Piragüismo
Galicia, Sevilla, Mallorca... Incluso Kenia, el camino de Antía Jácome a los Juegos de París: "La gente me decía: 'Haces piragüismo, ¿qué es eso?'"
Con 15 años se fue de casa en busca de su sueño olímpico. En el último Mundial ganó tres medallas de plata, dos junto a María Corbera, compañera y a la vez rival por el barco individual. Un viaje a Kenia le ha cambiado la mentalidad
"Horrible" y "bonito" son antónimos, dos términos que no deberían casar bien en la misma frase... O sí. "La parte final de la regata es horrible, pero también la más bonita. En los últimos 100 metros es cuando lo pasas peor, te llega toda la fatiga, te pican los brazos, pero no puedes dejarlo porque si no te pasan. Aguantas con lo que puedas. Y también es muy satisfactorio llegar a la meta y que lo puedas celebrar... O no, pero vas a llegar y la sensación es: 'Ya está'”, describe la piragüista Antía Jácome, que la última temporada, después de ese esfuerzo del que habla, acabó "muerta", pero pudo celebrar siempre, pues hizo podio en todas las competiciones que disputó, uno de los motivos por los que ha sido galardonada con el premio Admiral a la mejor deportista de 2023. Tres veces subió al cajón en el Mundial, tres platas en C2-200, C1-200 y C2-500. Las dos últimas pruebas son olímpicas, por eso es una de las opciones de medalla en los Juegos de París. "Sí me imagino con esas medallas", asegura, pero no desde la soberbia, sino desde la confianza en sí misma y en el trabajo que viene realizando.
En una de esas distancias da paladas sola, en otra con su amiga y a la vez rival María Corbera. El nivel de piragüismo en España es muy alto y la competencia por estar en los Juegos es feroz. Antía y María van a pelear en el selectivo de abril por el barco individual para París y después se unirán para buscar el objetivo por parejas. "Antes lo llevaba mal, porque realmente no nos conocíamos y era una rivalidad que hacía que hubiese un poquito de mal rollo, tensión que no sabíamos cómo llevar. Pero desde que empezamos con el barco de equipo, realmente María es muy, muy buena persona, no tenemos ningún roce, somos totalmente diferentes, pero complementarias. Cuando estamos en el C1 las dos queremos ganar, siempre vamos a tener esa rivalidad, pero es sana, es que queremos ser las mejores porque estamos entrenando para eso", afirma Antía Jácome, que entrena en Mallorca, mientras su compañera lo hace en Aranjuez, aunque de vez en cuando se juntan para prepararse a la vez.
El viaje hasta París de Antía ha tenido muchas paradas. Todo empezó en su Galicia natal, casi por casualidad. Era la típica chiquilla inquieta que probó con muchos deportes. Hizo balonmano, siguiendo los pasos de su madre, gimnasia rítmica y hasta bici de montaña. Era divertido, pero nada le llenaba del todo. Entonces conoció el piragüismo casi por casualidad, y fue un flechazo: "Mi padre quedaban una vez al año con sus amigos a cruzar la Lanzada, que es una de las playas más largas de Galicia. Decidimos acompañarlo con un kayak de estos grandes que no vuelcan, y a mí me encantó y se me metió en la cabeza que quería hacer piragüismo y me pasé todo el trayecto diciéndole a mi padre: 'Quiero hacer piragüismo, quiero hacer piragüismo'. Dio la casualidad de que ese día nos encontramos con un amigo suyo y su hija hacía piragüismo en el club donde yo estaba en Pontevedra, y al lunes siguiente ya estaba apuntada. Me daba un poco de vergüenza y le pedí a una amiga que viniera conmigo, pero fue la mejor decisión de mi vida, sin duda", recuerda. "No había nada que me hubiese gustado tanto. Era raro también porque la gente me decía: 'Haces piragüismo, ¿qué es eso?'; y cuando aún lo explico ahora es como ¿piragüismo?", añade. Ella ha abierto camino en su familia en este deporte y su hermano Martín ya ha sido campeón del mundo sub’23.
A Sevilla con 15 años
Antía no tardó en destacar y con 15 años se fue a Sevilla con la selección. "Sin mis padres, vivir sola en un centro de alto rendimiento... Era muy guay. Aunque después te hacen falta, te sientes sola muchas veces, pero yo no lo pasé mal", reconoce. Fueron seis años hasta que los entrenadores que tenía se marcharon sin avisar a entrenar a China, y tuvo que volver a hacer las maletas para ir a Mallorca en 2022. Allí se puso a las órdenes de Kiko Martín, quien fuera técnico de Sete Benavides (bronce en Londres 2012), que ahora está de segundo entrenador.
Los de París serán sus segundos Juegos y aunque ahora va con otras aspiraciones, no pierde la humildad. "Al acabar los Juegos de Tokio me decían: 'Casi, rozando las medallas'; y yo: 'No, ¡he conseguido un quinto puesto!’ Le doy mucho valor a ese diploma, cuesta mucho lograrlo, no consideraba que hubiera perdido el bronce, no me puedo dejar contagiar por ese pensamiento. A París voy con otras aspiraciones, quiero la medalla, pero también sé ganar y sé perder; mi mentalidad la tengo muy preparada para las dos", admite.
"Llegué de Kenia y dije: 'No quiero móvil ni nada'"
Una mentalidad que reafirmó el pasado verano tras hacer un viaje a Kenia. "Me marcó mucho porque la gente vive diferente, se preocupa por menos cosas y yo siempre me preocupaba por cosas tontas, por el físico, comparándome con la gente, y me di cuenta de lo que tenía, que a mucha gente le gustaría vivir lo que estoy viviendo yo, ser deportista de alto nivel, así que deja de compararte con todo el mundo y valora lo tuyo. Ellos a lo mejor valoraban tener comida. Llegué y dije: 'No quiero móvil ni nada'", rememora Antía, que tampoco descuida los estudios: se sacó el grado superior de educación infantil y está haciendo el grado de la universidad. No tiene claro qué quiere hacer en el futuro, pero... "Como el piragüismo es un deporte no muy llamativo y que no tiene tanta repercusión, es lo que te queda, tener ese colchón detrás para el día de mañana poder estar tranquilo". Eso a largo plazo. A corto está el sueño olímpico de París.
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