Un Real Madrid de finales

Dice Zidane que a su plantilla le gustan los retos, pero más que eso parece que lo que hace este Real Madrid es creárselos para, una vez que tiene el Tourmalet delante, dar su mejor versión y coronarlo. Por lo que ha demostrado últimamente, es un equipo de finales, que no falla cuando el margen de error se estrecha y el escenario es complicado, pero que bosteza y le cuesta desperezarse con rivales de clase media.

«No pienso que sólo haya motivación con rivales grandes, pero es verdad que jugando cada tres días y con tantos partidos hay momentos en los que nos cuesta», confesaba Zidane después de haber visto en Sevilla a ese Madrid solidario en defensa, concentrado y compacto que ganó la Liga pasada con una remontada tras el confinamiento.

Aquellas jornadas se las tomaron los blancos como once finales y levantaron el título. Y parece que hace falta una conjura parecida ahora, porque si ven el objetivo lejos, les cuesta ponerse a ello. «De vez en cuando tenemos dificultades y sabemos por qué es. Cuando arreglemos algunas cosas seremos competitivos y un equipo muy difícil de ganar», añadía Zizou, que después del Alavés confesaba no saber cómo explicar la irregularidad de su plantilla.

Este Real Madrid es impredecible hasta para su entrenador y los hinchas no saben si, al ponerse delante del televisor, van a ver una actuación convincente o están ante uno de esos días en los que no sale nada. Mirando a los números de lo que va de temporada el argumento es muy fácil de sostener. Los blancos han perdido en Liga ante el Valencia (en horas bajas tras el desmantelamiento de Peter Lim), el Cádiz (recién ascendido) y con el Alavés. El saldo en estos partidos es de siete goles en contra y sólo dos a favor. Una tendencia que enlaza con la primera caída liguera del curso pasado, que fue en Mallorca, otro conjunto que acababa de regresar a la Liga Santander y que acabó descendiendo.

Lo curioso es que en este mismo torneo, los de Zidane han ganado al Barcelona en el Camp Nou, al Sevilla en el Sánchez-Pizjuán, empataron en Anoeta y rozaron el triunfo en el estadio de La Cerámica ante el sólido Villarreal de Emery. En estas «finales», el Real Madrid ha marcado cinco goles y sólo ha recibido dos. Eran pruebas mucho más exigentes, pero está claro que casi siempre el resultado depende más de la versión que den los de Chamartín que del rival que esté enfrente.

Se lamenta Zidane por la falta de regularidad y con razón, porque con algunos de los puntos perdidos inesperadamente los blancos serían líderes. Precisamente luchaban por el liderato cuando el Cádiz sorprendió en Valdebebas y dio paso a unas semanas de altibajos.

La Champions, el torneo en el que el Madrid siempre encontraba la calma que en la Liga era tempestad, no escapa ahora al vértigo de esa montaña rusa que acompaña al equipo. Las dos derrotas con las que los blancos llegan a la última jornada de la fase de grupos han sido contra el Shakhtar Donetsk, el rival, en teoría, más flojo de los tres. Son cero puntos de seis contra los ucranianos, que han metido cinco goles en la competición y todos se los han hecho al trece veces campeón de Europa.

En cambio, el Real Madrid ha vencido en los dos choques al Inter, mucho más poderoso en cuanto a plantilla, y que en San Siro se sintió bastante inferior y quedó contra las cuerdas para clasificarse. El otro punto que tienen los de Zizou lo rescataron en el último suspiro ante el Mönchengladbach, al que necesitan ganar para ser primeros de grupo.

Si los resultados contra el Shakhtar hubiesen sido más «normales», el pase a octavos estaría más que cerrado, pero ya lo dice Zidane, a sus futbolistas le gustan los retos. O más bien, el más difícil todavía.