Champions

El Villarreal se gana el derecho a soñar con hacer historia

Un gol de Danjuma de ventaja mínima al equipo de Unai Emery sobre el Bayern de Múnich

Danjuma celebra con la hinchada del Villarreal el gol ante el Bayern
Danjuma celebra con la hinchada del Villarreal el gol ante el BayernAlberto SaizAgencia AP

Faltan por recorrer más o menos treinta mil millas antes de que el Villarreal alcance la segunda semifinal de Champions de su historia, pues defender una ventaja mínima en el campo del Bayern Múnich no es misión sencilla. Vaya eso por delante; y añádase de inmediato que el 1-0 logrado por los chicos de Unai Emery constituye de por sí una gesta, pues hacía casi cinco años –desde septiembre de 2017 contra el entrenador vasco, entonces en el PSG– que el campeón alemán no perdía un partido de Champions fuera de casa: veinte victorias y cinco empates en veinticinco viajes europeos.

¿Cómo sienta empezar una larga eliminatoria con un gol de ventaja? Ojo, que no es una pregunta absurda. Con el Bayern enfrente y un técnico tendente a la prudencia como Emery, marcar después de cinco minutos mal contados puede ser una trampa. Siempre cabe la tentación de atrincherarse y despertar así el carácter predador del rival. Pero no. Marcó Danjuma, oportuno al interceptar un tiro mordido de Parejo, en la primera aproximación del Villarreal y reforzó el plan de su entrenador, que consistía en presionar muy arriba a los bávaros para impedir que conectasen con sus atacantes.

Lo logró, sin duda, porque el primer tiro entre los tres palos del Bayern llegó superada con generosidad la hora de juego, un disparo raso de Alphonso Davies que atajó Rulli. Para entonces, a despecho del palmarés apabullante de los alemanes, era el Villarreal el que lamentaba la cortedad del tanteo, ya que a Coquelin le habían anulado un gol por un fuera de juego milimétrico al final del primer tiempo y se sucedieron las ocasiones claras al inicio de la segunda: un tiro al palo de Gerard, un robo del delantero internacional a Neuer en el círculo central, desde donde desajustó por poco su disparo a puerta vacía, y un mano a mano que dilapidó Danjuma con una patada al aire.

La consciencia de la dificultad de la empresa llega echándole un vistazo a los cambios del Bayern, de cuyo banquillo salieron titulares indiscutibles de la selección alemana (Sané y Goreztka) para protagonizar los mejores minutos de su equipo, que rozó el empate con un tiro avieso de Coman, el más activo de la línea de tres medias puntas de los colorados.

Unai Emery consiguió cortocircuitar a los hombres del precoz Nagelsmann, que es más joven que algunos de sus pupilos, gracias a un minucioso trabajo táctico, pues reforzó con Capoue a su pareja de mediocentros y encomendó la banda derecha del ataque a Lo Celso, con orden de vaciarse en un trabajo defensivo antinatural en el futbolista argentino, que cumplió con abnegación. Así enjaularon los amarillos a Kimmich, el regulador del juego alemán, y sólo el descarado paso atrás de los locales en el tramo final (¿la fatiga? ¿una provocación al Bayern para sorprenderlo a la contra?) propició un dominio más geográfico que peligroso de un equipo que, en verdad, añoró la inspiración de sus jugones y la puntería de Lewandowski, que, sencillamente, no compareció.

Esos minutos fueron un preludio, seguramente, del partido de vuelta, que se configurará bajo la premisa del ataque total del Bayern en el volcán del Allianz, que el Villarreal deberá enfriar con una táctica un poco más sofisticada que ese numantinismo del último cuarto de hora. En la guarida del ogro muniqués, noventa minutos también son «molto longos». Podrían haberse antojado un poco más cortos si Pedraza llega a acertar en el último contragolpe de los locales, lanzado a la perfección por Capoue, manejado con maestría por Lo Celso, que pausó como los elegidos, pero mal rematado por el cordobés, en posición franca y con su zurda precisa, aunque se llenó de balón y mandó la pelota al segundo anfiteatro.

En la prolongación, un salto de Pau Torres dentro del área con el brazo extendido mandó al suelo a Goretzka, de cuyo pómulo manaba abundante sangre. Se agradece el escaso afán intervencionista del asistente de VAR, porque la cosa tuvo toda la pinta de penalti y en Múnich, a buen seguro, se calentará la vuelta con el recuerdo de este error arbitral favorable a los españoles, por si el árbitro de turno tuviese a bien compensarlo. Son pensamientos negativos que hay que espantar, sin embargo, en una noche en la que el Villarreal no ganó la eliminatoria, pero sí quizá algo casi tan importante: el derecho a soñar durante siete días con hacer historia.