Entrevista

Gisela Pulido: “No estamos locos, hay mucho trabajo detrás”

Tras ganar ¡diez! Mundiales de kitesurf freestyle, ha cambiado de disciplina para intentar estar en los Juegos de París 2024. Es una de las 600.000 mujeres a las que ayuda Iberdrola

Gisela Pulido
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A Gisela Pulido todavía le siguen diciendo: «Mira, la niña que ganó el campeonato...». «Y me hace gracia, que ya no es tan niña, que tiene 28 años», afirma ella. Pero fue tan precoz y tan extraordinario lo suyo, que cómo olvidarlo. Con seis años ya estaba volando cometas en la arena, con ocho, dentro del agua y con diez... ¡Fue campeona del mundo de kitesurf! «Desde siempre he sido súper competitiva, me lo inculcó mi padre. Está dentro de mí. Empecé en natación con cinco o seis años, mis compañeros se ponían nerviosos compitiendo y el entrenador tenía que calmarlos y yo estaba deseando salir al agua. Cuando empecé a hacer kite le dije a mi padre que me gustaría competir, y como era muy pequeña llegamos a un pequeño pacto: me llevaba, pero sólo iría a la siguiente competición si quedaba en el “top 3″. Me decía: “Tienes diez años, te puedo llevar dentro de cinco o de diez”. Con la tontería, gané el primer Mundial», desvela. Pero es que después llegó el segundo, el tercero... Y así hasta diez.

Es una pionera en su deporte y como destacó desde tan pequeña reconoce que no le han faltado «patrocinadores y ayudas», a los que se ha unido uno nuevo. «Y estoy súper agradecida. Ahora, con Iberdrola, más; me encanta formar parte de esta familia. Antes estaba yo sola, había poco apoyo al deporte femenino, ahora estar con 600.000 mujeres... Es una locura», cuenta. La compañía energética ha doblado su ayuda al deporte femenino: si antes llegaba a 300.000 mujeres, ahora son el doble, y también ha multiplicado por dos las Federaciones, para llegar a 32. Son dos de cada tres mujeres deportistas las que cuentan con el apoyo de Iberdrola. «Con proyecto como este es más fácil que salgan más Giselas en un futuro», opina Pulido.

Incluso para ella misma supondrá un empujón en su nuevo desafío: intentar estar en los Juegos de París 2024, aunque para eso ha tenido que reinventarse porque la olímpica es una disciplina completamente diferente: la Formula Kite, no el freestyle que ella ha dominado. «Lo único que tiene que ver es que vas con una cometa en las manos, pero hasta la cometa es diferente; la tabla no va por el agua, vamos por encima con un fuel; el freestyle son saltos, maniobras, piruetas, ahora es como regatas de vela: hay un recorrido y tienes que llegar la primera. Es velocidad, pero también táctica, estrategia, mucho de pensar, de posicionamiento en la salida donde tienes tres minutos para ver si es mejor ir por un lado o por otro, dónde están las rivales, los roles del viento, las presiones, la meteorología, la salinidad del agua... Es como una partida de ajedrez. Me gusta porque me estimula la mente y no es subjetivo, hay unas reglas, pero el que gana, gana. Nadie te va a decir tu “truco no me ha gustado”», explica. Y, por supuesto, requiere de una gran preparación física: «Me hace falta más peso porque quien más pesa corre más. Yo siempre he sido súper ligera, mido 1,65», añade. Aparte del agua, ahora están trabajando mucho bicicleta y el gimnasio. Y la parte mental, con una psicóloga: «Nunca lo había hecho y estoy encantada. Hay que saber abrir la mente y trabajar con el psicólogo. Para mí sólo te aporta», asegura.

Se dio un año de transición en busca del sueño de los Juegos para ver si era feliz con el cambio, y se «enamoró» de la Formula Kite. Ya está en el equipo olímpico y todavía tienen que lograr la clasificación. «No tengo que demostrar nada a nadie, mis diez títulos nadie me los va a quitar y no me pongo presión, pero es un reto, me encanta el esfuerzo, la disciplina... Es como un estilo de vida», reconoce una mujer que ha tenido una vida de todo menos corriente. De pequeña cambió Cataluña por Tarifa por el kite, en busca del viento y porque en Cádiz tenía el colegio de ocho a tres y podía entrenar por las tardes, y ahora ha vuelto a Barcelona porque para la nueva disciplina le vienen bien las condiciones, y por logística. «Me encantaría que mis hijos, si alguna vez los tengo, tuvieran una infancia como la mía, haciendo mucho deporte, rodeada de la naturaleza, los animales, del aire libre, aprender cosas nuevas, la competición que te da unos valores increíbles. Para mí es lo mejor y te forma como persona», admite. Es el deporte lo que más le hace sentir que está viva. «Sólo vivimos una vez y hay que hacerlo al máximo, aprender todo lo que puedas y nutrirte de todo. La adrenalina hay gente que la consigue de otra manera, yo con el deporte, quizás con el riesgo un poco, aunque en realidad la gente puede pensar que lo que hago es muy arriesgado, pero es muy seguro: al tirarte en paracaídas [una de sus pasiones] hay dos paracaídas y si falla el primero tienes el segundo. Cuando estás surfeando uno ola grande no haces eso de la noche a la mañana. La gente dice: “Qué loco, surfea una ola de diez metros, pero detrás de eso hay una apnea, una preparación física, técnica... No estamos locos, somos adictos a esa adrenalina pero hay mucho trabajo detrás y hace que sea seguro», concluye.