrantes y una fascinante percepción social que ambientó con muchos detalles lo que significó la Ley Seca. "¡Menuda historia! Puede que la era de la Prohibición no fuera demasiado entretenida, pero, sin duda, este libro sí lo es", escribió Walter Isaacson, biógrafo de Leonardo da Vinci y presidente del Instituto Aspen. "Una panorámica entretenida, completa y amena sobre la prohibición", afirmó, por su parte, Michael Korda, que de fenómenos literarios sabe de sobra tras más de cuarenta años dirigiendo Simon & Schuster, una de las editoriales más importantes de Estados Unidos.
El beneficiario de tamaños elogios, por esta, como reza el subtítulo, "verdadera historia de la Ley Seca", es Daniel Okrent, con extensa experiencia periodística en medios anglosajones como "The New York Times", "Time" y "Life". No en vano, con este su primer libro traducido al español (por Joan Eloi Roca) ganó el premio Albert J. Beveridge al mejor libro de historia del año, galardón otorgado por la American Historical Association. El trabajo del autor estuvo en recorrer la historia de ese periodo histórico, sus verdaderos motivos y consecuencias, partiendo de hechos, dado que, como nos dirá el autor, desde sus orígenes Estados Unidos ha estado sumergido en alcohol. Ejemplo de ello es cómo el barco que llevó al puritano inglés John Winthrop a América, en 1630, tenía en su bodega más de 37.000 litros de vino, y llevaba tres veces más cerveza que agua.
La ley, finalmente, desapareció en 1933 con la ratificación del 21º enmienda a la Constitución de los Estados Unidos. Aunque la Ley Seca fue un fracaso en términos de reducir la criminalidad y mejorar la salud pública, como se ha dicho, sí sentó las bases para la regulación estatal del alcohol y sirvió como un recordatorio de los peligros de la prohibición.