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Los Juegos más optimistas

España aspira a entrar en un medallero que no pisa desde 1992. El COI, exultante con el desfile de las dos Coreas y la negativa del TAS a los rusos sospechosos

Lucas Eguibar y la delegación española, en el desfile inaugural que abrió los Juegos
Lucas Eguibar y la delegación española, en el desfile inaugural que abrió los Juegoslarazon

España aspira a entrar en un medallero que no pisa desde 1992. El COI, exultante con el desfile de las dos Coreas y la negativa del TAS a los rusos sospechosos.

Cuando Blanca Fernández Ochoa ganó la segunda medalla para España en unos Juegos Olímpicos de invierno, el patinador Javier Fernández tenía un año; Regino Hernández no lo había cumplido; la «rider» Queralt Castellet tenía dos; y el abanderado Lucas Eguibar no había nacido. Ellos cuatro son las principales opciones en PyeongChang para que los Fernández Ochoa (el oro de Paquito en Sapporo'72 y el bronce de Blanca en Albertville'92) dejen de ser los únicos medallistas españoles en unos Juegos de invierno. En una delegación de 13 deportistas, el porcentaje de aspirantes al podio supera cualquier cita anterior. «Llevamos un equipo de mucha calidad. Tengo buenas sensaciones y soy más optimista que nunca», asegura Alejandro Blanco, presidente del Comité Olímpico Español (COE) y que no esconde el deseo de que España logre al menos un metal 26 años después. May Peus, presidente de la Real Federación Española de Deportes de Invierno, apunta en esa dirección: «Siendo muy optimistas, España podría ganar hasta cuatro medallas, pero hay que ser realistas; y cualquier medalla y de cualquier metal será más que bienvenida».

La ambición de la delegación española coincide con la sensación unánime que impregnó la ceremonia inaugural. Desde los organizadores al Comité Olímpico Internacional (COI), del palco plagado de autoridades surcoreanas y norcoreanas, a los casi 3.000 deportistas, el optimismo preside el arranque de los Juegos de la XXIII Olimpiada. Nunca antes se vio a Thomas Bach, presidente del COI, tan exultante antes del arranque de una competición. También ayudó que el Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS) no admitiera los recursos de los 47 sospechosos rusos de dopaje que pretendían participar en la cita. Al final son 168 los deportistas rusos que competirán igual que desfilaron, bajo la bandera olímpica. «Todos los deportistas, los espectadores en el estadio y los que nos siguen por televisión, todos nos hemos emocionado y os apoyamos en este mensaje de paz. Unidos en nuestra diversidad somos más fuertes», declaró Bach. Y reivindicó la limpieza del evento: «Es vuestro turno. Esta será la competición de vuestra vida. El mundo os estará mirando y buscando vuestra inspiración. Pero sólo podréis disfrutar de la competición si practicáis el juego limpio. Sólo entonces vuestros recuerdos serán los del verdadero valor del olimpismo».

Pero los protagonistas son los casi 3.000 atletas que competirán hasta el día 25. Los representantes españoles sintieron que en la ceremonia inaugural estaban en un momento histórico. El piloto barcelonés de skeleton Ander Mirambell, que vive sus terceros Juegos, aseguró que fue «muy emotivo desfilar con el equipo, fue un momento mágico». Y eso que cuando salieron al estadio olímpico la temperatura rozaba los tres grados bajo cero y la sensación térmica era cercana a -20. «La ceremonia me encantó, aunque el transporte fue horrible a la salida. Estuvimos atascados, como sardinas y eso que salimos cinco minutos antes, porque la verdad es que estaba haciendo un frío tremendo. Hemos salido cuando ya no sentíamos los pies, porque no era plan de coger un resfriado. Pero la ceremonia estuvo muy bien», dice Mirambell. El acto fue muy especial para Lucas Eguibar y no sólo por su condición de abanderado. El doble subcampeón del mundo de «boardercross» celebraba ayer su 24 cumpleaños y el donostiarra estaba entusiasmado: «Es un orgullo representar a mi país en los Juegos Olímpicos y hemos venido aquí a escribir una de las páginas más bonitas del deporte español».

Mirambell, el veterano del grupo, se quitó el gorro al comienzo del desfile en honor a una persona muy especial que lucha contra el cáncer. Después de Vancouver y Sochi, el barcelonés era de los más felices: «Me ha encantado el desfile de ambas Coreas. Quizá fue una ceremonia demasiado tecnológica porque tenías que estar siempre mirando a la pantalla, pero ha sido muy emotivo». «Ha molado mucho», pues eso, optimismo.