Open de Australia

Serena Williams: ¿adiós o hasta luego?

La leyenda del tenis se despide del Open de Australia con cierta nostalgia tras volver a quedarse en el camino de su último gran reto: el vigésimo cuarto Grand Slam

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Un revés contra la red y fin. Serena Williams saludó cariñosamente a Naomi Osaka, su verdugo (6-3 y 6-4) en las semifinales del Open de Australia, y se marchó de la pista. Antes de salir, se paró y, mirando al público, se llevó una mano al corazón y lo golpeó varias veces. ¿Un adiós definitivo a un hasta luego? En la conferencia de prensa estaba explicando que había tenido muchos fallos en el partido que, por ejemplo, le llevaron a perder de forma consecutiva los ocho últimos puntos, dos juegos en blanco justo después de que recuperara la rotura de servicio que había sufrido en el segundo set. Estaba seria, pero hasta le sacaron una sonrisa. Pasados dos minutos, no pudo más: agachó la cabeza, suspiró y entre lágrimas dijo: «I’m done», que viene a significar: «Ya está, se acabó». Se levantó y se fue.

Lo que para cualquier tenista es un sueño (ganar un Grand Slam) ella lo ha conseguido 23 veces, pero lleva tiempo buscando uno más para igualar el récord de Margaret Court y se le resiste. Es su frustración. Justo en el Open de Australia de 2017 conquistó el último Grande. Después, estuvo un tiempo de baja para ser mamá: nació Alexis Olympia tras un parto con complicaciones en el que admitió que estuvo «a punto de morir». Reapareció en 2018 dispuesta a llegar a ese registro como última hazaña de su carrera. Alcanzó la final de Wimbledon ese mismo año, pero la alemana Kerber la superó; llegó también al último partido del US Open y la por entonces despuntante Osaka se la llevó por delante. En 2019 fue Halep la que frustró sus intenciones en el duelo decisivo de la hierba londinense, y en Flushing Meadows, la canadiense Andreescu. Ni un set ganó en esos cuatro duelos. Jóvenes o jugadoras consolidadas superando a la que ha sido quizá la mayor dominadora de la historia. Con su tenis de hierro y su potente servicio llegó a conquistar los cuatro Grand Slams de forma consecutiva, aunque no en el mismo año, y levantó su primer título de esta categoría en el siglo pasado, en 1999, cuando Osaka no había cumplido ni dos años. Ahora la japonesa tiene 23 y Serena se acerca a los 40. «El tiempo no perdona», dicen. Con ella se ha retrasado más que con ninguna otra, pero las oportunidades se le van acabando. No se sabe si volverá a jugar en Australia. «Si alguna vez me despido, no se lo diría a nadie», admitió. Sólo un rato después, se marchó llorando.