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Real Madrid-Real Sociedad: la fe blanca llega tarde y es eliminado de la Copa del Rey

El líder de LaLiga luchó hasta el último segundo contra sus errores anteriores

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La Real Sociedad paró en seco al Real Madrid cuando estaba preparando la rampa de despegue y, tras veintiún partidos consecutivos ganando, el equipo de Zidane se queda sin Copa del Rey en el momento más inesperado, superado por el equipo vasco hasta que salió la fe blanca, indestructible y casi se le escapa el partido, asustado como no lo había estado el conjunto de San Sebastián, con el miedo que crea el Bernabéu. Fueron esos minutos en los que tan vibrante se ponen el estadio y los jugadores y se creen capaces de todo: de empatar choque que pierdes por tres goles y en el que has sido sensiblemente inferior. Se quedó a un centímetró el conjunto blanco, a un paso de la heroicidad y se salvó la Real Sociedad, ya en semifinales gracias al partido que hay había hecho su delantero Isak, un encuentro de esos de los que dejan huella eterna en la carrera de un futbolista. Reventó el Bernabéu y desnudó a Areola, el portero suplente, titular ayer y que no tiene pinta de que vaya a tener muchas más oportunidades esta temporada.

Zidane siguió con su política de rotaciones, sin importarle que la eliminatoria fuera a un partido y contra un rival que en el día bueno te puede hacer lo que hizo durante la primera mitad, sobre todo. El equipo blanco que ya había disputado varios encuentros con muchos cambios, pareció, sin embargo, más denaturalizado que nunca, fuera de sitio, sin empuje. Mejoró en la segunda parte , con Modric en el centro del campo, dirigiendo con sentido y por fin fue mejor que su rival en los últimos minutos, con la necesidad y el abismo. Pero fue todo el rato a contra corriente. Incluso cuando marcó Marcelo el primero, la Real aún hizo el cuarto. La mala noticia es ésa fragilidad; la buena es que siempre creyó.

Fue un Madrid desdibujado porque James y Brahim, titulares en el centro del campo no tuvieron ningún peso en el partido. El colombiano duró cuarenta y cinco decepcionantes minutos, como si nunca tuviera claro cuál era su función en el campo. James ha ido desapareciendo del equipo, por lesiones y porque nunca ha entrado en el ritmo del resto del grupo. Ahora va a ser más complicado, porque el equipo de Zidane no se puede permitir más distracciones y habrá que ver qué hace el entrenador con su política de rotaciones, con ya sólo dos competiciones por jugar y estas dos semanas siguientes sin encuentro los miércoles.

Brahim aguantó media hora más que el colombiano, tuvo algún arrebato de orgullo y lo intentó, pero fue más horizontal que profundo, más barroco que claro, sin superar defensas. El Bernabéu, antes de entregarse a la pasión de los suyos, lo pagó con Marcelo y Nacho, los laterales ayer. El brasileño hizo el primer gol, pero no estuvo fino en defensa y Nacho, que volvió a marcar, sufre cada vez más en la banda. Tampoco quedó bien parado Areola, que nada hizo en los goles y dio la impresión de que en todos o en casi todo estuvo muy cerca o que le faltó algo. Desde el primero de Odegaard a alguno de Isak.

El Madrid sólo tuvo un arma, aunque vaya arma: Vinicius; y a él se colgó con la desesperación de quien no encuentra otra solución. El brasileño revolucionó al rival y mantuvo la fe hasta que no pudo más. Es un peligro con el balón, un jugador que desborda constantemente y que sabes que lo va a hacer y lo hace, por más precauciones que pongas contra él. Si se le exige cuando falla es porque se cree que puede mejorar. Pero ya es un jugador importante y es imposible no verlo.

Zidane fue corrigiendo al equipo, según las necesidades. Acabó con Jovic y con Rodrygo y apelando al corazón porque los golpes de la Real habían dejado al Bernabéu mudo. Isak golpeó y golpeó, Barrenetxea se inventó una jugada maravillosa y la Real lució durante mucho rato su estilo en un mal día blanco. Además, se presentó Odegaard, que el estadio ya consideró uno de los suyos.