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Todo lo que no se sabe de las visitas de Víctor Hugo a España

A pesar de ser el narrador y poeta romántico francés más icónico del XIX, poco se sabe sobre sus estancias en España
Una imagen de Victor Hugo, autor de "Los miserables"larazon

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Víctor Hugo (1802-1885) es, tras el impar dramaturgo William Shakespeare que tanto influyó en su obra literaria, el escritor occidental que ha inspirado más estudios literarios, análisis filológicos, ediciones críticas, biografías y traducciones. Pero, por paradójico que resulte, su fascinante vida sigue arrojando todavía hoy muchas más sombras que luces. Jean-Marc Hovasse es tal vez su mejor biógrafo hasta la fecha y ha estimado que cualquiera de los incondicionales del bardo romántico tardaría ¡unos veinte años!, a razón de catorce horas diarias de lectura, en agotar sólo los libros dedicados al autor de «Los Miserables» y de «Nuestra Señora de París» que descansan en los anaqueles de la Biblioteca Nacional de París.
A juzgar por la monumental obra de este auténtico príncipe romántico de las letras universales podría pensarse que su autor vivió en el más estricto régimen monástico, vaciando de modo incansable y en completa soledad multitud de botellas repletas de tinta y desgastando plumas de ganso o de cisne, e incluso de pavo, en su «celda literaria». Pero nada más lejos de la realidad, porque Víctor Hugo fue también testigo y protagonista de excepción de numerosos hitos de su tiempo y tuvo una vida sentimental repleta de amantes, que causaría estupor y probablemente también envidia a más de uno.
Cuatro de los cinco hijos de Hugo fallecieron, y la quinta malvivió en un manicomio
Pasó a la historia por ser el poeta romántico francés más grande del siglo XIX, pero fue también un genial dramaturgo, narrador, dibujante y pintor, además de un brillante parlamentario y Par de Francia. Muy poco se sabe, sin embargo, de su estancia en España, a donde vino por primera vez siendo un niño, en 1808, acompañando a las tropas napoleónicas que invadieron Madrid, para residir aquí con su familia en el antiguo palacio Masserano, situado en la calle de la Reina, junto a la Gran Vía, donde todavía hoy se conserva una placa conmemorativa de sus años de permanencia en la capital.
Su padre, Joseph Léopold Sigisbert Hugo, era uno de los generales de máxima confianza de José I El Intruso, hermano de Napoleón. Más tarde, Víctor Hugo regresaría a España de nuevo, esta vez a su casa en la localidad guipuzcoana de Pasajes de San Juan con su amante perenne y fiel inspiradora de sus albores literarios, Julieta Drouet. Las costumbres y cultura españolas inspiraron algunas de sus obras más importantes.
Todavía hoy, insistimos, persisten grandes lagunas sobre su estancia en España y su esmerada educación recibida en el Colegio de Nobles de la capital madrileña; o sobre sus intensas sesiones de espiritismo durante los diecinueve años de exilio que permaneció en la isla de Jersey bajo soberanía inglesa, tras oponerse al golpe de estado de Luis Bonaparte, en diciembre de 1851. Sesiones de espiritismo en las que llegó a contactar con Mahoma, Lutero, Shakespeare, Dante o Platón nada menos, y cuyos diálogos transcribió él luego, pluma en mano y de pie junto a su atril que hacía las veces de mesa, durante sus lúcidas e interminables madrugadas.
Vivió también la gran tragedia romántica en propia carne, cuando su primogénita Leopoldina (Didine), embarazada de tres meses, se ahogó con su marido en el Sena sin que nadie pudiese salvarlos y él se enteró por la Prensa francesa mientras pasaba unos días en Pasajes de San Juan.
El 12 de octubre de 1822, Víctor Hugo se había desposado con Adèle Foucher, amiga de la infancia, poco después de perder a su madre, Sophie Trébuchet. Una especie de maldición asoló a su familia desde entonces. El matrimonio Hugo-Foucher tuvo cinco hijos: Léopold, Lèopoldine, Charles, François-Victor y Adèle. El primogénito Léopold falleció siendo un bebé de apenas tres meses, mientras que Lèopoldine murió antes de cumplir los veinte abriles. Charles expiró también demasiado joven, con cuarenta y cinco años, a causa de una tuberculosis; la misma edad a la que François–Victor, víctima de un cáncer, rindió su alma ante el Altísimo.
Para colmo de males, la única superviviente de los cinco hermanos, la benjamina Adèle, malvivió el resto de sus días internada en un manicomio «a causa de un amor no correspondido», según consta en el informe médico. Y por si fuera poco, el hermano de Víctor Hugo, Eugène, desposado con Adèle Foucher, fue ingresado también poco después de su boda en un centro psiquiátrico donde consumió el resto de sus días. La propia vida de Hugo constituye el gran paradigma de cómo la realidad supera a la ficción, y serviría de estímulo para componer su biografía definitiva, rodar una película o una serie de televisión de resonancia mundial.