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España, sin furia no hay paraíso

La selección fue como Rocky Balboa, que iba de caída en caída hasta el triunfo final

Aymeric Laporte y Pedri celebran el pase a cuartos
Aymeric Laporte y Pedri celebran el pase a cuartosPablo García/RFEFRFEF/EFE

Primer mandamiento de la Ley del Fútbol: nunca mandarás el balón al portero de tu equipo desde 30 metros de distancia porque toma una velocidad extremadamente peligrosa. En Sevilla, en el estadio de La Cartuja, adonde acudí a presenciar nuestro estreno en la primera fase de la Eurocopa, hubo un par de pases a Unai Simón que me pusieron los pelos como escarpias. Acciones arriesgadas en general y suicidas en particular porque el por otra parte solvente portero bilbaíno, ayer impidió tres goles cantados de los croatas, no es precisamente lo que se dice un prodigio con el balón en los pies. Pedri, que va a más y que cualquier día va a montar el taco, un taco planetario, tiempo al tiempo, perpetró un error de principiante con un pelotazo innecesario, no habían generado los croatas ninguna ocasión de peligro y ya estaban por delante.

Segundo mandamiento de la Ley del Fútbol: alguien le tendrá que puntualizar a Álvaro Morata que los balones se rematan a puerta, no al banderín de córner. Lo afirmo, obviamente, por ese cabezazo que impactó en la mano del defensor croata, pero en una trayectoria que no era precisamente la de la meta que guarecía Livakovic.

Tercer mandamiento de la Ley del Fútbol: cuando te pones 3-1 en el minuto 76 en cualquier competición lo lógico es amarrar el partido, no efectuar experimentos con champán y tratar de llegar indemne al 90.

Todas estas pifias de bulto hay que anotarlas en el debe de Luis Enrique porque son de un obvio que asusta. Tan cierto como que tomó muchas decisiones acertadas, ahí está el resultado y España en cuartos. En su haber hay que apuntar, lógicamente, esa explosión goleadora que garantizó no sé si el mejor partido del Campeonato de Europa, pero sí el más divertido con diferencia. Antes no le hacíamos un gol ni al arco iris y ahora entra todo, los misterios del balompié. Ningún encuentro ha concluido con 8 tantos ni con un toma y daca tan apasionante. Más al contrario, los amarrateguis van camino de hacerse los dueños del torneo para desgracia de los amantes del fútbol caviar.

Incuestionablemente también acertó alineando a un Gayá que se antoja el mejor lateral izquierdo de España. Pero el acierto mayúsculo fue sacar a un Dani Olmo que desatascó el partido, su banda y demostró lo incomprensible que resulta el hecho de que juegue en un equipo menor como el Leipzig, después de haber crecido en el Dinamo de Zagreb, y no esté en la Liga española, en la Premier, en la Serie A o en ese PSG que es lo único potable de la Ligue 1. ¡Ah! y tampoco podemos ni debemos olvidar que el gijonés ha tenido el acierto de tirar de humildad para rectificar y acertar.

La entrada de mi paisano y campeón de la Champions Azpilicueta, la presencia del tan joven como veterano Gayá y, sobre todo y por encima de todo, la vuelta de Busquets han conferido un poso al equipo que trasciende cualquier otro logro.

Al final, la revolución de Luis Enrique va a ser la revolución de los viejos, entendiendo por viejos a tipos cuyas edades oscilan entre los 26 años del valencianista y los 31 del barcelonista, pasando por los 30 del navarro. Y como corolario hay que subrayar que España fue ayer en Copenhague como Rocky Balboa, que iba de caída en caída hasta el triunfo final. O, más bien, como esa Roja de La Furia y de la frase de Belauste: «Sabino, a mí el pelotón, que los arrollo». El combinado español es técnicamente un prodigio, con un centro del campo que nada tiene que envidiar al mejor, pero también una máquina de complicarse la vida.

Ayer, frente a un rival de postín, ni más ni menos que los vigentes subcampeones del mundo, tuvieron que echar mano de garra, de fuerza y de un estado físico pletórico que nos permitió llegar a la prórroga como si no se hubieran disputado los 90 minutos anteriores en el Parken Stadion. La vida no es sólo aptitud, ahí vamos normalmente sobrados, también es actitud, sin actitud no hay gloria ninguna. Y actitud, raza, garra y furia exhibieron ayer los internacionales una poquita. Con estos mimbres y con el regalito que nos hicieron los Reyes Magos de Suiza fulminando a la Francia de Mbappé ya no descarto nada. A soñar con Wembley. Que motivos, haberlos, haylos.